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Baloncesto | Liga ACB
Columna
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El elefante y la liebre

Cualquier equipo que se precie debe tener su estilo, entendido como tal una serie de señas de identidad que definan su juego. En un supuesto teórico, esas señas deben ir en concordancia con las habilidades de los jugadores, que, al fin y al cabo, son los encargados de ponerlo en práctica. Lo teórico viene al existir excepciones, esos equipos de autor (quien dice autor dice entrenador) en los que poco importan las características de la materia prima ante el empecinamiento del técnico en aplicar su librillo. Pero eso es otra historia y en el pecado suelen llevar la penitencia. De la misma forma, los partidos también tienen su estilo, su forma de desarrollarse, el famoso tempo.

Los grandes equipos son siempre capaces de llevar estas cuestiones a su terreno, donde por lógica tienen más posibilidades de imponerse. Un ejemplo paradigmático resulta el estereotipo italiano, que hace que, cuando uno de los dos equipos viene de aquellas latitudes, los encuentros, bien sea por lo civil, bien sea por lo militar, siempre transcurren por vericuetos muy trabados, alejados de signos de vistosidad, y donde lo único que importa es el resultado final, sea un 1-0 o marcadores rondando los 65 puntos, en los que se mueven como pez en el agua. Independientemente del aburrimiento que produce su observación, es destacable su habilidad para trasladar las operaciones a terrenos beneficiosos para ellos y alejados de otros donde no tendrían nada que hacer.

El Barça sabe lo que quiere ser. El Madrid sufre porque no puede imponer su juego
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Barça y Real Madrid han elegido caminos opuestos para recuperar la hegemonía del baloncesto español. Los azulgrana, después de un montón de dudas, encontraron en la Copa del Rey su camino, que no es otro que el de convertirse en un elefante duro, pesado y resistente. Basan su filosofía en el no pasarán defensivo.

El Madrid, en cambio, respetuoso al fin con su historia, ha optado por la liebre como símbolo. Rapidez, elasticidad, finura y elegancia. Mientras el Barça buscaba su estilo, el Madrid lo encontró antes de lo esperado. Así, el partido de la primera vuelta de la Liga, disputado en Madrid, se jugó bajo las premisas blancas. Fue un encuentro abierto y dinámico, territorio donde ya sabemos que un elefante no tiene nada que hacer frente a una liebre. Pero el tiempo pasa y no siempre para bien. El Barça terminó su aprendizaje y creció en confianza casi a la vez que los blancos extraviaban buena parte de la que tenían. No es de extrañar que, encontrándose en este punto, el partido del Palau del sábado no se pareciese en nada a su anterior precedente. Esta vez no hubo amplitud, ni alegrías o correrías. Más bien, todo lo contrario. Resultó duro y opresivo, con los espacios justos y límite de velocidad. Con estas reglas, es cuestión de tiempo que el elefante entre en contacto directo con la liebre y la deje maltrecha.

En esta eterna y tediosa preparación para los play-offs, el Barcelona ya está listo para la pelea. Sabe lo que es y lo que quiere ser. Y le coincide. El Madrid, en cambio, sufre porque, conociendo que su supervivencia pasa por una serie de parámetros de juego, no tiene la fuerza suficiente para imponerlos. Razones las hay de todo tipo y podrían ser objeto de debate. Pero lo que ya se escapa a la discusión es la certeza de que el Madrid tiene muchos problemas para imponer el estilo que le hace excitante, diferente y, sobre todo, ganador. La situación se agrava para ellos cuando la experiencia demuestra que, según se acercan los momentos álgidos de la temporada, ésos que dan y quitan títulos, lo normal es que los partidos se inclinen hacia mecanismos que benefician más a los elefantes que a las liebres. Confiemos en que las dudas madridistas no terminen en un quirófano intentando una mutación milagrosa de roedor a paquidermo. Más que nada, porque de elefantes andamos tan sobrados como faltos de liebres.

Trias y Hervelle luchan por un rebote.
Trias y Hervelle luchan por un rebote.EFE

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