"Somos demócratas y aplicamos la ley, sea cual sea"
Alberto Fernández Díaz (PP) pedía aún el viernes pasado su cabeza al alcalde Jordi Hereu. La cabeza de Imma Mayol (Palma de Mallorca, 1958), tallada y teñida por la modernidad y de expresión penetrante y vivaz, como de pájaro. Coleaban aún sus declaraciones en TV-3 y Catalunya Ràdio, donde dijo que se sentía "más próxima a un okupa que a un especulador" y que se consideraba "un poco antisistema". Las reacciones, que no duda en calificar de "brutales", han ido desde descalificaciones irónicas hasta insinuaciones públicas de gran acumulación patrimonial, compartida con su compañero y consejero de Interior de la Generalitat, Joan Saura.
Pregunta. ¿Por qué cree que le pasa esto?
Respuesta. Más que un ataque a mi persona, es un ataque a ICV, al papel decisivo que está jugando en Cataluña, a los buenos resultados que obtuvimos en las elecciones autonómicas y a las buenas perspectivas para las municipales. Eso incomoda a muchos poderosos.
"Si me pide que me defina, le diré que soy inconformista, de izquierdas, ecologista, feminista. Nunca antisistema"
"El 28% de la gente llegada de fuera tiene titulaciones superiores, por encima de la media de la población autóctona, que es del 19%"
P. Cuando dice sentirse más cercana a un okupa -bien es cierto que matizó no violento y con cierta implicación social en el barrio- que a un especulador, fija dos límites extremos. El riesgo es que se olvide de la mayoría, de la gente que está en medio y que paga impuestos religiosamente.
R. Yo hacía una reflexión, discutible como lo pueden ser todas, más amplia. Me refería a la inclusión en el Código Penal, a partir de 1995, de todo tipo de ocupaciones, violentas o no. Y creo que las violentas deben ser perseguidas penalmente, pero las no violentas deben ser contempladas por el Código Civil. Este es el sentido de lo que dije, lo demás ha sido una caricatura.
P. Una utilización electoral, según usted.
R. Tratan de que entremos en contradicción por el hecho de que ICV ha asumido la cartera de Interior. Pues bien, somos demócratas, no hay ninguna contradicción, aplicamos la ley, sea cual sea y nos guste más o menos. Pero no renunciamos a opinar y a intentar cambiar lo que no nos gusta, es obvio.
P. Ahí se desliza además su condición de compañera de Saura.
R. Lamento profundamente que esto haya ocurrido, es la primera vez en 17 años de actividad política que nos sucede una cosa así. Se han dicho mentiras que no voy a rebatir.
P. ¿Es partidaria de una declaración pública de patrimonio por parte de los políticos en activo?
R. Completamente partidaria.
P. Volviendo al tema okupa, el alcalde ha dicho que se ha acabado el país de jauja.
R. Estoy sorprendida de esta afirmación; el alcalde no hace con ella ningún bien a su partido. Sinceramente creo que Barcelona nunca ha sido jauja; se ha aplicado la ley, como no puede ser de otra manera. Otra cosa es que la interlocución con esos grupos no sea fácil. Se han acabado los tiempos de la interlocución única con las asociaciones de vecinos y los movimientos sociales. Pero los distritos están muy avezados a encontrar soluciones originales a diferentes tipos de ocupación. Un informe encargado por el Ayuntamiento nos dice que sólo un 9% de los casos genera problemas de convivencia.
P. Otra afirmación suya que ha levantado revuelo es la de que se siente antisistema.
R. Un poco antisistema.
P. Vale, un poco antisistema.
R. Es que lo dije en caliente porque el entrevistador me señaló que había en curso un desalojo de okupas por parte de los Mossos por ser antisistema y yo repliqué que por ser antisistema no, sino porque lo mandaba una orden del juez. Y me preguntó qué quiere decir antisistema. Dije que un poco yo lo era en la medida en que me rebelo contra la injusticia.
P. Ya. Pero la expresión en boca de un miembro del equipo de gobierno municipal suena a estar en misa y repicando.
R. Soy consciente de que esta palabra puede llevar a equívocos. Pero que haya que asociarla siempre a violencia, cuando es la excepción, me parece una simplificación del fenómeno ineficaz y perversa. Dicho esto, si me pide que me defina, le diré que soy inconformista, de izquierdas, ecologista, feminista. Nunca antisistema.
P. Ocurre que entre muchos ciudadanos hay un sentimiento de indefensión ante la ocupación.
R. Si se refiere al vecino de la calle de Urgell, eso no ha sido una ocupación, sino una usurpación, una agresión y una violencia contra un derecho que yo respeto profundamente. Todo lo que se haga para agilizar la justicia y garantizar los derechos civiles me parecerá poco. Pero el debate próximo de modelo de ciudad debe superar esta cuestión.
P. ¿Y llegar adónde?
R. Al modelo de vivienda que queremos para Barcelona. En Cataluña, en los últimos diez años, la vivienda ha incrementado un 300% su valor, cuando los sueldos han crecido una media de un 30%. Y dentro de las posibilidades que ofrece el nivel local, hemos hecho mucho. Se han promovido durante este mandato 10.230 viviendas públicas. Según datos de 2005, el 35% de vivienda nueva goza de algún tipo de protección.
P. ¿Qué otros temas le parece que han de marcar la campaña que se avecina?
R. Es fundamental que la gente sienta que en Barcelona puede llevar a cabo sus proyectos vitales. Y para esto hay que abordar temas fundamentales como la inclusión de los sin techo, los pobres, las personas con dificultades por enfermedad, por edad o por otras formas de exclusión. Y eso, aparte de políticas de vivienda, atañe también a la convivencia de una ciudadanía responsable. Nos debemos ocupar de las grandes transformaciones estructurales de la ciudad, pero también de la vida cotidiana de las personas. El tercer gran reto es el de las políticas urbanísticas y medioambientales para hacer frente al cambio climático, algo que hemos conseguido que ya no esté sólo en la agenda de los científicos, sino también en la agenda social.
P. ¿Dónde pone a la inmigración?
R. En el capítulo de la inclusión. Creo que éste es un reto que Barcelona está encarando bien. En ocho años esta ciudad ha pasado del 2,7 a casi el 16% de población inmigrante. Exceptuando Ciutat Vella, donde es superior, en el resto de distritos se mantiene el porcentaje del 16% y eso me parece un nivel de homogeneidad muy bueno. Además, el 28% de la gente llegada de fuera tiene titulaciones superiores, por encima de la media de la población autóctona, que es del 19%. El 80% del personal que atiende las urgencias es inmigrante. O sea, que les necesitamos.
P. Sin duda. Pero por otro lado se abre la sensación entre muchos ciudadanos de que la ciudad se nos vuelve extraña.
R. De que nos pertenece menos por efecto del turismo. La parte positiva es el cosmopolitismo, esa sensación que teníamos en Londres hace 30 años y que ahora también tenemos aquí. Pero cuando llegas a casa tienes en efecto la sensación de que Barcelona es menos tuya. Eso hay que cuidarlo.
P. ¿Cómo?
R. Cuidando los referentes históricos. La Paloma, por ejemplo. Encontraremos la forma de que siga siendo un lugar emblemático y que cumpla con la normativa.
P. ¿Y los puestos de animales de la Rambla?
R. Es diferente; las condiciones en que se hallan los animales en venta no son muy razonables.
P. Los jilgueros y los pececillos no parecen muy tristes.
R. Entiendo lo que me dice, y puedo estar de acuerdo en el fondo, pero hay una sensibilidad social creciente que nos exige que las condiciones de los animales sean las adecuadas.
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