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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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No con dinero público

El pasado 30 de enero la ministra de Educación y Ciencia presentó públicamente el Año de la Ciencia y su difusión entre los ciudadanos, en especial a los jóvenes. Nadie cuestiona la importancia que una buena comprensión de la actividad científica y sus contenidos tiene, para que ésta reciba el apoyo social adecuado. Siendo la intención buena habrá, sin embargo, que tener cuidado con los medios que se utilizan, para que el esfuerzo no se pierda por derroteros banales e inútiles.

Se podría decir de la difusión científica, al igual que la actividad de la que se nutre, que debería ser convenientemente evaluada en su rigor e interés para merecer la confianza y fondos de los recursos públicos. Algo así ocurre con la actividad científica, y el procedimiento ha contribuido a mejorar el nivel y estatus de la ciencia de este país. No hay que pensar, pues, que esa evaluación de la actividad difusora y divulgadora no vaya a beneficiarse por seguir un procedimiento similar. Esto no es así ahora, y la falta de mecanismos claros puede empañar un esfuerzo muy necesario.

A modo de ilustración de lo que no debe ser, sirva comentar parte del contenido del último número (Invierno, 2006) de la Agenda Viva, Ciencia y Medio Ambiente en Madrid, que publica la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, con el apoyo del Ministerio de Educación y Ciencia, la Comunidad de Madrid y otros organismos públicos. En este volumen, la directora de la misma entrevista a Rupert Sheldrake, al que presenta como: "...uno de los biólogos más innovadores y controvertidos... cuyas hipótesis están revolucionando el pensamiento científico, especialmente en lo referente a las ciencias de la vida". Presentar así a un investigador cuyas publicaciones más importantes en los últimos 20 años se encuentran en revistas de parapsicología, el suplemento literario del Times y la revista de divulgación New Scientist (consultar la Web of Science, base de datos accesible a través de cualquier biblioteca pública universitaria, por Rupert -no Russel- Sheldrake), implica una ignorancia grave de la actividad científica -especialmente referente a las ciencias de la vida (sic)- y desconocimiento de la escasa consideración que del doctor Sheldrake se tiene en la comunidad científica, que sólo sirve para entretener los ratos libres de científicos aburridos y lectores despistados.

Su teoría de los campos morfogenéticos carece del menor contenido teórico y empírico y epistemológicamente tiene igual valor que afirmar la existencia de Abracadabra -tomando prestado un comentario de Manuel Sacristán-. Es decir, nulo, ya que tanto los resultados positivos como negativos confirman la teoría, en palabras de Sheldrake. Cree en ello quien tiene fe. Pero eso tiene poco que ver con la ciencia. Presentar a este señor como un científico serio hace desmerecer a los que realmente lo son. Teorizar sobre esta etérea hipótesis es un ejercicio vacío de logomaquia. La revista es libre de entrevistar y escribir de lo que quiera, pero no debería difundir pensamiento mágico e irracional y presentarlo como ciencia, con fondos públicos. Y las instituciones financiadoras deberían tener en cuenta lo que se hace con el dinero de los contribuyentes.

Este año es importante. El Ministerio debe establecer una Agencia de Evaluación de la Divulgación Científica que cuide de que los fondos y presupuesto vayan a proyectos correctamente evaluados por personas que siguen activas en el pensamiento racional y científico, además de personas expertas en difusión y comunicación. Habrá que tener en cuenta que no sólo es importante difundir unidades de conocimiento. Más importante es transmitir modos críticos de pensar, que se puedan incorporar en la vida cotidiana. Con ello nos jugamos mucho. No sólo un uso adecuado del dinero público sino también una contribución a la difusión de un pensamiento racional, del que esta sociedad está muy necesitada.

Antonio G. Valdecasas y Juan E. Iglesias son investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

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