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Reportaje:

Arreglo entre gallegos

El dueño de Zara financiará la rehabilitación de la Embajada de España ante el Vaticano, que dirige Francisco Vázquez, ex alcalde de A Coruña

Carlos E. Cué

Los gallegos, pueblo emigrante por antonomasia, tienden a juntarse con sus paisanos en cualquier lugar del mundo. Francisco Vázquez, ex alcalde de A Coruña, siempre ha ejercido de gallego. Tal vez por eso, cuando le nombraron embajador de España ante la Santa Sede, en Roma, y vio el estado del impresionante Palacio de España, un edificio del siglo XVI que necesita un urgente lavado de cara, pensó inmediatamente en pedir ayuda a otro gallego. Llamó a Amancio Ortega, el hombre más rico de España, propietario de Inditex y, por tanto, de Zara.

"Le conocía bien de mi época de alcalde, teníamos una buena relación. Es un hombre muy preocupado por el patrimonio artístico español", explica Vázquez desde Roma. "Y es un gran mecenas. Sus actuaciones no son conocidas porque no le gusta la publicidad, pero yo sí sé lo que ha hecho en los colegios públicos de la zona de Arteixo, hay unas instalaciones informáticas únicas en el mundo", se entusiasma.

Ortega aceptó encantado, y donará, según Vázquez, un millón y medio de euros para restaurar la fachada. "Es que los vecinos nos estaban dañando el amor propio", se justifica el embajador. "El ayuntamiento acaba de terminar la restauración de la Piazza di Spagna [con sus conocidas escaleras, frente a la embajada], el Vaticano también había reparado otro edificio de la plaza y el modista Valentino hizo lo mismo con el suyo. Sólo faltábamos nosotros. Ver la bandera de España ondear en un palacio que destacaba por su deterioro nos hería el amor propio. Por eso yo le propuse la idea al ministro [Miguel Ángel] Moratinos, que la aceptó encantado, y llamé a Ortega". El acuerdo se cerró hace tres semanas entre el ministro y el empresario.

Vázquez cree que es el primer caso de una embajada española que, en vez de ser reparada con dinero público, obtiene financiación privada. "Lo hace sin ninguna contraprestación. De hecho, no creo que le guste que haya trascendido la noticia. No pide publicidad de Zara ni nada. Esto puede sonar extraño en España, pero el mecenazgo en edificios públicos es habitual en el mundo anglosajón", explica Vázquez.

Esta embajada no es como las demás. Se trata de la primera misión diplomática permanente del mundo. La abrió Fernando el Católico, en 1480. La República de Venecia le imitó y ambos dieron paso al concepto de embajada. El edificio, además, tiene muchas particularidades. Es del siglo XVI, aunque fue el Conde de Oñate, embajador de entonces, quien lo compró para España en 1647. Se lo vendió la familia Monaldeschi por 22.000 escudos romanos. Se trata de un palacio enorme, de 11.000 metros cuadrados. Borromini diseñó su ampliación y trazó la escalera principal y el vestíbulo. El arquitecto Antonio el Grande fue el continuador de las obras.

La embajada, que es además sede de la cancillería y residencia del propio Vázquez, alberga una valiosa colección de tapices, una notable pinacoteca y dos bustos de Gianlorenzo Bernini de 1619, El alma beata y El alma condenada. "Es un escaparate de la diplomacia española en el mundo. Además, está muy vinculada a la persona del Rey, que nació detrás de este edificio. Tiene salón del trono y un apartamento real, siempre preparado por si viene a Roma", cuenta Vázquez. Aquí vivió cuatro años Velázquez y pintó La Fragua de Vulcano, cuyos personajes eran los sirvientes del palacio. Giacomo Casanova trabajó como intérprete de francés.

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Si la embajada no es como las demás, tampoco lo es el embajador. Vázquez gestiona, por ejemplo, más de 300 pisos en Roma como director de la Obra Pía, una institución que posee algunos de los mejores edificios de la capital y siempre fue conflictiva.

El ex alcalde quiere que los obreros empiecen la obra de la fachada cuanto antes. Hay una fecha límite. El 8 de diciembre, como cada año, el Papa acudirá a la Piazza di Spagna para rezar ante el Pilar de la Inmaculada Concepción, inaugurada en 1857 por Pío IX. Allí se juntarán los fieles, y sobre todo la Curia. Y Vázquez, encantado con su nuevo puesto después de 23 años como alcalde de A Coruña, quiere quedar bien. Si se cumplen las previsiones -algo que en Roma nunca es fácil- lo logrará, pero no gracias al Estado, sino al gallego Ortega.

Francisco Vázquez y Amancio Ortega.
Francisco Vázquez y Amancio Ortega.

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