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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre la Constitución europea

Hasta hace poco solía hablarse de dos grandes tendencias de pensamiento sobre la construcción europea: el europeísmo y el euroescepticismo. Tras leer el artículo de Ignacio Sotelo La doble presidencia alemana [publicado en Internacional el viernes 5 de enero], he llegado a la conclusión de que ha surgido con fuerza una tercera vía: el euroensañamiento. ¿Cuáles son sus postulados? Desde luego, certificar categóricamente que la Constitución europea ha fallecido y que la malhadada convención que la elaboró alcanzó la cima de la confusión al denominar así al nuevo tratado, eso sí, todo ello sin proponer soluciones a la crisis que vive la Unión.

Los miembros de la convención pudimos hacerlo mucho mejor, pero conseguimos consensuar (buen término) de forma transparente -no de madrugada y de tapadillo, como se había hecho siempre con los tratados- un instrumento constitucional con el que la Unión pudiera responder a las demandas de la ciudadanía: ojalá tuviéramos ya en vigor la Constitución cuando hablamos de política exterior, seguridad, Europa social, lucha contra la discriminación, migraciones, energía o cambio climático.

Una Constitución europea ratificada ya por 18 Estados en los que vive la mayoría absoluta de la ciudadanía comunitaria no está muerta. Pero discutir eso es lo de menos. Lo importante es trabajar para que un amplio acuerdo político y ciudadano permita sacarla adelante con la forma final que sea menester y garantizando sus principales avances, que son muchos y muy importantes: desde la Carta de Derechos Fundamentales hasta la ampliación de la mayoría cualificada, desde las nuevas políticas hasta el aumento de poderes del Parlamento Europeo (¡que seguro que también es un bodrio de Cámara para los del euroensañamiento!).

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La Eurocámara acaba de pronunciarse en tal sentido hace unas semanas. Y España tiene el mandato de trabajar por ello y así lo está haciendo. Porque, aunque la nueva tercera vía no se acuerde, aquí, como en Francia, Holanda y Luxemburgo, también hubo referéndum, y sus resultados valen tanto como los de los demás.

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