Parques sin muchos atractivos
Las instalaciones temáticas españolas son poco visitadas y la mayoría está en números rojos
Si los propietarios de los grandes parques temáticos españoles querían soltar adrenalina, lo han logrado. Su experiencia ha sido como la travesía de uno de esos túneles del horror tan populares en sus recintos. De los cuatro grandes parques promovidos a finales de los noventa, sólo uno de ellos -Port Aventura- ha logrado la masa crítica de visitantes capaz de garantizar la rentabilidad.
Mientras que Port Aventura recibe casi millón y medio de extranjeros, Isla Mágica tiene sólo 180.000, de los que la mitad son portugueses
Terra Mítica ha visto descender su facturación desde los 35,1 millones de euros de 2003 a los 28,9 millones del pasado ejercicio
Los otros tres grandes parques temáticos españoles siguen anclados en números rojos. Una situación causada, según los expertos, por un error de partida: creer que el mercado español se iba a comportar como el estadounidense, algo que, según Jesús Morte, presidente de la Asociación Española de Parques de Atracciones (AEPA), nunca podría llegar a ocurrir, porque, según apunta Luis María Huete, profesor del IESE, "a los españoles, por cultura, no les gusta el ocio empaquetado". Mientras que 300 millones de estadounidenses realizan cada año 350 millones de visitas a sus parques, en España no supera los 12 millones, una cifra que impide que el sector cumpla las expectativas en él depositadas.
A 12 años de la apertura de Port Aventura y 10 de la de Isla Mágica, el sector, que habría facturado 600 millones de euros en 2006, sigue sin consolidarse. A excepción del parque catalán, los demás no tienen razones para celebrar sus aniversarios con fuegos artificiales. Terra Mítica, fundado en 1997 por iniciativa de la Generalitat Valenciana y que abandonó la suspensión de pagos hace meses, ha visto descender su facturación desde los 35,1 millones de euros de 2003 a los 28,9 millones del pasado ejercicio. Sus pérdidas, sólo entre 2003 y 2005, suman la friolera de 123 millones de euros.
Algo parecido a lo del Parque Warner de Madrid (ahora en manos de Fadesa), cuyos ingresos bajaron desde los 46,1 millones de 2003 a los 34,3 millones de 2005 y sumó pérdidas por valor de 120 millones entre 2003 y 2005. Sólo se salva Port Aventura, que entró en rentabilidad en 2004 -2,8 millones ese año, 6,4 millones al siguiente y 12,4 millones en 2006-, pero que en las ocho temporadas anteriores cerró con números rojos todos los años -excepto en 1997- pese a sus tres millones de visitas anuales.
Difíciles beneficios
¿Tan difícil es ganar dinero con los parques temáticos en España? Parece que sí. Port Aventura, que alcanzó en 2006 su máximo de visitas (3,9 millones), sólo logró beneficios después de culminar un plan para convertirse en destino turístico y construir un resort de vacaciones diversificado. Un proyecto que, según explica una portavoz de la empresa, "se inició en 1998 y se puso en marcha en 2002". Un parque acuático, un beach club (para explotar la cercanía con el mar) y tres hoteles de cuatro estrellas han sido las principales iniciativas. La inversión efectuada, por valor de 250 millones de euros, valió la pena, ya que Port Aventura se ha convertido en el mayor parque del sur de Europa. El 36% de sus visitantes vienen del extranjero, y los franceses del sur del país lo visitan más que Eurodisney. Además de que ya logra ingresos con la diversificación. "La división de eventos del parque facturó 5,5 millones de euros en 2005".
Estos éxitos han llevado a la empresa (participada por La Caixa al 94%) a continuar por la misma línea. "En 2008", prosigue, "inauguraremos tres campos de golf y en 2009, un nuevo hotel y un centro de convenciones, además de 2.500 viviendas". Los hoteles han sido vitales para el parque, pues han permitido ofrecer paquetes integrados (estancia y ocio) y aumentar los ingresos. Port Aventura supo aprovechar la llegada de Ryanair a Reus, con la que ha firmado acuerdos para atraer clientes que capta en Francia, el Reino Unido o Irlanda, ciudades a las que vuela la compañía y en las que despliega publicidad en televisión, radio o vallas.
El éxito de Port Aventura hubiera podido ser imitado por los demás parques. Pero no parece que vaya a ser así. Se diría que las bajas cifras de visitantes del Parque Warner, Terra Mítica e Isla Mágica (en torno al millón) y las fuertes pérdidas y deudas han desinflado el ánimo de sus accionistas, que han optado por un perfil defensivo: consolidar sus cifras de visitantes, ampliar la oferta, reducir los costes, hacer un uso inmobiliario de terrenos sobrantes (menos ambicioso que el de Port Aventura) y dar con un comprador. Algo que está en marcha en el Parque Warner, donde Manuel Jove, el anterior propietario de Fadesa, ha firmado un acuerdo con su anterior empresa (adquirida por Martinsa) para comprar el paquete de ésta en el parque. Jove se centrará en buena parte en el área inmobiliaria (hoteles, centros comerciales o factory outlets), mientras que el parque será gestionado en los próximos 10 años por Parques Reunidos, un grupo experto en recuperar parques obsoletos y que acaba de ser adquirido por Candover.
De momento, estas empresas han realizado ya un cierto downsizing. Creadas como parques de destino, clones de Eurodisney a menor escala, se han rediseñado como parques regionales. "No podemos ser un parque de destino", reconoce Santiago Lumbreras, directivo de Terra Mítica, "al que habría que buscar los clientes en el exterior, porque eso sale carísimo". Lumbreras explica que el parque "tiene una afluencia adaptada a la demanda de su entorno, unos 300 kilómetros. Tenemos 1,1 millones de visitantes. No creo que pudiéramos llegar a los dos millones". Además, en su opinión, "tampoco sería acertado hacerlo. Multiplicar la afluencia nos obligaría a aumentar la plantilla". En Isla Mágica, Peláez apunta: "Nuestra vocación es servir a Andalucía, Extremadura y el sur de Portugal. Somos un parque regional". Cierto. El 70% de sus visitantes viene de Andalucía. Mientras que Port Aventura recibe casi millón y medio de extranjeros, Isla Mágica recibe sólo 180.000, de los que la mitad son portugueses.
La búsqueda de soluciones inmobiliarias para paliar la escasez de ingresos está siendo respaldada por las autoridades regionales. Para poder deshacerse de su 43% en el Parque Warner, la Comunidad madrileña firmó un acuerdo con el Ayuntamiento de San Martín de la Vega, que amplía la zona de explotación inmobiliaria de 275.000 a 667.000 metros cuadrados. También Terra Mítica, participada en un 20% por el Gobierno regional, acudió a la venta de solares sobrantes.
Sólo falta Isla Mágica. El problema es que el parque no es propietario de los terrenos sino que los ocupa a cambio de un canon hasta el año 2033. Le quedarían, pues, 26 años para devolver el recinto, lo que impide su venta. Para solventar este percance está en negociaciones con el ayuntamiento, propietario de Cartuja 93.
Los directivos de los tres parques están convencidos de que los esfuerzos de promoción, el control de los gastos y el aprovechamiento inmobiliario, unidos a la amortización de las inversiones, permitirán entrar en beneficios. Peláez, de Isla Mágica, afirma: "Nuestro parque ya está en beneficios operativos y podría entrar en netos en dos años". En Terra Mítica confían en lograr ese objetivo en 2010.
En Terra Mítica e Isla Mágica apuestan por la entrada de un accionista del sector que se haga con los paquetes de los grandes accionistas (básicamente cajas), deseosos de recuperar sus inversiones. Éstas fueron, en Terra Mítica, de 350 millones de euros, a los que hay que sumar las inversiones posteriores y las pérdidas acumuladas. Entre los principales candidatos están Parques Reunidos y Aspro Ocio, especialistas en la explotación multiparque y que "han mostrado ya su interés". Parques Reunidos es una empresa con 26 instalaciones en España, Francia, Italia, Bélgica, Noruega y Argentina, y que ha demostrado su capacidad para convertir un entonces obsoleto parque, el de Madrid, en un recinto atractivo. Aspro, líder en parques acuáticos, cuenta con 26 instalaciones.
A los compradores les preocupa el sobredimensionamiento de estos parques, creados para un público objetivo que sólo existía en los papeles. "Se hicieron inversiones", dice Luis María Huerte, "basándonos en unos estudios inflados, que atribuían a estos parques la posibilidad de recibir dos o tres millones de visitantes".
Una visita cara
Un jarro de agua fría. Huerte apunta razones económicas. "Visitar un parque con la familia puede costar 200 euros, una cifra que no está al alcance de todos los españoles". Lo peor es que los turistas tampoco han acudido. "Hemos descubierto que vienen principalmente a la playa", comenta Peláez, una opinión compartida con Huete, quien señala: "Muchos de los que van a las zonas de costa llegan con el hotel y las comidas pagadas, y sin mucho dinero disponible para otros gastos".
Tras el interés inicial, la afluencia a estos recintos grandiosos, con centenares de millones de euros inmovilizados, ha tendido a caer. "Empezamos con un 2001 fantástico", recuerda Santiago Lumbreras, de Terra Mítica, "y luego no dejamos de bajar hasta 2004". Igual que en Isla Mágica, que según los estudios debería recibir 1,6 millones de visitas.
Abrumadoras son las exigencias de capital. A la fuerte inversión inicial hay que sumar las inversiones anuales. "Las dos nuevas atracciones que vamos a introducir este año", dicen en Terra Mítica, "costarán unos siete millones", el 27% de los ingresos del parque. La nueva atracción de Port Aventura para 2007, un acelerador que va de 0 a 135 kilómetros/hora en tres segundos, costará 15 millones de euros. "Es imposible ganar dinero mientras amortizas sumas tan fuertes", se queja Peláez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.