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Columna
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Retrato robot

Una cafetería del pequeño pueblo de Nashville, en Tennessee, ha hecho su agosto gracias a un pastel de canela que, por lo visto, guarda un parecido asombroso con la madre Teresa de Calcuta. Muchas personas tienen una tendencia innata a ver rostros en cualquier sitio. Hay gente capaz de descubrir a dios en una concha de ostra o en el fondo de una paella. En una subasta de Florida se han llegado a pagar 21.000 dólares por un simple sándwich de queso, debido a que las marcas marrones de la plancha sobre la superficie del pan eran el vivo retrato de la Virgen María. Creíamos que lo de las caras de Belmez era una manifestación única de nuestros delirios patrios, como los toros, la conferencia episcopal o el obispo de Mondoñedo. Pero parece que estos fenómenos extraños suceden en todas partes y no sólo se trata de una cuestión de creencias religiosas, porque también hay quien es capaz de distinguir la efigie de Elvis Presley en una pizza Margarita o el perfil de Fidel Castro en un huevo estrellado. Todos podemos contar alguna experiencia visionaria de ese estilo. Recuerdo el momento estelar de mi infancia en que descubrí en la pared del desván donde jugaba los días de lluvia, una mancha de humedad que reproducía con todo detalle el relieve del continente africano con el desierto del Sahara, los Grandes Lagos y hasta las nieves del Kilimanjaro. Claro que yo era una niña rara, que veía mapas de África donde las niñas normales acostumbraban a ver el Sagrado Corazón de Jesús.

Una neurocientífica de la Universidad alemana de Bremen, después de realizar un minucioso estudio ha llegado a conclusiones asombrosas sobre por qué a veces vemos un pastel de canela como un pastel de canela y otras, como la encarnación terrenal de una monja pontificada. Al parecer la explicación tiene que ver con nuestra arquitectura neuronal. Existe una zona en el lóbulo temporal del cerebro especializada únicamente en reconocer rostros. Lo curioso es que esa zona también se activa ante sombras que sólo guardan un parecido remoto con una cara. La policía científica de Massachussets ha dedicado años a averiguar qué elementos desencadenan estas evocaciones y sus resultados se han incorporado con gran éxito a los programas de ordenador para diseñar retratos robot de posibles asesinos o terroristas

La mente humana es una cosa muy complicada con miles de células que van en procesión con los recuerdos y cosas así. Luego las conexiones cerebrales se encargan de procesar los datos y establecer asociaciones. Por eso, supongo, relacionamos el hambre con las ganas de comer. Hay gente que tiene un instinto especial para esas asociaciones sin necesidad de haber realizado el test de Rorschach. Tengo un amigo gallego que no levanta cabeza porque allá adonde va se le aparece el obispo de Mondoñedo. Al principio me tenía un poco preocupada, pero según los neurólogos es un simple mecanismo de defensa. En la prehistoria el hombre creía ver alimañas por todas partes y eso activaba su estado de alerta. Pero se ve que como la selva del mundo ha cambiado, ahora sólo vemos rostros humanos. La vida está llena de misterios en lo que es mejor no pensar, porque si lo hiciéramos, acabaríamos tragándonos a Monseñor Rouco en un plato de gambas con gabardina.

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