Los líderes de Irán y Arabia Saudí se reúnen en vísperas de la conferencia de paz para Irak
Ahmadineyad quiere disipar los temores que desata el programa nuclear iraní en Riad
Arabia Saudí recibió ayer con todos los honores al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, su rival regional y enemigo declarado de su aliado EE UU. No sólo el rey Abdalá acudió a darle la bienvenida al aeropuerto, sino que la prensa local saludó su visita como "una oportunidad para rebajar las tensiones sectarias" del mundo islámico por extensión. Pero además de abordar la violencia confesional en Irak y la crisis en Líbano, países en los que Riad y Teherán apoyan a sectores enfrentados, Ahmadineyad buscaba disipar la inquietud saudí por su programa nuclear.
La visita, que el diario panárabe Al Hayat califica de "excepcional", se produce en un momento en que Irán se encuentra bajo gran presión de Occidente por sus ambiciones atómicas. A pesar de negar que planee un ataque, EE UU ha reforzado su presencia militar en el golfo Pérsico y acusado a los responsables iraníes de facilitar armas a milicias que atacan a sus fuerzas en Irak. A los países árabes de la zona, con Arabia Saudí a la cabeza, les preocupa tanto la nuclearización de Irán como la escalada verbal.
"Sólo hay una cosa que teman más que un Irán nuclear, y es un Irán bombardeado por Estados Unidos", estima un diplomático árabe destinado en Teherán. Las monarquías petroleras de la región recelan de las consecuencias económicas y medioambientales de un eventual ataque.
Trabajo en común
"Voy a discutir con el rey Abdalá el trabajo que debemos hacer en común en el mundo islámico y en la región", declaró el presidente iraní a su salida del aeropuerto de Teherán. Estas palabras reflejan tanto un reconocimiento del peso de su interlocutor en el mundo suní como su propia posición de liderazgo entre los chiíes, la rama minoritaria del islam a la que Irán dio peso político con la Revolución Islámica de 1979.
El reino saudí, cuna del islam pero que sigue la versión más rigorista de la ortodoxia suní, no oculta su preocupación por la creciente influencia del Irán chií en Oriente Próximo, en especial en Irak, Líbano y Palestina. La intervención de EE UU en la zona desde el 11-S ha reforzado al Gobierno de Teherán, al que ha librado de sus dos principales enemigos, el régimen talibán en Afganistán y Sadam Husein en Irak. En este país, el ascenso al poder de la mayoría chií le ha dado un importante peso, pero los países árabes suníes, con Riad a la cabeza, le acusan de apoyar a las milicias responsables de asesinar a suníes.
Ahora, en vísperas de la conferencia sobre Irak convocada por el Gobierno de Bagdad y de una próxima cumbre de la Liga Árabe, Ahmadineyad trata de aclarar su posición y eliminar los recelos de sus vecinos. "Queremos tener buenas relaciones con todos los estados de nuestro entorno", asegura Ali Akbar Javanfekr, asesor del presidente iraní. "Vamos a colaborar con cualquier país que trabaje para ayudar a Irak porque no hay derecho a la situación que se está viviendo allí", añadió. El portavoz de Exteriores dijo ayer que están estudiando una propuesta de Washington para mantener conversaciones directas sobre Irak durante la reunión de Bagdad. Respecto a Líbano, Ahmadineyad reiteró en Riad que su país respalda la formación de un Gobierno de unidad nacional.
"Irán ha dado prueba de su capacidad de desestabilización; ahora es el momento de que muestre su habilidad para participar en dar estabilidad", escribía ayer el director de Al Hayat.
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