De Lope a 'Marat-Sade'
Jean-Paul Marat y el marqués de Sade debaten sobre la revolución en la obra de Peter Weiss que la compañía Animalario representa en el Centro Dramático Nacional en versión de Alfonso Sastre. Marat-Sade reinventa uno de los espectáculos públicos que el marqués organizó con los internos del manicomio de Charenton, donde pasó sus últimos once años de vida.
En el pinar que rodea el Sanatorio Esquerdo, al que los intérpretes de Marat-Sade han estado yendo para familiarizarse con el comportamiento de los enfermos mentales, hubo hasta hace siete años un teatro. El doctor José María Esquerdo, pionero español de la terapia ocupacional y el psicodrama, lo mandó construir en 1908 para hacer representaciones con locos y cuerdos, abiertas al público. Solía acudir todo Madrid, porque la clientela del sanatorio era pudiente. Lástima que un edificio con tanto valor simbólico haya sido derribado, y que apenas se conozca lo que allí se hizo. Conservo un programa de mano de 1930 en el que se anuncia: "Teatro Esquerdo. Gran velada dedicada a Carlos Arniches, que nos honrará con su presencia. Orden del espectáculo: 1. Sinfonía. 2. Los granujas, zarzuela en un acto. 3. Fin de fiesta...".
Entre la treintena de intér
pretes, sin contar coro y orquesta, figura una heredera del doctor, fallecido en 1912. Esquerdo, que llegó a ser jefe del Partido Republicano Progresista y diputado, eliminó barrotes y camisas de fuerza, y situó a sus pacientes en un ambiente amable, pues los cuidadores vivían en el sanatorio con sus parejas e hijos. Era frecuente ver conversando a niños y locos en el pinarcillo de Carabanchel.
Charenton, en el bosque de Vincennes, es el manicomio donde la media burguesía y la pequeña aristocracia parisiense recluían a sus parientes molestos. Los pobres acababan en sitios mucho peores. El marqués de Sade fue a parar allí en 1803, cuando su director era el abate François Simonet de Coulmier. Hicieron buenas migas. Organizaron comedias con los enfermos, para público aristocrático: en esos días, en la capital francesa no había nada más chic. Marat-Sade recrea una de esas representaciones desquiciadas escritas por el marqués.
Peter Weiss, su autor, imagina a los locos de Charenton representando los últimos días de Jean-Paul Marat, dirigidos por Sade, que se interpreta a sí mismo. Esta comedia enfrenta dialécticamente al revolucionario con el individualista, al político con el artista, y el teatro brechtiano con el de Artaud. Sade predica el placer, Marat, un mundo mejor. La partida está abierta. Andrés Lima, director de la compañía Animalario y del montaje que se estrena el jueves próximo en el Teatro María Guerrero, debe decidir cómo acaba. Swinarski, en el estreno berlinés de 1964, se decantó por la victoria de Sade. Weiss dijo luego que el director que no hiciese triunfar a Marat traicionaría sus intenciones. En el montaje de Marsillach, de 1968, el público madrileño acabó coreando en pie: "Revolución, revolución", pensando en el Mayo francés. Es posible otra lectura, historicista y escéptica, si el director subraya la entrada del loco con la guadaña y el sombrero de Napoleón en la escena final, mientras Coulmier, las monjas y los enfermeros intentan detener el avance del resto de los pacientes.
La costumbre de hacer repre
sentaciones con alienados se inauguró con una finalidad nada terapéutica. En Valencia, donde en 1409 abrió el primer manicomio de la Europa cristiana (hubo uno anterior en la Granada musulmana), se les hacía salir en procesión, para recaudar limosna. Uno iba caballero en burro, con mitra y tambor; otros, con trajes llamativos, máscaras, cascabeles y sonajas. Llenaban sus bolsillos en metálico y en especie. Lope de Vega, que pasó el año de 1589 desterrado en Valencia, vio estos pasacalles, y los recreó en su comedia Los locos de Valencia, primera ambientada en un manicomio: Teatro Corsario la pondrá en escena en julio próximo, en el Festival de Almagro.
Marat-Sade. Madrid. Teatro María Guerrero. Del 23 de febrero al 29 de abril.
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