Un arabista en el laberinto
El 18 de abril de 1983, Ryan Crocker estaba en su oficina, en la Embajada de Estados Unidos en Beirut. A las 13.05, una furgoneta de reparto se empotró contra el muro de entrada. La explosión destruyó el edificio de siete plantas. Era el primer atentado suicida islamista contra un objetivo estadounidense.
Ensangrentado, Crocker, el diplomático de carrera que la Administración de Bush ha nombrado embajador en Irak, logró salir del edificio y empezó a buscar a sus colegas. Thomas Friedman, corresponsal de The New York Times, vivía cerca y corrió hacia el lugar: "La Embajada estaba partida por la mitad, como una casa de muñecas, con cadáveres colgando, rodeada de humo. La primera persona que vi, tambaleándose, fue Ryan, arremangado, buscando entre los escombros".
Crocker fue una de las voces más reputadas en alertar sobre los peligros de invadir Irak
La bomba, que mató a 64 personas, marcó la nueva pauta de la política exterior estadounidense. Si hay una misión horrible en Oriente Próximo o en el sur de Asia, Crocker, de 57 años, la asume. De hecho, prefiere los lugares calientes. El destino más duro para Crocker, y el único que intenta evitar, es Washington. "Hay un sentido real de aventura en él", dice el ex embajador Edward Abington. Con Bagdad se cierra el círculo.
Hijo de un oficial de la Fuerza Aérea que estudió en colegios de Marruecos, Turquía y Canadá, Crocker llegó por primera vez a Bagdad como joven consejero económico en 1979, un año antes de que Sadam Husein tomara el poder. Un cuarto de siglo después, Crocker fue una de las voces más reputadas en alertar sobre los peligros de invadir Irak. En 2002, a instancias del entonces secretario de Estado Colin Powell, Crocker y el subsecretario William Burns redactaron un informe, titulado La tormenta perfecta, en el que advertían de que el derrocamiento de Sadam podía desatar las tensiones sectarias y étnicas largamente reprimidas, que la minoría suní no renunciaría al poder fácilmente y que vecinos como Irán, Siria o Arabia Saudí intentarían interferir.
Discreto y sin pretensiones, amante del heavy metal y el rock duro, y gran corredor, Crocker ha sido embajador en Líbano, Siria, Kuwait, Afganistán y Pakistán. Ahora es el primer diplomático y arabista que asume el puesto en Bagdad tras la invasión. Los tres anteriores (Paul Bremer, John Negroponte y Zalmay Khalilzad) fueron nombramientos políticos de la Casa Blanca. Los diplomáticos y militares que han trabajado con él dicen que Crocker, que conoce las tribus iraquíes y sus dialectos, era la única opción realista para lidiar con la laberíntica política de Irak.
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