_
_
_
_
Reportaje:

De Las Cortes a dirigir la banda

Jesús María Bilbao Estefanía, 'Jerry', es testigo privilegiado de la historia musical de la capital vizcaína en el último medio siglo

JESÚS MARÍA BILBAO ESTEFANÍA, más conocido como Jerry, acaba de jubilarse de la Banda Municipal de Bilbao, donde tocaba el fagot y el clarinete desde hacía más de 35 años. Pero, como buen músico, una cosa es dejar el trabajo de funcionario -"hay que dejar paso a los jóvenes", insiste- y otra abandonar el pentagrama. Jerry continúa vinculado a la música con la dirección de la banda de Arratia, para la que prepara los arreglos de las partituras, mientras recuerda su juventud dedicada al jazz cuando este era un estilo para iniciados o sus bolos como músico de orquestina en las salas de fiestas de la calle Las Cortes y en verbenas por toda Vizcaya.

Más información
Mejor Arratia que regresar a África

El sobrenombre le viene a Jesús María Bilbao Estefanía (Getxo, 1941) de uno de sus ídolos de juventud, aunque con una variante ortográfica: "El gran Gerry Mulligan, que hacia 1960 era un auténtico mito entre los saxofonistas aficionados al jazz", recuerda. En el Bilbao de entonces, decir jazz era referirse a Pío Lindegard, el cónsul de Dinamarca, quien desde su programa Batería y contrabajo introdujo esta música en los receptores de radio de los más avanzados. "Fue él quien impulsó el primer club de jazz en los bajos de la bolera Niágara, en un pequeño cuarto. Tocaba con Willy Cortázar al piano; Txabi Villaverde a la guitarra, Memo al contrabajo y Koldo Miñau a la batería", explica Jerry, quien acudía a esas sesiones con su saxo barítono.

Sin embargo, el jazz impone respeto y aquel joven que tocaba por afición pasó en poco tiempo simplemente a escucharlo y orientó su pasión por la música a trabajos de los que poder vivir. Huérfano de padre, había estudiado en La Misericordia y pronto tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su madre. Así que entró a tocar en las orquestas de los cabarés de Las Cortes, el barrio chino de Bilbao. "En La Misericordia y luego en el Conservatorio aprendí a tocar el clarinete y el fagot, pero claro, no son instrumentos para tocar boleros y fox trot, así que aprendí saxo de oído, bregándome con las orquestinas que tocaban los domingos en los jardines de Gazte-Leku, sin cobrar, por supuesto", apunta.

Lo de Las Cortes no era fijo, pero no estaba mal pagado, tanto que dejó su trabajo en una sastrería del mismo barrio de San Francisco. "Mal oficio el de sastre, por lo menos en mi opinión: trabajaba mañana y tarde y ganaba menos que en los cabarés", aclara. Y eso que su primer trabajo en los clubs fueron las suplencias. "Los músicos de Bilbao siempre han estado pluriempleados: la banda, la orquesta, los cabarés de Las Cortes, las orquestas de los espectáculos de revista, las zarzuelas...", comenta. Así que gracias a los conciertos de la Sinfónica, Jerry entró en aquel mundo.

Su primer contrato fue en la sala Villa Rosa, en 1961, con el grupo Los Dinámicos. Las Cortes vivían entonces su máximo esplendor, nada que ver con hoy en día. "Aquello era una maravilla", rememora. "Se trabajaba de nueve y media de la noche a una y media de la madrugada; hacíamos dos pases. Los escenarios eran pequeños. Cabíamos cinco músicos justos, acompañando a las artistas que cantaban y bailaban con los clientes". Con los músicos, las relaciones eran las mínimas. Jerry lo deja claro: "No sólo porque a uno no le interesara el asunto, sino porque los dueños tampoco nos dejaban acercarnos a las chicas, por si aquello se convertía en una bacanal".

Con 20 años, ganaba 95 pesetas diarias, lo suficiente para vivir con desahogo con su madre y su hermano en la casa familiar. Pero llegó el servicio militar en Sidi Ifni y se marchó con sus instrumentos a África. A su regreso, después de año y medio, las cosas habían cambiado y Bilbao era mala plaza en aquel momento para un joven músico. Jesús María Bilbao se marchó a Barcelona, atraído por una oferta que le hizo un veterano de la mili. La experiencia fue nefasta y, después de un invierno malviviendo, regresó a su ciudad.

La suerte le vino entonces de cara. "Me llamó un conocido y me ofreció entrar en la orquesta Seis Estrellas. Yo no tenía nada de nada, así que acepté sin más". Jerry no preguntó ni el sueldo, así que no cuesta imaginarse su cara cuando le dijeron que iban a ser 400 pesetas diarias. "En aquel entonces, 12.000 pesetas al mes no te las gastabas ni queriendo". La orquesta era de alta categoría, encargada, entre otras cosas, de animar las bodas y banquetes de la Sociedad Bilbaína.

Jesús María Bilbao se casa y sigue tocando, pero también trabaja en otras actividades musicales, como componer arreglos para grupos como Los Mitos, una banda histórica en el pop bilbaíno, y que le serviría para entrar en la Banda Municipal. "Íbamos a estrenar el disco en la sala Hollyday y entonces llamé a músicos de la banda a los que conocía para que reforzaran la sección de viento y me reencontré con Urbano Ruiz Laorden". Entonces director de la banda, Ruiz Laorden ya conocía a Jerry de los tiempos de La Misericordia, "cuando una pequeña sección de la Orquesta Sinfónica, donde tocaba Urbano, iba a tocar los días de fin de curso, y más tarde, del Conservatorio", rememora. Entonces surgió la posibilidad de entrar en la Banda Municipal "sin abandonar Seis Estrellas, ni otras cosas, hasta que en 1982 saqué la plaza oficial de fagot, que había que mantener a la familia", indica Jerry, quien llegó a dirigir en funciones la banda durante siete años tras fallecer Ruiz Laorden en 1995.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_