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Entrevista:MILENA RODRÍGUEZ | Poeta | SIGNOS

"Me acerco a la poesía de voz baja"

La poeta Milena Rodríguez nació en La Habana en 1971. Tras doctorarse en Psicología en la universidad de su ciudad natal viajó a España. Desde 1997 vive en Granada, donde se doctoró en Filología Hispánica. Ganadora del premio Federico García Lorca para estudiantes universitarios por el libro El pan nuestro de cada día, en 2001 publicó Alicia en el país de lo ya visto. Su último poemario, El otro lado, acaba de ser publicado por la editorial Renacimiento.

Pregunta. ¿En qué consiste El otro lado?

Respuesta. El otro lado es un libro con vocación de unidad, que proyecta una mirada extrañada sobre las cosas, ya sean concretas o abstractas: las islas, el grito, los viejos, el tiempo, la historia, los países, los nombres, España, Cuba, el acto de escribir, yo misma... Intenta aproximarse a lo cercano y aparentemente conocido para darle la vuelta. La cita de Gastón Baquero, que encabeza el poemario, pretende resumir este propósito: "Llevo en derredor un mundo de fantasmas / de realidades enigmáticas como el pan y la silla".

P. ¿En qué ha cambiado su poesía desde Alicia en el país de lo ya visto?

R. Creo que este libro es diferente a mi anterior poemario. Su título alude también a esta circunstancia: es el otro lado de aquella poesía de Alicia..., escrita desde una tradición feminista, de poetas hispanoamericanas como Alfonsina Storni o Rosario Castellanos, poesía del grito, encarnado en una voz de mujer. Aquí, por el contrario, me acerco a la poesía de voz baja, para decirlo con Borges; en este otro discurso poético importa poco el sexo de quién habla.

P. Advierte en uno de sus poemas refiriéndose a España: "Inocentes, no saben / que acabarán fundando / también, como nosotros, / Españas pequeñitas". ¿De qué manera le influye la distancia de su país natal a la hora de escribir un poema?

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R. Pienso que la distancia puede permitir reflexiones más serenas, o más incisivas y, en ocasiones, con un punto de vista particular respecto a los que no tienen esta distancia. Sostengo una distancia física con Cuba, pero también una distancia vivencial con los españoles. Soy de aquí y soy de allá y, al mismo tiempo, ni soy de aquí ni soy de allá. He intentado en este libro hacer algo con esa distancia (que se padece, pero también se goza), escribir desde ella.

P. ¿Y su condición de mujer?

R. A pesar de lo que decía antes, mi condición de mujer puede leerse también en este libro, aunque de un modo más lateral: poner interrogaciones a lo definitivo, darle la vuelta al mundo de lo obvio, ha sido vocación de mujeres desde siempre.

P. ¿Existe sexismo en la literatura española? ¿Qué opina de las cuotas literarias?

R. Hay sexismo alrededor de la literatura en todas partes, como alrededor de muchas otras cosas. Pero no me gustan las cuotas literarias. Es el camino más fácil; a veces, útil, pero no siempre el más justo ni eficaz. Habría que empezar por hacer un diagnóstico más preciso sobre lo que ocurre en el mundillo literario y por qué, y a partir de ahí, pensar, con seriedad, en estrategias más elaboradas y sutiles.

P. Dedica un poema a Cuba en el que muestra el lado más social y político de su poesía. ¿Cree que la poesía sirve para realizar reivindicaciones de este tipo?

R. Hay unos cuantos poemas en este libro en los que Cuba ha estado presente, a veces como figura y a veces como fondo. Pero no creo que se trate exactamente de poemas reivindicativos, sociales o políticos. Son, más bien, meditaciones, algunas de ellas con connotaciones políticas, en las que Cuba suele ser un símbolo, o el motivo para hablar de cuestiones humanas más universales.

P. En un poema de este libro se lee: "El nombre, esa costumbre / (...) de dejar que se calle / lo que en nosotros habla". ¿Cuestiona usted los propios nombres, las palabras, o el modo en que las usamos?

R. Ambas cosas. Los nombres son, en última instancia, sobreentendidos que merece la pena cuestionar. Por otra parte, la cobardía, la ignorancia, o simplemente la pereza, nos llevan a utilizar nombres inadecuados, infieles a lo que verdaderamente sentimos o pensamos. El riesgo del cuestionamiento es quedarse sin nombres, sin palabras, en una especie de vacío solitario. Y de eso se habla también en este libro.

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