Los primeros no serán los últimos
Los miembros de Degania A, pionero de los 'kibutz' de Israel, liquidan su régimen colectivo
Corría el año 1910 cuando en la orilla sur del mar de Galilea diez hombres y dos mujeres fundaron Degania, el primer kibutz en la Palestina otomana comprado por el Fondo Nacional Judío. En estas comunidades agrícolas todo se compartía: salarios, educación de los niños, trabajos comunitarios, comidas... Desde hace años, esa idea original ha ido languideciendo.
Promociona un 'resort', en la costa norte de Marruecos, con 800 viviendas, 9 hoteles, 3 campos de golf, un puerto deportivo y una zona comercial
El 70% de estas comunas ya han adoptado sueldos diferentes para cada trabajo y cobran el agua o la luz según el consumo individual
Pero hace unos días, la idea original de vivir en una granja colectiva recibió un golpe cargado de simbolismo, porque el 85% de los 320 miembros de Degania A -el B se levantó décadas después- decidieron lo inevitable: la privatización de su comunidad. A partir de ahora, cada uno de ellos será dueño de su dinero. Se acabó la caja común.
Hoy, sólo el 1,5% de los siete millones de israelíes vive en alguno de los 250 kibutzim, y muchos de ellos al margen de su particular régimen. "Se empezaron a quedar sin gente joven y comenzaron a alquilar los apartamentos vacíos. Hace 20 años nadie podía imaginar que alguien ajeno al kibutz pudiera vivir en él", comenta Ruth Kibrik, una de los 500 residentes del kibutz Ginegar, levantado hace 85 años cerca de Nazaret. Ruth no pertenece a la organización comunal, pero adora la paz y el silencio que se respiran lejos de las ciudades. Los amantes de esta forma de vida confían en que los cambios contribuyan a mantener vivos algunos trazos de la utopía. "Una amiga mía vivía en Degania A y se marchó precisamente porque no lo privatizaban. Es médico y estaba podrida, harta de mantener a otros. Hay personas que se aprovechan de la situación", comenta Ruth.
Hay, no obstante, factores mucho más determinantes para el declive que el egoísmo personal. Muchos de los kibutzim, al compás de los avances tecnológicos y de las necesidades financieras, han construido fábricas, prestan servicios de toda índole, y bastantes de sus miembros ya trabajan lejos de los campos de cultivo, en cualquier empresa. "No se puede vivir de la agricultura", sentencia Ruth. El 70% de estas comunas ya han adoptado desde hace años medidas tajantes: se han fijado sueldos diferentes para cada trabajo, se pagan la luz y el agua a tenor del consumo de cada cual, e incluso se han de abonar los almuerzos o cenas en el restaurante. "Antes", cuenta Kibrik, "comías lo que querías y te llevabas los alimentos. Ahora hay que pasar por caja".
En época de imparable adelgazamiento del sector público israelí -que comenzó hace una década bajo el mandato de Benjamín Netanyahu- y de privatizaciones de empresas estatales, el Gobierno no está por la labor de emitir cheques en blanco. Durante décadas, los kibutzim no planearon pensiones para sus vecinos, y la competencia en el sector agrícola, la principal dedicación de sus residentes, provocó un endeudamiento con el Estado y los bancos -80 millones de euros- que se ha tornado insoportable. Los acuerdos firmados por el movimiento kibutzim, férreamente controlado por el Partido Laborista, y el Ejecutivo sólo dejan una salida: la venta del 25% de las acciones que posee en la empresa Tnuva, dedicada a comercializar los productos agrícolas y ganaderos, y de parte de las tierras comunales.
Estilo de vida
Shai Shoshani ya no es secretario de Degania A, es presidente del Consejo de Administración. Y partidario, a la fuerza ahorcan, del nuevo modelo. Incluso se muestra convencido de que el pionero Aharon David Gordon, enterrado en Degania, aprobaría los cambios. "Después de todo él fue el padre de la filosofía del trabajo. ¿Y qué hemos hecho? Fortalecer el valor del trabajo. Hemos compensado a los que trabajan y creen en el valor del trabajo", declaró una vez adoptada la decisión.
En Degania A -junto al río Jordán, a metros del lugar que los cristianos consideran el del bautizo de Jesucristo, y donde nació el legendario general Moshe Dayan- lucharon soldados israelíes y árabes, de lo que da fe un pequeño tanque sirio que hoy parece casi de juguete. Ahora, sus moradores afrontan un desafío tal vez mayor para la supervivencia de su estilo de vida. "El primer kibutz en el mundo ha tomado una importante decisión", afirmó Yossi Vardi, uno de sus miembros. "La grandeza de los kibutzim es su capacidad para cambiar y para renovarse según el deseo de sus miembros". Así será, pero nada será igual.
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