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El conflicto de Irak

Bush impulsa un programa de reformas sociales para ocultar el fracaso de la guerra

El presidente de EE UU afronta un Congreso hostil en su discurso sobre el estado de la Unión

Antonio Caño

El presidente norteamericano, George W. Bush, ha presentado un ambicioso -y, probablemente, inviable- programa de reformas domésticas como salvavidas para evitar su hundimiento en las cotas de popularidad más bajas de la historia, y como cortina de humo para intentar ocultar el calamitoso desarrollo de la guerra de Irak. En el ritual discurso ante el Congreso sobre el estado de la Unión, Bush intentaba esta madrugada abordar los asuntos más cercanos a los ciudadanos estadounidenses con objeto de recuperar la perdida confianza de la opinión pública en su gestión.

Por primera vez desde que ocupa la Casa Blanca, Bush tuvo que cumplir con la ardua tarea de convencer al país desde la tribuna de un Congreso hostil en el que, tanto la nueva mayoría demócrata como algunos miembros de su propio Partido Republicano, se han situado claramente en contra de su política. El presidente inició su discurso felicitando a la demócrata Nancy Pelosi, la primera mujer que, como presidenta de la Cámara de Representantes, se sentaba detrás de Bush durante el discurso. Pelosi, como es usual, aplaudió muchas de las intervenciones del presidente, aunque en otras ocasiones permaneció impasible.

El presidente anunció un plan para ampliar el seguro médico, nuevas propuestas para hacer frente al calentamiento atmosférico, y algunas otras iniciativas en materia de inmigración y educación. En resumen, un desarrollo de lo que se supone que es la agenda de preocupaciones inmediatas de los estadounidenses, tratando de hacerles olvidar la situación en Irak al menos por una noche. La sesión conjunta del Congreso se inició pasadas las nueve de la noche (tres de la madrugada en la España peninsular).

Pero no va a ser fácil. El discurso llega después de un fin de semana en el que 27 soldados norteamericanos han muerto en Irak -la segunda cifra más alta de toda la guerra-, y sólo un día después de la carnicería ocurrida en un mercado de Bagdad. Sin embargo, Bush defendió el envío de 21.500 soldados más a Irak, pues "aporta las mejores posibilidades de éxito", y porque las consecuencias de un fracaso serían "dolorosas y de gran alcance". El presidente también alertó del "creciente peligro" del extremismo chií, que puso al mismo nivel que a Al Qaeda.

La opinión pública manifiesta claramente su frustración por la situación en Irak. Tres encuestas de los tres principales diarios norteamericanos coinciden en índices de aceptación de la gestión del presidente tan bajos que obligan a remontarse a los de Richard Nixon en vísperas de su dimisión. El sondeo de The New York Times con la cadena CBS le da a Bush un 28% de aprobación; el de The Washington Post con la ABC, un 33%, y en el de The Wall Street Journal con la NBC, sólo un 22% quiere que Bush esté al frente de la toma de decisiones sobre el futuro del país.

Con esos niveles de popularidad y un Congreso controlado por la oposición, casi cualquier proyecto del presidente está condenado al fracaso. Pero Bush está obligado a intentarlo. "Habrá señales al pueblo americano de que, a pesar de los desacuerdos sobre la guerra, se pueden hacer otras cosas", anticipaba Dan Barlett, uno de sus principales consejeros.

Una de esas cosas es resolver el drama de los 47 millones de ciudadanos sin seguro médico. El presidente anunció un proyecto que incluye desviar parte de los fondos destinados a hospitales y otras instituciones públicas de salud para dedicarlos individualmente a aquellas personas que carecen de recursos suficientes para tener su propio seguro médico.

Otra de las reformas en materia sanitaria es reducir parte de las ventajas fiscales de los empresarios por los seguros que dan a sus empleados, con el fin de beneficiar a quienes contraten seguros médicos por su cuenta. Tradicionalmente, en EE UU se ha dado tratamiento preferente a las empresas para que aseguren a sus trabajadores, pero no se han estimulado con beneficios fiscales los seguros individuales. Bush propone ahora que todos, empresarios y empleados, tengan la misma reducción: 15.000 dólares (11.580 euros) para las familias y 7.500 para los solteros.

Empresarios y sindicatos han expresado ya su oposición a este plan. Difícil es también el futuro de las propuestas para reducir la dependencia de EE UU del petróleo -como reducir el consumo nacional de gasolina en hasta un 20% en los próximos 10 años- e invertir en energías alternativas, o a las nuevas iniciativas -sin el controvertido muro- para hacer frente a una inmigración desordenada que está creando enfrentamientos en los Estados fronterizos.

Todos éstos son campos en los que cabe una colaboración bipartidista. Pero no es muy probable que se produzca. Lo impiden tanto el hecho de que el país se encuentra ya casi en campaña electoral como las fuertes discrepancias sobre Irak.

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