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Reportaje:

Los placeres musicales de la convivencia

La Orquestra Àrab de Barcelona convence en su presentación oficial en el Auditori

No sucede a menudo pero, en algunas ocasiones, el alcance de determinados proyectos musicales puede superar al de su contenido estrictamente musical. El pasado jueves se presentaba oficialmente en el Auditori barcelonés la Orquestra Àrab de Barcelona. Una iniciativa interesante que, sin plantear aparentes novedades (los puentes y las colaboraciones interculturales están a la orden del día), puede (debería) sentar entre nosotros algunas bases de armonía, entendimiento y placeres lúdicos compartidos.

Un comentario cazado al vuelo durante el concierto: "Le voy a llevar el disco a mi madre y seguro que le empiezan a caer bien los moros". Seguro, y si la mencionada señora hubiera estado allí escuchando cómo sonaba L'emigrant entonada sobre un ritmo magrebí, probablemente hasta le hubiera brotado alguna lágrima. El sentimiento de las palabras de mosén Cinto cobra una dimensión catedralicia en la voz de Ayoub Bout, cantante de la Orquestra Àrab de Barcelona y emigrante tan forzoso como el que cantara Verdaguer hace más de 100 años.

Citar ampliamente L'emigrant podría ser simplemente un guiño a la audiencia o una señal de gratitud, pero la cosa no se quedó ahí. La Orquestra Àrab de Barcelona basa su propuesta en las diferentes caras de la música clásica norteafricana debidamente puestas al día y abriéndose tanto a otros ritmos mediterráneos como al flamenco o a la música cubana. Es una amalgama que en sus manos suena completamente natural, un cóctel (sin alcohol) vitamínico y reconfortante.

La irrupción en el escenario del volcánico pianista cubano Omar Sosa, por ejemplo, puso patas arriba la abarrotada sala Tete Montoliu del Auditori: tanto daba de dónde procediera la música, todo el público estaba en pie como movido por algún tipo de magia blanca. La mezcla cultural estaba tanto en el escenario (un par de músicos catalanes, un griego y cuatro árabes conforman el núcleo base del grupo) como entre el público (las entradas se habían vendido tanto en las taquillas del recinto institucional como en las carnicerías árabes del Raval), y las manos se tocaban de forma espontánea, irradiando felicidad.

Además, la Orquestra Àrab de Barcelona no se conforma con meter en su propia coctelera diferentes elementos rítmicos y toma partido ya desde el primer momento con temas que no sólo hablan de la emigración, sino también de la violencia sexista o condenan abiertamente los atentados terroristas.

El jueves la banda sonó potente, tocó con alegría bajo el control estricto del violinista Mohamed Soulimane, y la voz de Ayoub Bout se expandió convincente e invitando constantemente al movimiento. Añadamos una solvente y maleable cantaora, un colorista grupo de percusionistas gnawa de Marruecos y una puesta en escena discreta, sin florituras innecesarias, y tendremos todos los elementos que convirtieron la presentación del grupo en un acontecimiento.

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