El compromiso
Josep Maria Huertas deja tras de sí un denso historial profesional. Huertas no ha pasado desapercibido para la historia del periodismo catalán: ha creado escuela y ha dejado una legión de amigos, pero también de detractores.
Huertas se formó en la década de los años sesenta con un grupo de jóvenes vinculados al movimiento católico obrero, la JOC, entre los que se encontraba un periodista y poeta, Lluís Sales-Balmes. Juntos llevaron la corresponsalía de las publicaciones católicas Signo y Vida Nueva, la plataforma de un periodismo crítico e innovador, que prolongaría luego en las páginas de El Correo Catalán, bajo la dirección de Manuel Roselló y Manuel Ibáñez Escofet.
En los difíciles años sesenta de la dictadura franquista, en la redacción de El Correo Catalán, situado en aquella época en las Ramblas, se produce un encuentro entre Huertas y José Martí Gómez, que acaba de llegar a Barcelona huyendo de la prensa asfixiante de Castellón. A ellos se les sumaría Jaume Fabre. Los tres configurarían el núcleo de un grupo profesional al que Joan de Segarra, en 1971, bautizó con el nombre de Huertamaros, en clara alusión al movimiento guerrillero uruguayo Tupamaro. La característica de este grupo periodístico la constituiría su compromiso y la militancia social. Un elemento clave que se repetiría años más tarde en el clandestino Movimiento Democrático de Periodistas.
Huertas ha sido toda su vida un hombre de equipo. El sentido didáctico de la profesión le llevó a configurar en la década de los setenta en el vespertino Telexprés una sección de local atípica, en la que las decisiones se tomaban de manera colegiada. La misma técnica utilizó en la revista Oriflama, de la que fue director, o en el mensual Quatre Cantons, portavoz del barrio de Poblenou. Continuó trabajando en equipo en Destino, en El Periódico de Catalunya o cuando formó parte de la dirección del Diario de Barcelona.
Su actitud militante y comprometida le causó numerosos problemas que culminaron en 1975 con la condena impuesta por un tribunal militar por un reportaje publicado en Telexprés, titulado '¿Vida erótica y subterránea?' en la que explicaba los negocios poco claros de algunas viudas de militares.
La encarcelación de Huertas provocó un movimiento de solidaridad en la profesión, que en la primavera de 1976 salió por primera vez a la calle en defensa de la libertad de expresión y pidiendo su liberación. La situación de cambio que se vivía tras la muerte de Franco precipitó su puesta en libertad.
Su último trabajo en equipo lo inició hace pocos meses, cuando un grupo de profesionales de la prensa solicitó que encabezara una candidatura al decanato del Colegio de Periodistas de Cataluña. Como siempre, Huertas creó un equipo, con representantes de las nuevas generaciones, pero también con los viejos amigos, entre ellos Martí Gómez, uno de los más fieles y leales críticos de Huertas.
Josep Maria Huertas Clavería ha dejado escritos millares de artículos, que él mismo ha venido consignando en una agenda, pero además decenas de libros, la mayoría relacionados con la ciudad de Barcelona y sus barrios.
Huertas, hijo de un periodista especializado en economía, tiene un continuador en su único hijo Guillem, pero también en las decenas de periodistas que trabajaron y defendieron con él una forma de informar comprometida con la sociedad, la justicia y la verdad.
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