La espantada del PP
Los síntomas son elocuentes: el PP valenciano ya no puede ocultar sus estragos y malparanza, a consecuencia de los continuos enfrentamientos personales, políticos y de quién sabe qué naturaleza entre Camps y Zaplana. En cuestión de días, el panorama que se nos ha descubierto resulta significativo. Si cunde la espantada, veremos cómo se las apañan, para detenerla. No parece empeño fácil. Quizá porque su abultada afiliación está amortizando su escasa y desencantada militancia. Ya han empezado las bajas en las filas populares, y se dice que en algunos municipios los desertores presentarán sus listas electorales, con otras siglas. Solo es el principio y los datos no son tan relevantes, como para andarse con diagnósticos. Pero sí hay noticia de que más de uno está haciendo las maletas, por pudor y convencimiento de que liderar la oposición, en democracia, aunque sea de talla encogida, es presentarle al pueblo soberano alternativas serias y solventes, y no levantar un prontuario de falacias, descalificaciones, insultos y ranciedades, con la errada y herrada pretensión de abatir así al adversario o ¿al enemigo?, en medio de una muy penosa copia de aquella liturgia del bocadillo y el autobús gratis, de la que se servía la dictadura de Franco. Y a ese prolongado sentimiento de frustración e impotencia, que es la salsa en la que se cuece y se retroalimenta la jerarquía popular, lo exacerba la retórica memorizada de Rajoy, los trabalenguas con frenillo de Acebes, las representaciones de aficionado de Zaplana, y más clamorosamente las apariciones, como de timo y escenografía mariana, del ex presidente Aznar. En su última aparición, el ex presidente Aznar ha confesado su ignorancia acerca de Irak y de sus inexistentes armas de destrucción masiva -¿dónde, pues, sus "informes secretos"?, ¿dónde sus "créanme, créanme"?-, y por añadidura su sumisión y complicidad con quien, menospreciando la organización y legalidad internacionales, invadió un país, que años después aún se desangra, día a día. Qué abominación. Cuatro años ha tardado el ex presidente Aznar en recuperar la memoria y confesar su fracaso, inútilmente blindado de sarcasmo. ¿Cuánto tiempo habrá de transcurrir para que el presidente de la Generalitat y del PP valenciano tire de memoria y reconozca dónde han varado, su antecesor en el cargo y él mismo, nuestra autonomía, cómo la han desarbolado, cómo la han demolido, cómo la han hecho o la han pretendido hacer a su imagen y semejanza, que es la imagen y semejanza fétida de otros presuntos políticos cavernarios y ciertos empresarios que le dan a la corrupción, sin que se les mueva el postizo? ¿Qué hay de esa sociedad de la Generalitat que abonó los sobrecostes ilegales de Terra Mítica?, ¿qué temor o qué ternura le inspira Carlos Fabra, para hacerle el papel de escudero?, ¿qué, de tantos viscosos asuntos inmobiliarios? La elaboración de las candidaturas puede poner a flote demasiada podre... Se las han pirado algunos ediles. Pero, ¿y si salen en manada y de estampida?
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