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Reportaje:

Cinco minutos para el fin del mundo

Los expertos revisan al alza el riesgo de un apocalipsis nuclear y climático

Javier Sampedro

La advertencia no viene esta vez de Nostradamus, sino de la principal publicación de los científicos atómicos, un comité asesor con 18 premios Nobel y la Royal Society de Londres: faltan cinco minutos para el fin del mundo. No teman: en este "reloj del juicio final", cinco minutos es una cantidad figurada. Pero tampoco se relajen demasiado, porque las buenas noticias se acaban ahí.

Los minutos que nos quedan no habían sido tan escasos desde los primeros años de los ochenta

El Bulletin of the Atomic Scientists, fundado por físicos del Proyecto Manhattan y la Universidad de Chicago, ideó el reloj del juicio final en 1947, frescos aún los ecos de Hiroshima, para concienciar a la opinión pública mundial del enorme riesgo asociado a la proliferación de las armas nucleares. Un día en este reloj viene a representar la historia de la civilización humana; a medianoche llegará el apocalipsis, y los minutos que faltan para él se aumentan o reducen según la situación internacional.

Los años noventa empezaron muy bien, con el fin del mundo situado a unos tranquilizadores 17 minutos, pero la cifra ha bajado en picado desde entonces. Los científicos acaban de decidir recortarlo a cinco minutos, uno de sus mínimos históricos, y no sólo por los nuevos riesgos nucleares -con los programas armamentísticos de Irán y Corea del Norte sumándose a las 27.000 bombas atómicas ya existentes-, sino también por la destrucción de hábitats causada por el cambio climático.

La nueva puesta en hora tuvo lugar el miércoles en la Royal Society londinense y corrió a cargo del cosmólogo británico Stephen Hawking, que prestó su voz -sintética- a los tenebrosos augurios de sus colegas: "Mientras nos acercamos al borde de una nueva era nuclear y a un periodo de cambio climático sin precedentes, los científicos tienen una vez más la responsabilidad de informar sobre los peligros que afronta la humanidad. Prevemos un gran riesgo si los gobiernos y las sociedades no actúan ya para dejar obsoletas las armas atómicas y para frenar el cambio climático".

"Las armas nucleares todavía representan la amenaza más inmediata y catastrófica para la humanidad", añadió el cosmólogo sir Martin Rees, presidente de la Royal Society, "pero el cambio climático y las emergentes tecnologías biológicas tienen también el potencial de destruir la civilización tal y como la conocemos".

Todavía no hemos alcanzado el nivel de riesgo de 1953, cuando el Bulletin situó su reloj a sólo dos minutos de la medianoche, justo después de que las dos potencias de la guerra fría probaran un tipo de mensajero del apocalipsis novedoso por entonces: la bomba de hidrógeno. Pero los minutos de vida que nos quedan no habían sido tan escasos desde los primeros años ochenta, cuando Ronald Reagan decidió que sólo había una forma de acabar con la guerra fría -ganarla-, y las conversaciones sobre desarme con la Unión Soviética enmudecieron junto a las esperanzas de encontrar una salida racional a esa carrera suicida. Ése es de momento el punto más crítico que ha alcanzado el reloj del juicio final, aunque sólo debido al más embarazoso tachón de su currículo: haberse comido la crisis de los misiles cubanos de 1962, que llevó al mundo realmente muy cerca de un Armagedón atómico.

Aquella crisis fue tan rápida -se declaró y se resolvió en unas pocas semanas- que una evaluación científica de su riesgo no hubiera tenido mucho sentido, por otro lado (sobre todo si la crisis se hubiera resuelto en sentido contrario). Como dice Hawking, "estaríamos todos muertos de no ser por la buena suerte".

Estados Unidos y Rusia tienen aún 26.000 cabezas nucleares. Una sola puede equivaler a 40 bombas de Hiroshima, y más de 2.000 de ellas están listas en todo momento para lanzarse en un plazo inferior a media hora. Visto así, contar con cinco minutos hasta el fin del mundo parece casi un alivio.

Stephen Hawking, en Londres, ante el "reloj del juicio final" recién puesto en hora.
Stephen Hawking, en Londres, ante el "reloj del juicio final" recién puesto en hora.ASSOCIATED PRESS

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