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Un nuevo frente estratégico

Londres ofrece su territorio para instalar parte del sistema de defensa

El Gobierno británico negocia con Estados Unidos la posibilidad de acoger en su territorio parte del sistema antimisiles balísticos que Washington quiere instalar en suelo europeo. De cerrarse el acuerdo, el Reino Unido sería el tercer país europeo, junto a Polonia y la República Checa, dispuesto a albergar una parte del escudo de defensa estadounidense.

"Consideramos muy positivos los planes para desarrollar más instalaciones en Europa", señaló ayer Emilly Hands, portavoz de Tony Blair. "El primer ministro cree que es una buena idea que Estados Unidos nos tenga en cuenta", añadió.

Según publica en su edición de esta semana la revista británica The Economist, Blair está presionando a George W. Bush para que incluya al Reino Unido en sus planes de futuro. El semanario sugiere incluso que un nuevo silo para los misiles interceptores de ese sistema podría construirse en una base militar ya existente, aunque no en la de Fylingdales (norte del Reino Unido), en la que, a instancias de Washington, Londres ya modernizó en 2003 un sistema de alerta temprana para su utilización como parte del futuro escudo estadounidense.

Estados Unidos correría con los gastos de instalación y de los propios misiles, que cuestan cada uno 40 millones de dólares, aunque los dos gobiernos tienen aún que negociar a quién correspondería la decisión final de disparar los misiles interceptores.

Mientras tanto, el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, de visita en Australia, criticó ayer el creciente poderío militar de China. Su política, dijo, no es "coherente" con la filosofía manifestada por el país asiático de utilizar la paz como fuerza mundial.

Las críticas de Cheney, que también agradeció a Australia que mantenga sus tropas en Irak, se producen después de que el Gobierno de Pekín reconociera que en enero disparó un misil balístico contra un viejo satélite meteorológico situado en una órbita de unos 850 kilómetros. Esta prueba -que reactiva la carrera en el espacio después de 20 años sin ese tipo de ensayos- ha desatado las críticas de Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia.

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