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Crónica:Fútbol | 17ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Quince años de ridículo

El Deportivo, con una memorable actuación de Arizmendi, vuelve a abochornar en Riazor a un Madrid infame

Xosé Hermida

En los quince años que llevaba el Madrid penando en Riazor nunca se las había visto ante un Deportivo tan quebrado como el que compareció anoche: con la peor racha de resultados de la historia reciente; un entrenador desorientado, incapaz de dar con una alineación estable, y el club sumido en una crisis institucional que está fracturando a la afición. Pero el aspecto desencajado del Depor no fue nada en comparación con la mala sombra histórica que contamina al Madrid en cada aparición en Riazor. Su desmoronamiento fue, como siempre, minucioso e infamante. Capello y sus chicos pusieron todo de su parte para que se desvaneciesen los dolores del Depor, en el que emergieron inopinados astros celestiales como Arizmendi, capaz de abochornar al balón de oro Cannavaro.

DEPORTIVO 2 - REAL MADRID 0

Deportivo: Aouate; Manuel Pablo, Andrade, Arbeloa, Capdevila; Estoyanoff (Barragán m. 89), Duscher, De Guzman, Cristian; Arizmendi (Valerón m. 90) y Riki (Juan Rodríguez m. 77). No utilizados: Fabri, Juanma, Sergio y Verdú.

Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado (Marcelo m. 57), Helguera, Cannavaro, Sergio Ramos; Emerson, Gago (Ronaldo m. 57); Raúl, Guti(Beckham m. 12), Reyes; y Van Nistelrooy. No utilizados: Diego López, Mejía, Diarra y Cassano.

Goles: 1-0. M. 9. Capdevila, de falta que se cuela por un hueco de la barrera. 2-0. M. 55 Arizmendi centra y remacha Cristian.

Arbitro: Ramírez Domínguez. Amonestó a Salgado, Cannavaro, Ramos, Beckham, Riki, Andrade y Cristian.

Unos 30.000 espectadores en Riazor.

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Aunque resulte una imagen ya habitual de cada temporada, el batacazo de Riazor no dejó de subrayar los aspectos más sombríos del capellismo. Empezando por la alineación, que condenó a Sergio Ramos a vivir un calvario en el lateral izquierdo, y continuando por el eterno debate sobre el estilo de juego, si es que se puede adivinar alguno. Capello invistió de plenos poderes a Gago en la noche de su debut. Y el equipo se sumió en un océano de informaciones contradictorias. Por un lado, lo empujaba su código genético, diseño de laboratorio a mayor gloria de la fe en el pelotazo como virtud suprema. De otro, el juego que proponía Gago, nacido de un ADN antagónico, el que empuja a los argentinos a rendir pleitesía al balón tratándolo con esmero. Entre esas dos fuerzas opuestas, el Madrid no fue únicamente un híbrido. Fue un engendro.

El eterno retorno del Madrid al ridículo anual de Riazor cumplió casi todas sus liturgias, incluida la facilidad con la que el Depor siempre consigue ponerse por delante en el marcador. Anoche sólo necesitó nueve minutos, su primer disparo a puerta y la consabida pifia de la defensa madridista. Capdevila lanzó una falta con potencia, a media altura, que no parecía destinada a empresas mayores si no hubiera sido por el enorme boquete que se abrió en medio de la barrera y que fue como una autopista hacia el gol. A partir de ahí, el Depor y Caparrós se sintieron en su hábitat más favorable. Sólo tuvieron que ceder el timón al Madrid, encimarle sin desmayo y salir a toda pastilla hacia arriba nada más robarle la pelota.

El cuadro de Capello fue una ruina partida en dos. Tuvo mejor salida de la pelota que de costumbre gracias a Gago, que, aun sin muchos alardes, apuntó destellos que evocaron toda la mítica del medio centro argentino. Pero, una vez que Gago repartía, los demás se colaban por el desagüe. Guti se fue lesionado en el minuto 12, lo que permitió a Raúl escapar de su prisión en la banda derecha tras la entrada de Beckham. Ninguno de los dos apareció, como tampoco Reyes, necesitado de ocasiones para reivindicarse. Y cuando se vio perdido, con el segundo gol del Depor, Capello sólo acertó a prescindir de Gago para dar entrada a Ronaldo, quien se limitó a fallar una clara ocasión.

El Depor explotó con astucia las debilidades del Madrid y los agujeros en la alineación de Capello. Y sobre todo contó con Arizmendi, el gran héroe de la noche. Arizmendi es de esos chicos espigados y de aspecto frágil -como Torres o Kluivert- que tienen un grave problema para jugar de delanteros: disponen de recursos para burlar al contrario, pero se deshacen a menudo en el momento de pegar. El deportivista pudo dejar el partido resuelto antes del descanso. Repasó casi todas las modalidades posibles de ocasión -cabezazo, remate lejano, llegada a bocajarro...- sin aprovechar ninguna. La traca final fue espectacular: una arrancada desde la derecha, en la que se llevó por delante a tres rivales y que culminó con un remate al poste. El Madrid también se encontró con el larguero, poco antes del intermedio, en un disparo de Emerson, el primero en casi 45 minutos. A Capello le habría venido muy bien para tapar sus miserias, pero cuando se juega al resultadismo hay que asumir todas las consecuencias.

La reanudación trajo otra maravilla de Arizmendi, que esta vez dejó con el culo en el césped a Cannavaro y regaló a Cristian el segundo gol. El Madrid comprendió que tampoco este año iba a variar la tradición mientras la hinchada local olvidaba sus penurias y Caparrós se permitía cerrar el partido con un magnífico gesto de relaciones públicas: Arizmendi se fue en minuto final para permitir que Valerón retornase fugazmente, justo en la noche más feliz del deportivismo desde hace muchos meses.

Cannavaro intenta arrebatar el balón a Arizmendi.
Cannavaro intenta arrebatar el balón a Arizmendi.GABRIEL TIZÓN

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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