La excepción ciclista
Equipos y dirigentes buscan un cambio de imagen mediante medidas polémicas e inútiles, como la de solicitar el ADN a los corredores
La excepción ciclista, la que convierte al deporte de la bicicleta en un caso único dentro de los deportes olímpicos, sometido a leyes y obligaciones más estrictas ante los aficionados, es un concepto, una etiqueta, ganada a pulso a golpe de escándalo de dopaje y oficializada en cierta manera por Dick Pound, el zar mundial de la lucha contra el doping.
Pero no por ello la excepción ciclista deja de ser una realidad que ha envenenado las relaciones entre sus estamentos, que ha generado diversos estados de ánimo ante la tarea, que ha visto nacer una división entre los equipos, entre talibanes y permisivos.
A todos ellos se dirigió el abogado Jean Louis Dupont en su reunión de Bruselas del 11 y 12 de enero. "Así no vais a ninguna parte", les dijo Dupont, a quien la asociación de equipos del ProTour ha contratado como asesor; "sóis como un niño de dos años que quiere cargar con una mochila de 20 kilos. No puede andar. Os tenéis que quitar de encima el peso de la lucha contra el dopaje. Es necesario que hagais algo para cambiar la imagen y olvidaros de hablar siempre de lo mismo, de dopaje".
En los tiempos que vienen, negarse a entregar el ADN equivale a declararse culpable
Enseguida salió a colación el asunto del ADN, la piedra de toque para separar a modernos de antiguos, una medida inútil para luchar contra el dopaje -en el ADN no se ve nada de lo que toma nadie: sólo es útil para identificar, por ejemplo, bolsas de sangre etiquetadas con números y códigos-, pero muy eficaz de cara a la opinión pública. Alguien recordó que algunas legislaciones nacionales prohíben que un empleador solicite muestras biológicas a un trabajador y se buscó un punto de acuerdo: se redactó un documento tan ambiguo que finalmente no compromete a nadie, que deja en manos del corredor la responsabilidad de decir sí o no al juez o al policía que se lo solicite.
Se dieron de plazo hasta el 31 de enero, pero en los primeros días de febrero menos de la mitad de los 20 equipos han cumplido. La mayoría de los equipos tarda en hacerlo porque necesita concentrar a los corredores y discutirlo con ellos, convencerlos de que, finalmente, la firma será sobre todo buena para sus intereses: en los tiempos que corren, negarse a entregar su ADN equivale a declararse culpable de algo.
Pero entre los ciclistas abundan los fundamentalistas también, los que siguen los consejos de los sindicatos y consideran la entrega del ADN una cuestión que atenta contra su intimidad más profunda. "No somos criminales", proclama Óscar Freire, quizás influido por todo lo que se ha escrito y se escribirá del crimen de Fago.
Y no sólo Freire. "¿ADN?", se pregunta Leo Piepoli, veterano escalador italiano del Saunier Duval; "el año pasado llevábamos en el maillot una leyenda en defensa de los derechos humanos. ¿Cree que el que nos consideren sospechosos habituales a todos los ciclistas es compatible con ello?".
Piepoli mantiene un discurso similar, pero más elaborado. ¿Cómo hacer para recuperar la credibilidad? ¿Se puede seguir hablando de lo mismo, haciendo lo mismo, como si en 2006 no se hubieran dado la Operación Puerto y el positivo de Landis?
"Los medios", dice escuetamente Piepoli; "los medios de comunicación son los que nos pueden devolver la credibilidad. Y lo pueden hacer de una manera muy sencilla: relatando lo positivo de nuestro oficio, nuestro sudor, nuestro trabajo, la poesía del mito dentro de una sociedad que en general es tramposa, olvidándose de resaltar sólo lo negativo".
"El dopaje existe, no se puede negar", continúa Piepoli, "pero parece que hay más en el ciclismo que en otros deportes porque a nosotros se nos hace pasar por unas mallas más estrechas". Los medios. Como si los medios se inventaran los papeles, los datos, las investigaciones, los nombres. "Pero se habla de ellos y nadie hace las preguntas clave. ¿Qué les empuja al dopaje? ¿Qué ha empujado a una gran persona como Paco Mancebo a visitar a Eufemiano Fuentes?".
La opinión de Iban Mayo no es muy distante. "La solución no pasa por más controles", dice el escalador vizcaíno después de reconocer que se ha generado la duda, que la imagen del ciclismo ha tocado fondo; "la gente quiere espectáculo y para eso el ADN no es la solución. Cuantos más controles, más bajo sospecha estaremos. Llega un punto en el que nos sentimos engañados y utilizados. Y mucha gente se ha visto castigada por salir en los periódicos".
Dice además Mayo que el pelotón necesita unión y le hace eco su ex compañero en el Euskaltel Samuel Sánchez, pero su reflexión no es tan pesimista. "El ciclismo está bajo, sí", dice Sánchez, "y goza de poca credibilidad ante el público en general, pero creo que el núcleo duro sigue fiel. Necesitamos simplemente que vuelva el dinero, que se repitan historias como la de la millonada que quería pagar el T-Mobile por Valverde".
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