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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ingenuidad y desengaño

Joaquín Gianuzzi, muerto hace tres años, fue uno de los poetas más destacados de Argentina desde la llegada de la democracia. Una amplia antología de su trabajo da cuenta de una obra directa, descriptiva, seca y muchas veces antipoética.

ANTOLOGÍA POÉTICA

Prólogo de Osvaldo Picardo

Visor. Madrid, 2006

175 páginas. 12 euros

En sus últimos veinte años -murió a los 80 en enero de 2004, en Buenos Aires, donde vivió toda su vida-, Joaquín Gianuzzi disfrutó de un reconocimiento notorio en Argentina: en los ochenta, con la vuelta de la democracia, recibió los premios más importantes del ámbito nacional. En 2000 un sello de gran difusión, Emecé, sacó su Obra poética; pocos meses antes de morir aún publicó un breve libro, Hay alguien ahí, y dejó establecida la selección para la presente antología. En 1994, en el dosier que le dedicó la revista porteña Diario de Poesía, se le adjudicaba un lugar central en la nueva genealogía poética rioplatense. "Yo he tratado de conseguir una poesía donde explícitamente esté el mundo, estén las cosas", decía entonces... "Mi ideal es la poesía descriptiva... Otro ideal mío es introducir lo trivial...".

Como Juan Gelman (seis años más joven que él), como Alejandra Pizarnik, como Juan José Saer, Gianuzzi pertenece a la serie de poetas argentinos hijos de inmigrantes -italianos, en su caso-, que, con distintos tratamientos, convierten en virtud una cierta inseguridad -o una cierta frescura- en su relación con el castellano. No hay en él rastro de surrealismo, no hay léxico prestigioso (llegado el caso, prefiere "la espesa materia palpitante" de un sapo a la ligereza aristocrática de la rana), no hay filigranas retóricas. Su obra reivindica para la poesía aptitudes tales como claridad, concisión, actualidad. Desde su primer libro, Nuestros días mortales (1958), está en la línea de lo que después se llamará antipoesía, realismo, objetivismo: sus versos, con frecuencia despreocupados de la eufonía y del ritmo, son como posavasos voluntariamente aureolados de monocromía oficinesca, tinta de crónica periodística y posos del café. Por este camino adusto, por una constante oscilación entre ingenuidad y desengaño, Gianuzzi acuña ejemplos perdurables del lirismo a martillazos: "Abrumado por el tabaco y la cultura / ... / en las decepciones periódicas del hígado", "Lunes con un montón de poesía inconclusa / y un racimo de uvas vencidas en plena caída"; "la substancia sospechosa de mi poesía / como un montón de huesos bajo un papel de diario"; "te nacieron, te dieron sombra, / te enfermaron, te operaron y después a la calle"; "la razón del malestar que precede a la sentencia"; "...nos hacemos / mutuamente insoportables y comienzan / a nacer nuestros hijos"; "el constante programa del engaño"; "... la cultura consiste / en martirizar a fondo la materia y empujarla / a lo largo de un intestino implacable". En Señales de una causa personal (1977), publicado en lo más crudo de la dictadura, hay un poema que termina: "una catástrofe sobre el olor a guiso, / mientras hay fuego en la cocina / y es de noche en todo el país".

En efecto, este "gusto por la frase seca y sin vueltas", en palabras de Daniel García Helder, convirtió a Gianuzzi en una referencia central entre los jóvenes poetas que, en la década de 1990, impulsaron en Argentina el movimiento conocido como "objetivismo" -y que, ya ramificado, sigue siendo hoy el haz de líneas dominantes-. En su reciente Breve historia de la literatura argentina, Martín Prieto -quien, como poeta, formó parte de esa tendencia renovadora- escribe: "El realismo especulativo y metafísico de Gianuzzi (...) fue usado por los objetivistas como un catalizador que les permitió ensayar una nueva poesía realista, desprovista del sentimentalismo y el regodeo autobiográfico que practicaban en esos mismos años los seguidores de Gelman...".

Los poemas de Gianuzzi sue

len tener el aire desvaído de una letra de tango, no por ello menos tributarios de T. S. Eliot, a quien admiraba -y con quien a veces dialoga veladamente- o cercanos incluso a cierta mística de la materia como en Wallace Stevens o William Carlos Williams. Esta antología es un acierto, entonces, en tanto acerca a un poeta muy presente en los debates sobre la actual poesía rioplatense. En su inflexión argentina acaso haya algunas vetas de Gianuzzi próximas también a sus contemporáneos en España -la generación de los años cincuenta-, sobre todo por el común rechazo de lo que Gabriel Ferrater llamaba -en referencia a las vanguardias- "el fondo de demencia irrealista". Es bueno el prólogo debido al poeta marplatense Osvaldo Picardo, lástima que no se haya actualizado: sin duda es anterior a 2003, ya que se refiere a Gianuzzi como poeta vivo y no menciona su último libro, publicado ese año.

El poeta Joaquín Gianuzzi visto por Soledad Calés.
El poeta Joaquín Gianuzzi visto por Soledad Calés.

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