"Contador es mucho, mucho"
"Tranquilo, hombre, tranquilo, que vas a ganar seguro algo". Johan Bruyneel veía tan nervioso a Alberto Contador a principios de temporada, un purasangre que no veía el momento de salir a la pista y empezar a ganar, que no sabía cómo tranquilizarlo.
Ayer, a los tres meses apenas de empezar a lucir el maillot azul del Discovery Channel, Contador, de 24 años, de Pinto (Madrid), tuvo por fin la seguridad de que Bruyneel no le mentía, de que no se dedicaba simplemente a lanzarle frases vacías de apoyo. Lo supo tras un día extraordinario que terminó en el paseo de los Ingleses de Niza, uno de los pequeños templos del ciclismo mundial: un día que comenzó vestido de blanco, símbolo de mejor joven, y terminó ganando la etapa, su segunda, y de amarillo, símbolo de vencedor final de la París-Niza. Sólo un español antes que él había ganado la primera prueba por etapas importante del año. Fue Miguel Indurain (1990 y 1991). No es mal antecedente. "Un honor, en todo caso. Un orgullo", dice Contador, quien será un grande del ciclismo también pero cuyas características son muy diferentes de las del gigante navarro. Contador es un escalador, con cuerpo de escalador, pero también es un magnífico contrarrelojista. Indurain con el cuerpo de Perico. Perico con la cabeza de Indurain.
"Ya tenéis a otro para inspiraros", Eusebio Unzue no tiene a Contador en su equipo, el Caisse d'Épargne. De hecho, el madrileño ha impedido quizás que la París-Niza se la llevara su pupilo Luis León Sánchez, pero ello no es óbice para que, como buen degustador de ciclismo, el director navarro, que también guió a Indurain, se deshaga en elogios. "Contador es mucho, mucho", dice. "Su victoria en Niza no anuncia en todo caso un cambio generacional sino la llegada de una nueva generación muy fuerte. Los nuevos talentos".
Luis León Sánchez, un murciano de Mula que tiene 23 años, acabó tercero en la general y, de paso, ganó la etapa del sábado, la del Tanneron. Aquel día, el sábado, se juntaron en el grupito de cabeza Luis León y Contador. Y llegaron a sentirse como en sus años de aprendizaje, cuando los dos, dos de los aficionados con más calidad de los últimos años, se fogueaban en los amateurs del equipo de Manolo Saiz. Y por un momento fueron los dos chavales que se ponían de acuerdo para trabajar juntos. Para ti la etapa, para mí la general. Fue sólo un instante. A Contador le abandonaron las fuerzas; Luis León se fue solo a ganar.
"Pero por la noche, en el hotel, Contador no se dio por vencido. No hacía más que repetir, 'yo lo intento otra vez', hasta que me quede", cuenta Pedro Celaya, el médico del equipo, que ya conocía a Contador, ya se había enamorado de Contador, de sus tiempos en el ONCE. "Y así es Alberto, capaz de asumir la responsabilidad todos los días, como un campeón, con un nivel de autoexigencia muy alto, como sólo los campeones".
Y así fue Alberto, agresivo, valiente y generoso, ambicioso y maduro, ordenando al equipo como si fuera Armstrong en la aproximación al col d'Éze, donde finalmente haría bascular la carrera. "Y es un equipo de 17 nacionalidades distintas al que le ha dado tanta confianza que todos se han puesto de inmediato a su servicio, de él, de un chavalito de 24 años increíblemente maduro y recién llegado", dice Celaya. "Todos se movilizan por él".
Y él, llegado el momento, comienzo de la ascensión, blanco fulgurante, dejó que Popovich, su último apoyo, dejara su último aliento, y se lanzó, solo como los campeones, a la conquista del maillot amarillo, dejando clavado al líder, al veterano Rebellin, mientras la mayoría de los que les acompañaban adquirían una actitud neutral. Y admirativa.
Contador no dudó y tenía motivos para haber dudado. Bajando el mismo puerto, hace tres años, cuando iba solo hacia la victoria de etapa, se le rompió un pedal. Pero Contador no puede dudar. Llega desde muy lejos. Ha superado demasiados problemas -su cabeza, una Operación Puerto que dio de lleno en su anterior equipo- como para dudar.
Sólo le gusta que recuerden que sufre un cavernoma cerebral -lo que le provocó un ataque y una caída en una Vuelta a Asturias, una operación y una lenta recuperación hace años, y una cicatriz que a veces se rebela y le provoca ataques epilépticos- para que los que padecen la misma afección sepan que no limita para nada la calidad de vida; para que sus padres, que le ven pletórico de salud, se tranquilicen, dejen de sufrir. Para que su equipo, a quien dedicó la victoria, le vea que es uno más. O más aún.
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