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Reportaje:

La burocracia ahoga a los directores

En los colegios de primaria la falta de personal administrativo agrava las dificultades

J. A. Aunión

La llegada de nuevas tecnologías, sobre todo Internet, ha ido desviando hacia los centros educativos cada vez más gestión burocrática; para empezar, las solicitudes de becas de comedor, de libros o de transporte. Esto se ha sumado a una exigencia cada vez mayor por parte de la sociedad: planes de convivencia, atención más personalizada, programas para la diversidad, atención psicopedagógica, nuevas asignaturas... Y los equipos directivos (director, jefe de estudios y secretario) no dan abasto. Aun sin las mismas condiciones de trabajo y remuneraciones, los directores de centros públicos de primaria y secundaria de toda España están de acuerdo.

El papeleo consume hasta el 90% de la labor de dirección, aseguran los docentes
"La Administración debe delegar más", dice el responsable de un centro del País Vasco

Los datos periódicos de planificación, estadística o inventario, de proyectos, memorias, peticiones... Se trata de una cada vez más larga lista de tareas burocráticas que muchas veces les impide atender sus responsabilidades pedagógicas, o les obliga a hacerlo fuera de su jornada de trabajo. El problema es más acusado en primaria, ya que en la mayoría de las comunidades gran parte de los colegios carece de personal administrativo que alivie de esta carga al equipo directivo. A falta de estadísticas pormenorizadas, da la medida de la situación un dato global: en el curso 2004-2005, último registrado, había 7.185 trabajadores administrativos en los 15.930 centros públicos de enseñanza no universitaria (lo que incluye los de FP o las escuelas de idiomas o música). Sólo de primaria y secundaria había más de 13.800 colegios e institutos.

En algunas comunidades se está aumentando esa plantilla de administrativos, como en Andalucía o Madrid, aunque en la primera los sindicatos se quejan de que aún son muy pocos y en la segunda "se está optando por tener personal compartido entre dos o incluso tres centros", asegura la directora del colegio público El Tejar de Majadahonda (Madrid). En el País Vasco, hace ocho años que la normativa permitió liberar a un profesor de cualquier carga lectiva para atender a esos asuntos, pero esta medida no llega a los centros pequeños y una sola persona "no es suficiente" para los grandes, asegura Andoni Lizeaga, director del colegio público Ibai de San Sebastián. En otras comunidades, como Valencia y Baleares, los directores de primaria se tienen que conformar por el momento con promesas de futuras reuniones con la Administración para tratar el tema.

Al principio de curso, hay que gestionar y compulsar toda la documentación de la matrícula, luego llegan las ayudas para libros de texto, el transporte escolar, el comedor, por no hablar de las actas de las reuniones o si hay que pedir, suficientemente documentado, un profesor extra o solicitar unas obras o nuevo material. Ginés Pérez hace todo esto junto a su equipo directivo, secretario y jefe de estudios, en el colegio público El Fabraquer, de Campello (Alicante). Pérez puede reducir a la mitad sus horas de clase (el resto del equipo directivo también, pero en menor medida), pero a costa de cargar con más trabajo a sus compañeros. A diferencia de secundaria, ellos no ven reforzada su plantilla cuando los cargos directivos reducen su tiempo de docencia directa.

Pérez calcula que en el trabajo burocrático se va el 90% de su tiempo como director. Al igual que en Andalucía (que acaban de ver aumentado su complemento por dirección), los valencianos salieron recientemente a la calle a protestar. Pero, de momento, Pérez sigue llegando al colegio a las 8.30 un miércoles cualquiera, para salir a las 18.30.

A esa hora, más o menos, el director del colegio público Ibai, de San Sebastián, Andoni Lizeaga, seguía también en el centro un día de la semana pasada. "Hace unos años, cuando empecé como director, no tenía horas de clase; ahora, con la enorme carga que hay en el centro, tengo 13 horas semanales que compaginar con la dirección", se queja.

El hecho de tener un administrativo, reconoce también Xoán Manuel Vázquez, director del instituto de secundaria de Fene (A Coruña), no garantiza eludir el ahogo. Lo dice también a media tarde, desde su casa, pero mientras sigue trabajando. Tiene que preparar un informe sobre las necesidades de su centro para solicitar unas obras de construcción de un gimnasio, un aula de tecnología y otra de dibujo. "Estas cosas no las puedes hacer en el instituto. En cuanto pones un pie allí, quitando las horas de clase, todo es atender contingencias: un alumno que ha hecho algo, unos padres que quieren hablar contigo, un profesor de baja...", relata.

"No hay que olvidar que, además de la carga burocrática, nuestro objetivo primordial es aunar toda la potencialidad del personal para que la enseñanza y la socialización se lleven a cabo con éxito", asegura Josu Aguirre, del instituto Txindoki Alkartasuna, de Beasain (Guipúzcoa). Aguirre resume algunas de las necesidades: mejorar los sistemas de gestión (los directores de Madrid se quejan del programa informático centralizado) y, sobre todo, más autonomía. "Es imprescindible que haya más confianza entre las administraciones y los centros. Deben delegar mucho más y dejar funcionar a las escuelas e institutos; por supuesto, sujetos a una buena evaluación de los proyectos de centro", asegura Aguirre.

LUIS F. SANZ

UNA JORNADA EN UN CENTRO CUALQUIERA

9.29. Elena Márquez (44 años) entra a trabajar. Es la directora del colegio público El Tejar, en Majadahonda, a 18 kilómetros de Madrid. 480 alumnos, 32 profesores, y un auxiliar administrativo, de baja, y sin sustituto, los últimos dos meses. En un día cualquiera, Márquez no dejará de atender el teléfono en toda la jornada

9.30. Varias familias hacen cola para entregar la solicitud de beca para libros de texto (antes fueron de comedor, de transporte). Otros quieren informarse sobre el centro para llevar a su hijo el curso siguiente. También es el primer día de clase de un niño de origen extranjero; hay que tomarle los datos, informarle de las becas... Faltan tres profesores por enfermedad, uno de ellos es la jefa de estudios; hay que hacer las gestiones para sustituirles

10.30. Márquez entra en un aula. Puede reducir el número de clases que da, pero a costa de que sus compañeros tengan más; la plantilla de un colegio es cerrada

12.00. Tras el recreo, Márquez sigue dando clase. Llega al centro el inspector educativo y tiene que interrumpirla para atenderle. Hay que buscar a un sustituto

14.00. Comida en el centro

15.00. Gestión de datos. Las faltas de profesores y alumnos, incidencias... Se hace a través del ordenador en un sistema centralizado en la consejería (a veces no funciona). Hoy tocan las becas para libros. Hay 300 solicitudes y se tardan ocho minutos en procesar cada una

16.30. Puede que las labores que aún le quedan le obliguen a quedarse en el centro. Con suerte, son tareas pedagógicas que puede hacer en casa. La última, la redacción de un proyecto, en colaboración con una ONG de educación para la paz. Dos horas, tres..., depende del día

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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