No tan fiera
Estamos ante lo que quiere ser un ensayo de divulgación, más médico, histórico, sociológico o científico que literario. Un libro de sabia, fácil y amena lectura sin adornos, para entrar con sosiego, cautela, prudencia y visión liberal y humanista, en un tema tan políticamente incorrecto como la heroína, inventada en el Reino Unido pero comercializada por primera vez en Alemania hace poco más de cien años. De ahí el título del volumen: El siglo de la heroína. ¿Verdad que cuando hoy hablamos de heroína, caballo o jaco no pensamos en un descubrimiento químico-médico, con el que se creyó curar la tuberculosis? El libro está escrito por dos autores que complementan su visión: Tom Carnwath es médico especialista en el tratamiento a toxicómanos. No ha probado la droga. Mientras que Ian Smith fue heroinómano y luego se hizo sociólogo. Aunque no recomiendan el consumo de heroína, el discurso oficial sobre esa droga, muy adictiva, ha creado un fantasma. Están de acuerdo en que la prohibición, y el submundo mafioso que genera, está en la base de daños que se atribuyen a la heroína. Se dice que al heroinómano, por ejemplo, se le pudren y caen los dientes. Los autores contestan que eso le ocurre al que, a través del uso de agujas infectadas, contrae enfermedades infecciosas.
EL SIGLO DE LA HEROÍNA
Tom Carnwath e Ian Smith
Traducción de Xavier Zambrano
Melusina. Madrid, 2006
303 páginas. 20 euros
Distinguen la época en que
la heroína fue un producto médico, -al filo de la II Guerra mundial- en que se convierte en objeto de tráfico y consumo ilegal, destruyendo el ecosistema de los lugares donde se produce adormidera sin control o creando desde la invisibilidad del "consumidor estable" (que tiene trabajo y dinero, que hace su vida normal aunque fume o se inyecte heroína) a la imagen marginal y desastrada del "yonqui callejero", pasando por la boga de esa droga falsamente creativa -en realidad actúa de lenitivo a problemas psíquicos o emocionales- en el mundo del jazz (Billie Holiday, Charlie Parker, John Coltrane), del pop o de la literatura: Basquiat, Lou Reed, William Burroughs, Anna Kavan, etcétera.
¿El yonqui delinque por ser adicto a la heroína o porque vive en un ámbito marginal y duro, donde la carencia de su dosis se le convierte en imagen de su propia situación desesperada? Quizás -advierten los autores- cuando las autoridades pasan el asunto de la heroína del campo médico-social al policial encuentran un vistoso pretexto para actuar en el control de estilos de vida inaceptables para la clase media. "Luchando contra las drogas se meterá en el mismo saco a una amplia proporción de las clases peligrosas".
El libro trata de la adicción y de la posibilidad real de salir de ella y de los diferentes tipos de heroína: azúcar moreno o alquitrán mexicano. No faltan alusiones a la aparición en los ochenta de la heroína en el arte y en el diseño de moda: el heroin chic o el "arte heroinómano" en las fotos nada glamorosas de Nan Goldin. El estilo cool (frío o guay) como derivación de una estética drogada.
Pero sostienen que la mayoría de las muertes por sobredosis ocurren en politoxicómanos que han mezclado la heroína con otras drogas, y concluyen tan ancho trazado, sugiriendo que el éxtasis es peor que la heroína y lamentando que hoy, en este controvertido campo médicos y sociólogos hayan dejado la voz a políticos, jueces y policías. El libro no es en absoluto extremista, sino inteligente, sencillo y cauto. Simplemente no se deja llevar por el pánico.

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