Carcoma e hipocresía
Uno de los factores del sensacionalismo es la hipocresía. Bajo el manto de la preocupación por la verdad, por ejemplo, edifica una montaña de mentiras, y traslada a la gente la impresión de que en realidad están aclarando la tiniebla. La tiniebla que el sensacionalismo fabrica. Una carcoma. Pasa con el terrible atentado del 11-M. Ahora se hace recuento, no siempre con buena fe sino con hipocresía. Las televisiones están llenas de declaraciones y de memoria. En los telediarios del miércoles, antes de que CNN+ y laOtra ofrecieran ayer las imágenes gélidas pero tensas del inicio del juicio, vi a Mariano Rajoy expresando una convicción que me hizo recordar otra que hizo el 13 de marzo de 2004 al diario sensacionalista El Mundo. Decía ahora el líder de la oposición: "Yo lo que quiero es claridad". Y dijo entonces, a toda plana en el citado periódico, en medio de la jornada de reflexión que él mismo rompía con estruendo, que tenía "la convicción moral" de que el atentado había sido obra de ETA.
El presidente Aznar había alentado esa especie, ayudado por sus ministros Acebes y Zaplana, y siguió confundiendo hasta anteayer. En medio de esos latiguillos que el sensacionalismo fabrica, Rajoy reclamaba "claridad" para este momento. La claridad la han empañado él y sus partidarios periodísticos, con una aviesa insistencia; ayer una figura de la radio episcopal decía que si esto fuera Estados Unidos quien tendría que ir a juicio es el juez que ha instruido este caso. En cada línea de la prensa que vive de aventar sospecha alienta el sensacionalismo, a veces con saña, siempre con hipocresía.
Vi en 59 segundos, TVE, una buena entrevista a Pilar Manjón, y de inmediato vinieron algunos de los que ciernen la sospecha, lanzando, con la insistencia de los tópicos, la sensación de que son dueños de la verdad y de la duda al mismo tiempo. Se ve que la Verdad será sólo lo que se avenga a sus prejuicios.
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