"Nunca provocaré a las víctimas"
Rafá Zouhier es reprendido por departir con Suárez Trashorras y dedica un cartel a los afectados por el 11-M presentes en la sala
Rafá Zouhier llegó ayer dispuesto a llamar la atención, y vaya si lo hizo. El presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, tuvo que mandar a la policía para que se callase y dejase de departir con José Emilio Suárez Trashorras. Sus compañeros en la urna blindada le tuvieron que regañar porque no escuchaban lo que decía Youssef Belhadj. Con grandes aspavientos intentó llamar la atención de los periodistas, e incluso reconvino a alguno. Y, como colofón, pegó al cristal un cartel escrito a mano dedicado a las víctimas presentes en la sala.
Zouhier, con camisa de diseño, fue cambiando su posición en el interior de la pecera. Tras el primer receso de la mañana, logró sentarse en la segunda bancada, justo detrás del ex minero Trashorras. Toco la espalda del asturiano y empezó a hablar con él. Zouhier parecía pedirle explicaciones con las manos abiertas, al tiempo que hacía signos de escribir.
El blindaje impedía saber de qué hablaban, pero hubo un signo inequívoco de que el tono se estaba elevando. Uno de los compañeros de bancada le pidió con la voz y el gesto que bajara el tono de voz porque, se tocó el oído, no se estaba enterando de qué estaba contando Belhadj.
La conversación se reanudó tras un minuto de silencio. Trashoras y Zohuier se miraban tensos, pero seguían hablando. La imagen de los contertulios se proyectó en las pantallas de la sala, las que muestran la señal de televisión que sale al exterior. Gómez Bermúdez lo vio y reaccionó de inmediato. Llamó con gestos a los agentes de policía que custodian el exterior de la urna. No hizo falta escucharle para saber que le dijo: "Haga que se callen". Obedecieron a la primera.
Rafá Zohuier tenía para más. Llamó la atención de los periodistas, agitando las manos, marcando el número cuatro y cabeceando en señal de desaprobación. Los destinatarios de la mímica no entendieron nada, pero sacaron como conclusión de que les regañaban. El procesado siguió intentando que le hicieran caso hasta el final.
Y casi al final de la declaración de Belhadj mostró su última baza. Desde el principio se vio que llevaba algo en la mano, un cuadradito blanco que apretaba y removía. El misterio se desveló cuando una víctima de los atentados aprovechó un receso para pegarse a la urna y susurrar. "Si os cogiera os retorcería...", mientras sus manos se retorcían como si estrujaran algo. "El cuello, el cuello les retorcería", aclaró la mujer.
Zohuier se puso frente a ella, y desplegó un folio cuadriculado, escrito en holandesa con letras mayúsculas rellenas de tinta de bolígrafo azul: "Nunca provocaré a las pobres víctimas, por las que arriesgué mi vida avisando a la Guardia Civil...". Ponía algo más, pero lo guardó de súbito cuando un policía se interpuso. El procesado siempre ha mantenido esa postura, la misma línea de que él fue el único que hizo algo por evitar el 11-M.
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