"Lo peor fue el dolor por las víctimas. El resto es llevadero"
Esta reconstrucción se ha elaborado con las respuestas del presidente durante la entrevista, tras eliminar las preguntas.
Tengo buena memoria. Estos días, como consecuencia del atentado de Barajas, me han venido a la memoria los recuerdos de la etapa que viví cuando llegué al liderazgo del PSOE: el tener que acudir a muchos atentados. Recuerdo las iglesias, los funerales, recuerdo las caras de las familias de las víctimas. Las imágenes se me agolpaban en la cabeza. Hacía más de tres años que no lo vivíamos.
"La primera llamada fue de Rubalcaba: una bomba en Barajas, sin víctimas"
"Fue el peor día, después de la muerte de 17 soldados en Afganistán"
"Las víctimas eran de familias humildes. Eso dejará una huella en mí para toda la vida"
Recuerdo muy bien el día 30. Había terminado de desayunar. Eran las nueve de la mañana, minuto arriba, minuto abajo. Me había levantado muy contento, porque estaba con mis hijas y mi mujer. Y tenía por delante tres o cuatro días. También estaba mi padre, al que ahora veo poco. Soy de los que cree que la familia es importante en la vida de una persona. Hacía un día de sol y había dormido fenomenal. Había desayunado el primero: suelo levantarme pronto. Y a las nueve y un minuto sonó el móvil.
Vi en la pantalla que era Rubalcaba, lo cual no me extrañó nada: hablamos muy a menudo. Sé que él madruga. No duerme mucho. La primera información que me dio fue preocupante. Había estallado una bomba en Barajas. Sin heridos graves; por supuesto que no había víctimas.
Dejé el desayuno y me puse al teléfono. A las nueve y cuarto, yo le llamaba, él me llamaba. Estuve en comunicación permanente. La dimensión de la explosión fue creciendo a lo largo de la hora siguiente.
Después de una hora, sin que hubiera todavía indicio alguno de una persona desaparecida, decidí ir a Madrid. Bajó mi mujer y se lo conté.
Cuando estaba a punto de salir, Rubalcaba me dijo: "Hay un rumor de que puede haber un desaparecido, pero ya sabes estas cosas...". Siempre hay que esperar, porque siempre hay un proceso de confusión en la cadena de información, en cómo llega hasta el ministro, del ministro a mí. Pero yo ya estaba en marcha, porque tenía que venir un avión. Y cuando ya iba camino del aeropuerto de Rota, la información estaba confirmada: había un desaparecido.
Ése fue el momento peor. Tal como me lo contó el ministro del Interior, entendí que estábamos delante de una víctima mortal. En ese momento, lo único que tuve fue la sensación de dolor por las víctimas. El resto es llevadero.
Me acordé del accidente del Cougar, en Afganistán. Ese día fue muy duro para mí. Eran 17 soldados jóvenes. Sus familias... Las visité a todas, en un sitio o en otro. Siempre es desgarrador y es dificilísima la tarea de consolar a los parientes cuando, de repente, un chico de 20 años se mata. Hasta entonces, ése había sido para mí el día más duro en el Gobierno, con diferencia. Además, también había ocurrido en un periodo de vacaciones, en agosto del año pasado. Después, sin duda, éste ha sido el peor momento. Pero no tanto porque supusiera un desánimo en la batalla por el fin de la violencia, sino porque había dos personas y dos familias con un golpe durísimo. ¿Cómo puede uno transmitirlo? La gente dice: "Ha empeñado demasiado"; "siempre marca un horizonte optimista"; "padece algo de voluntarismo"...
Calculo que cuando llegué a Madrid serían las tres y media. Me acompañó un primo mío. Apenas comí. La verdad es que ese día y el siguiente no tuve muchas ganas de comer. Estaba sobre todo preocupado por las familias.
Me reuní con la vicepresidenta. Estuve con mi jefe de gabinete. Lógicamente, con el ministro del Interior. Estuvimos trabajando y preparando mi comparecencia. Y después seguí despachando con ellos prácticamente hasta las diez u once de la noche, para ver cómo evolucionaba la información, si íbamos a tener alguna expectativa. Pero ya esa noche nos dijeron: "La posibilidad de recuperar los cuerpos va para días".
Pasé la noche en Madrid. Dormí mal. En general duermo muy bien. Pero ese día no dormí muy bien, no: tres o cuatro horas. Me levanté pronto, dándole vueltas a lo sucedido. Sobre todo pidiendo información y muy preocupado por las familias.
Empecé a recabar todos los papeles de quiénes eran unos, quiénes eran otros, qué familiares tenían... Eso produce una sensación singular; he comprobado una vez más que la gente espera, espera y agradece. Se han mostrado agradecidos con el Gobierno y con los ciudadanos que les han apoyado.
Pero quería enterarme. Supe de las dos familias, de su situación; si estaban casados o no; la novia del más joven; del tío que era un poco el responsable de la familia en el caso de Carlos, Luis Antonio; del padre de Diego Armando, Winston... Y acabé siendo amigo de ellos.
Al día siguiente volví a Doñana. Me habían dicho que se iba a tardar días en encontrar a los desaparecidos y decidí pasar la Nochevieja con mi familia, aunque luego la noche estuvo muy condicionada por lo que había sucedido. Pasé todo el tiempo al teléfono. Tuve que hablar con muchos mandatarios extranjeros: con el presidente de Ecuador, el saliente y con el entrante, para expresarle solidaridad. Me llamó Uribe, el presidente de Colombia; Saca, de El Salvador; el presidente de Francia, Jacques Chirac; el de Portugal, José Sócrates; Wade, de Senegal... Muchas llamadas, todas de solidaridad, apoyo, agradecimiento. Así transcurrió la jornada. Al día siguiente regresé a Madrid.
En Doñana había tenido una intuición, que luego se confirmó: que esos dos ecuatorianos seguramente habían formado parte del proceso de regularización que habíamos realizado. Luego, cuando estuve con las familias, fue de lo primero de que me hablaban. También tengo que decir que había bastantes familiares que todavía estaban sin papeles y allí mismo tuve que resolver algún problema, como es lógico; dar instrucciones para resolver alguna situación de irregularidad. Son familias de origen social humilde. Bueno, eso es lo que más te queda al final. Sé que va a dejar una huella en mí para toda la vida.
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