La formación sanitaria especializada
Opinan los señores Martín Zurro y De Nadal desde una tribuna sanitaria (EL PAÍS, 09-01-2007) que el sistema de formación sanitaria especializada, comúnmente conocido como sistema MIR, necesita cambios conceptuales y organizativos con urgencia. Aportan "elementos para el debate sobre actuaciones que deberían ponerse en marcha", muchas de las cuales ya se están desarrollando, como la troncalidad en los programas formativos, los mecanismos de evaluación continuada y la evaluación final de los especialistas recién formados. Con un enfoque técnico reflexionan sobre los beneficios que aportarían al mercado laboral y a la formación pregraduada los distintos cambios que proponen. Todas esas apreciaciones son probablemente compartidas por la mayoría de los actores implicados en la modernización y reforma del sistema, entre los que me gustaría destacar especialmente la activa implicación de los residentes.
Sin embargo, los autores introducen al final de su tribuna un mensaje nuevo, polémico, que al ser recogido en el párrafo final parece ser el objetivo real de todo lo escrito previamente: el nuevo sistema MIR, dicen, será más efectivo si incorpora elementos de descentralización más profundos. ¡Con la descentralización hemos topado! ¿Qué "necesidades de los especialistas" precisan de una descentralización para mejorar? ¿Cómo se justifica que "aspectos más operativos", como la acreditación de centros y programas docentes o la evaluación de los residentes, deban ser asumidos por las comunidades autónomas? ¿Debe un servicio de un hospital de Zaragoza cumplir unos criterios distintos que uno de Gijón para formar a un especialista? ¿Debe formarse y evaluarse de forma distinta un especialista en Vigo que en Sevilla o Bellvitge? Sí, es obvio que deberá dominar la lengua vernácula, e incluso habrá quien desee que ese hecho se valore más que su expediente académico o su capacidad de trabajo. También es comprensible que el afán gestor de las comunidades autónomas les lleve a desear engullir también este pequeño oasis centralizado; a fin de cuentas es más dinero que autogestionarían. Pero no existen motivos razonables, con base técnica o científica, que justifiquen el traspaso a las comunidades autónomas de la regulación de la formación sanitaria especializada.
Los autores concluyen que el sistema MIR debe adaptarse al nuevo contexto político para evitar su deterioro y destrucción. Con el mismo fundamento que ellos, es decir, basándome sólo en mis propios deseos e intereses, pero apoyándome en los 30 años que lleva funcionando el sistema, afirmo que la (¿inevitable?) descentralización del sistema MIR conllevará un profundo deterioro e, incluso, su destrucción. Con suerte, dos o tres de los 17 sistemas resultantes serían fabulosos, pero en lugar de formar unos cinco mil especialistas de altísimo nivel y reconocimiento se formarían unos pocos cientos al año.
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