"Nunca había destruido a alguien"

Que Roger Federer jugó ayer un partido excepcional, único, digno de los museos más prestigiosos, se refleja en tres cosas, tres apuntes, firmados por el estadounidense Andy Roddick, que vivirá en las hemerotecas como el rival de su mejor noche. Primero: nada más terminar el partido, Roddick se reunió con su entrenador, el histórico Jimmy Connors, y se bebió de un trago una cerveza. Tenía que olvidar rápido. Segundo: Roddick, séptimo mejor jugador del mundo, admitió que se había sentido "miserable y horrible", que le habían "machacado" durante el partido. Que todo era "una mierda". Y que "aparte de eso, he estado bien". Y tercero: cuando le dijeron que había estado mejor en la rueda de prensa que sobre la pista, no tuvo dudas. "Mierda. ¿También hay un ranking para eso? Lo bien que duerma esta noche depende de cuánta cerveza me beba. Siempre, desde que era un niño, leo la sección de deportes. Mañana, probablemente, no. Roger ha jugado muy bien". A Roddick le había pasado por encima (6-4, 6-0 y 6-2) un tenista que ya ha entrado en la historia y al que sólo una catástrofe impedirá ganar en Australia.

Las estadísticas reflejan un partido "irreal", como lo definió repetidamente, con cara entre extasiada y alucinada, el propio Federer. El suizo, exquisito con todas las armas, genial en las aproximaciones a la red y los passings, ganó 11 juegos seguidos. Sólo necesitó 85 minutos. Y desesperó a Roddick hasta tal punto que el estadounidense tuvo que disculparse con un fotógrafo, al que casi golpeó tras lanzar violentamente su raqueta al suelo. "Fue uno de esos magníficos días míos. Uno que yo debo recordar y él olvidar. No pudo meter sus dientes en el partido", dijo luego Federer. La exhibición fue de tal calado, tan grande la distancia entre los dos jugadores, que hubo risas sin malicia, risas de asombro, entre el público. Roddick, que había anunciado la víspera que se consideraba cerca de poder ganar al número uno mundial, acabó hundido, superado en todas las facetas del juego, incluyendo su especialidad, el servicio. Federer logró 10 aces por 4 del estadounidense. Perdió el servicio una vez y se lo rompió en siete ocasiones. El segundo set del suizo fue tan impresionante que el mítico Rod Laver le visitó en el vestuario tras el partido para felicitarle.

"Tuve uno de esos días en que todo me salió y fui imbatible", explicó el suizo. "Estoy feliz. He jugado increíble, ante uno de los mejores, en una cita importante y sobre una pista importante", continuó el suizo, al que sus padres vieron jugar desde el palco. "Es un día importante en mi carrera. Ahora tengo que concentrarme, no dejarme llevar. Aquí, en Australia, había jugado algunos buenos partidos, pero nunca había casi destruido a alguien. Sí, en el Open de Estados Unidos, en Wimbledon o Roland Garros. Estoy en el buen camino para romper todas las marcas".