Ni legal, ni humanitaria, ni firme, ni inteligente
La decisión del Gobierno de trasladar a su casa a De Juana Chaos, el sanguinario etarra que ha mantenido una dudosa e intermitente huelga de hambre para conseguir lo que el Gobierno le ha otorgado, ha sido presentada por Rubalcaba como una decisión "legal", "humanitaria", "firme" e "inteligente". En mi opinión no es ninguna de las cuatro cosas.
No es legal. Con el debido respeto, el auto del Juez de Vigilancia Penitenciaria, es, literalmente, patético, en el sentido de fundado exclusivamente en el pathos particular del señor De Castro, tan respetable como discutible, y no en el logos de la subsunción de la norma jurídica en el caso concreto, ni mucho menos en el ethos de la situación. Tanto desde el punto de vista jurídico, como desde el lógico, la afirmación de que "...el modelo de ejecución (cumplimiento de la prisión en el hospital y posteriormente en su domicilio bajo vigilancia telemática) ...no constituye ningún beneficio penitenciario" es insostenible, por no decir que resulta grotesca. Si cumplir una condena en casa es igual (puesto que no es un beneficio) que hacerlo en prisión, cerremos las cárceles y nos ahorraremos un dinero en manutención y vigilancia, ya que no creo que, dada esa posibilidad, ningún penado optara por continuar en la cárcel. Y si la causa para otorgar ese no-beneficio es el estado de salud de De Juana, en ese caso, está en las manos de todos los reclusos del país conseguir el mismo tratamiento, puesto que en sus manos está autoinfligirse el deterioro de ese estado. El artificio jurídico en que se sustenta la supuesta legalidad de la medida acordada pasa forzosamente por considerar que la situación de De Juana es la de un enfermo. Como no lo es (enfermo, según el DRAE, es "quien padece enfermedad", y por eso existe el sinónimo paciente, no quien es agente del atentado contra su salud) el argumento se viene abajo.
Menos aún es humanitaria. Rubalcaba (y el juez De Castro) sostienen que la grandeza del Estado de derecho es ser humanitario aun con quien, en apariencia, no lo merece. Ésos no son los términos del debate. El Estado no tiene por qué valorar más la vida de De Juana de lo que él mismo la valora. Sobre todo, si en el fiel de la balanza de esa solución "humanitaria" se encuentran cuestiones tales como el sentido de la justicia, la dignidad del Estado o la memoria de las víctimas. Llevado a su extremo, el argumento conduce a resultados aberrantes: si la solución humanitaria debe prevalecer, el sacrificio de todos los inocentes que han perdido la vida (Miguel Ángel Blanco) o buena parte de ella (José Antonio Ortega Lara) porque el Estado no quiso ceder al chantaje de los criminales es un sacrificio vano e inútil.
Tampoco es una decisión firme. Es, en rigor, todo lo contrario: la más ominosa prueba de debilidad del Estado. No parece necesario detenerse mucho en el argumento: los propios dirigentes de Batasuna y sus bases, acogiendo al héroe triunfador en la muga, nos eximen de ello. Pierde el Estado (es decir, todos nosotros) y ganan ellos.
Pero, lo peor, es que tampoco es inteligente. Ni siquiera a la luz de las presuntas motivaciones ocultas de esta decisión: facilitar el proceso. Dada la secuencia de los acontecimientos, nos encontramos ahora con que la primera medida del Gobierno tras el atentado de Barajas es enviar a De Juana a su casa. Ahora Batasuna lo agradecerá con algún gesto distinto de esos que le gustan a Zapatero y hasta es posible que ETA también tenga a bien ser "generosa" con nosotros, garantizándonos que no habrá más bombas mientras dure el alto el fuego. Da lo mismo. El discurso de que no hay contrapartidas políticas ya no se lo cree nadie. Y encima, el primer beneficiado ha sido el terrorista en que de forma más descarnada se ejemplifica la contumacia criminal, la total ausencia de arrepentimiento y la más repugnante crueldad hacia las víctimas.
Como le escuché a Hermann Tertsch una vez, el Gobierno, con tal de que De Juana no se muriera de hambre no ha tenido inconveniente en que los demás nos muramos de asco. Pero detrás de todo esto hay una simulación de descomunales proporciones. Al Gobierno, a ETA, a Batasuna les importa la vida de De Juana lo mismo que a mí, un bledo. Lo que les importa es cómo salen del proceso, y cómo rentabilizan esa salida. Este primer escarceo se salda con una clara victoria del lado oscuro. Por eso no es inteligente. Parafraseando a Talleyrand, también esta excarcelación es "peor que un crimen, es un error". Una vez cometido, sería de agradecer que, para ahorrarnos la instalación en la náusea, nos sirvieran el resto del menú con mayor presteza. Porque, y en esto sí estoy de acuerdo con Rubalcaba, los españoles -como los suecos o los bielorrusos, por otra parte- "nos merecemos un Gobierno que no nos mienta".
José Ignacio Wert es sociólogo y presidente de Inspire Consultores.
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