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Reportaje:La crisis de Oriente Próximo

Un cuarteto de cinco miembros

Moratinos propone sumar los países árabes al esfuerzo de paz de la comunidad internacional

Un balance casposo de la Conferencia de Madrid (octubre de 1991) que lanzó el proceso de paz en Oriente Próximo sería desolador, pero si miramos las cosas con los ojos de la diplomacia, avezados al movimiento imperceptible de la longue durèe, las conclusiones son mucho más positivas. De miércoles a viernes, protagonistas de aquella ocasión, como la palestina Hanan Ashraui que habló entonces por primera vez al planeta con la elocuencia de una moderación que no la ha abandonado, más expertos sobrevenidos, han debatido en un hotel de Madrid el qué y el cómo de una reanudación de aquel esfuerzo, bajo los auspicios del Centro Internacional de Toledo para la Paz que dirigen Emilio Cassinello y el israelí más español del mundo, Shlomo Ben Ami.

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La paradoja que nos ocupa es, como señaló en la clausura Felipe González, jefe de Gobierno socialista y anfitrión hace 15 años, el lenguaje de las partes, palestinos -incluidos por exigencia de Jerusalén en la delegación jordana- e israelíes, era mucho más duro en 1991 que hoy, pero entonces la esperanza de paz también resultaba considerablemente mayor.

Tras el fracaso de Camp David II, julio de 2000, con la mejor oferta de retirada que jamás haya hecho Israel a los palestinos -lo cual es cierto porque no ha habido nunca ninguna otra-; la primera victoria de Ariel Sharon en las elecciones israelíes en febrero de 2001; la barbarie del 11-S ese mismo año; la Intifada de Al Aqsa y el endurecimiento de las posiciones virtualmente no-negociadoras de Jerusalén; el advenimiento de Ehud Olmert como sucesor de Sharon; la instalación de Hamás en el Gobierno palestino; y Mahmud Abbas, como rais suplente por la muerte de Yaser Arafat, hablar de reanudar el proceso vale tanto como elevar preces al Altísimo.

Felipe González hizo un reconocimiento poco frecuente. Las conversaciones de Oslo, que llevaron a la firma del mutuo reconocimiento Israel-OLP y al comienzo de las conversaciones públicas en septiembre de 1993, habían sido prematuras. Lo acordado no revestía la masa crítica suficiente para hacer el proceso irreversible, y así las conversaciones, como subrayó el ex presidente, se perdieron en la rugosidad infranqueable del detalle. "El diablo está en los detalles", dicen apropiadamente los anglosajones. Y a árabes y judíos les sobraban detalles por todas partes. Pero, como dijo González, ésa ha sido la primera y única conferencia israelo-palestina, y los actores del conflicto están condenados a volver a hablar, no ya pese a que no se gustan, sino precisamnente porque no se gustan. La paz no se hace con nuestros más queridos amigos.

El jefe de la diplomacia europea, también español y socialista, Javier Solana, recalcó en el acto y aún más en la rueda de prensa siguiente, que si no se ponían las bases de esa reanudación del proceso en los primeros seis meses del año no había ningún motivo para suponer que pudiera hacerse más adelante. ¿Y por qué seis meses? Porque, dijo Solana después del verano el presidente norteamericano, George W. Bush, estará ya cojeando como un pato de mandato no renovable, y con una u otra campaña electoral en marcha carecerá de margen de maniobra. Al revés que González, que da la Hoja de Ruta por muerta, matiza Solana que ésta no ha sido nunca puesta a prueba. Pero ninguno de los presentes recuerda que Jerusalén le adjuntó 100 notas al pie al texto, luego reducidas a 14, que habrían reducido a la nada los efectos de su eventual cumplimiento.

Lo que le faltaba a esa iniciativa, según el ministro español de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos, que cerró el encuentro, es que el cuarteto, grupo facilitador del proceso integrado por Estados Unidos, Rusia, la UE y la ONU, entendiera que no puede haber cuatro sin cinco. No tanto porque, afirmó, hubiera que ampliar la fórmula para crear un quinteto como para dar entrada consultiva al mundo árabe, la Liga, y, quizá, a los principales actores regionales.

Moratinos, y no salimos del partido socialista, leyó la letra escrita en la tinta simpática de la diplomacia, notando todo lo que la conferencia de Madrid tuvo de pedagogía, de esfuerzo ímprobo para juntar dos visiones tan antitéticas del problema; la árabe, que quería un foro internacional para hacer picadillo a Israel, y la israelí que aborrecía todo lo que no fuera trato bilateral con sus adversarios. Y hoy a los 15 años de aquella kermesse inaugural, lo que compete, dijo el ministro, es convocar una segunda conferencia para encarrilar la negociación, que hay que dar por sentado que le gustaría que volviera a celebrarse en Madrid, para cerrar una espera de 15 años en los que el detalle le ha podido a la visión de conjunto. La que expresó la ONU en noviembre de 1967, con la resolución 242.

Todo pasa por aceptar el principio de la retirada a las líneas anteriores a una guerra de junio de ese año, que duró seis días.

Javier Solana (en el centro), junto al ex presidente Felipe González y el moderador de las jornadas, André Azolulay, ayer en Madrid.
Javier Solana (en el centro), junto al ex presidente Felipe González y el moderador de las jornadas, André Azolulay, ayer en Madrid.EFE

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