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Crónica:Fútbol | 17ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Espectáculo!

El Zaragoza resiste el acoso del líder, el Sevilla, en un encuentro vibrante en el que brilla Alves

Jordi Quixano

Alves no pudo contra todos. Tan pícaro como acertado, el Zaragoza martilleó al Sevilla en una jugada a balón parado y en una acción de Diego Milito. Obcecado en personalizar el ataque en Alves, el líder se debilitó y, de paso, se deshidrató en vano en su intento por estirar la tabla. Sí le resultó al final la estrategia, cuando Kanouté vio puerta tras una asistencia del carrilero, pero ya fue tarde. El Zaragoza, que se tambaleó pero aguantó el brillante arreón final del Sevilla, ya asoma la cabeza en los puestos nobles de la clasificación.

Ambos equipos utilizaron el mismo dibujo táctico, un 4-4-2 con dos medios centros. Pero las semejanzas se quedaron en papel mojado; movieron las piezas del tablero en sentido contrario y ejercieron maneras diametralmente opuestas de entender el fútbol. El Zaragoza depende de las incursiones de los laterales y de las diagonales de los interiores. El Sevilla inclina su ataque por el costado derecho, entiende el fútbol por las alas, y da libertad a uno de sus dos medios centros para que adelante su posición e intente pisar el área desde atrás. El Zaragoza quiere el balón. El Sevilla, también. Se lo quedó el conjunto andaluz.

ZARAGOZA 2 SEVILLA 1

Zaragoza: César; Diogo, Sergio, Gaby Milito, Juanfran; D'Alessandro (Lafita, m. 85), Zapater, Piqué, Aimar; Ewerthon (Óscar, m. 67) y D. Milito (S. García, m. 90). No utilizados: Miguel, Celades, Chus Herrero y Movilla.

Sevilla: Palop; Alves, J. Navarro, Escudé, David (Maresca, m. 60); J. Navas (Chevanton, m. 60), Poulsen, Renato, Puerta, L. Fabiano y Kanouté. No utilizados: Cobeño, Hinkel, Dragutinovic, Martí, y Kepa.

Goles: 1-0. M. 13. Diogo. 2-0. M. 51. Milito, tras un rechace. 2-1. M. 70. Kanouté.

Árbitro: Undiano Mallenco. Mostró la cartulina amarilla a Alves, Jesús Navas, Piqué, Aimar y César. Expulsó con roja directa a Luis Fabiano y Diogo (m. 94).

Unos 30.000 espectadores en la Romareda.

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Exigido y comedido por las molestias musculares de Celades, Víctor Fernández apostó por darle la titularidad a Piqué en el centro del campo aragonés. Piqué, central reconvertido, se atragantó un tanto con las iniciativas de Renato, que se sumó al ataque con empeño y descaro, al tiempo que recuperó muchos balones. Pero la probatura del técnico maño era una decisión táctica; la altura de Piqué sirvió para anular a Kanouté y sus prolongaciones de cabeza en el medio del campo. Bajada la pelota al suelo, apretujadas como tenía sus líneas para no dejar pensar a la medular contraria, el Zaragoza optó por jugarlo en toques rápidos, en asistencias profundas que buscaban la velocidad de Ewerthon. Pero el Sevilla, aseado en extremo en el aspecto táctico, basculó para ocupar el mayor espacio posible del terreno de juego y cerrar todos los huecos. Le salió bien hasta que el Zaragoza se inventó otra argucia. El pasado jueves, el equipo entrenó durante 90 minutos los saques de esquina. Anoche, en el primer corner botado por D'Alessandro, los jugadores se movieron hacia el primer palo menos Diogo, que entró desde atrás. El cuero llegó a su testa y, tras marcar los movimientos, remató al fondo de la red.

Torcidas las cosas, Alves gritó expresivamente a los compañeros. Pidió el balón. Y todo el ataque corrió por la banda derecha. Alves tiene recorrido, calidad, precisión en el centro y en el toque de primeras, desenvoltura en el desplazamiento de balón...tiene todo. Pero anoche Aimar no perdió su sitio y ayudó a Juanfran en su labor de atajar al correcaminos brasileño.

Ninguneada la solución Alves, el Sevilla se ofuscó; desatendió la banda izquierda, donde Diogo dejaba huecos preciosos al sumarse al ataque y donde Adriano, rápido como pocos, se lamentaba sin remedio. También se quejó Kanouté, que se desfondó en movimientos inútiles en la zona de tres cuartos y en tratar de jugar la pelota de espaldas a la portería. Cuando recibió en la frontal del área, probó fortuna. César, atento, desbarató las ocasiones. Recordó el Sevilla a un equipo inglés por su verticalidad pero se achicó en lo últimos metros, donde el Zaragoza, comandado por Gaby Milito y Sergio, atajó con acierto las embestidas contrarias.

Con el Sevilla volcado al ataque, el partido se abrió. Nada mejor para Diego Milito, que saca petróleo de la nada. Siempre atento, el argentino aceptó de buen agrado un pase de Zapater. Tras fallar estrepitosamente ante Palop, recogió el rechace y remachó el encuentro. No bajó los brazos el Sevilla, que al fin encontró en Alves la solución a sus problemas. Asistió a Kanouté en la línea de gol.

Pero ya era tarde. Sobre todo porque César se mostró siempre infranqueable. Despertó la capital aragonesa con la alegría en la cara por los regalos de los Reyes Magos; se acostó con la sonrisa por la victoria ante el líder.

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