Reportajes que pasaron a la historia
LOS TEXTOS periodísticos, incluso los que son muy buenos, suelen estar condenados a terminar en la bolsa de la basura o entre un montón de papeles arrinconados en un desván. Únicamente la edición en libros permite salvar algunas crónicas, es decir, ofrece la oportunidad de que un puñado de reportajes se conviertan en Historia con mayúsculas. Sería el caso de Homenaje a Cataluña (Destino), de George Orwell, una obra fundamental para comprender la Guerra Civil, o Despachos de guerra (Anagrama), de Michael Herr, un libro imprescindible para adentrarse en el horror de Vietnam.
Autores como el polaco recientemente fallecido Ryszard Kapuscinski han publicado varios libros que han reflejado de forma ejemplar sus avatares profesionales y los conflictos que sacudieron el mundo, como El emperador o Ébano (Anagrama). Otros como el estadounidense Bob Woodward alcanzaron fama con el caso Watergate y han seguido una línea de investigación, cuyos últimos títulos son Plan de ataque (Planeta) y Negar la evidencia (Belacqua).
En cualquier caso, todos los grandes periodistas que han llegado a ser cronistas de su tiempo han arriesgado mucho, bien en los frentes de guerra o bien en las cloacas del sistema, como el alemán Günter Wallraff, autor de El periodista indeseable (Anagrama), una obra que debería ser de consulta obligada en todas las facultades de periodismo. Si nos acercamos a los temas más recientes cabría citar a Seymour Hersch y su Cadena de mando, una impresionante denuncia de los abusos de Estados Unidos en Irak, o Historia del presente (Tusquets), de Timothy Garton Ash, un profundo análisis de los cambios en la década de los noventa tras la caída del muro de Berlín en 1989.
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