Al sur de la utopía
La azarosa vida de Chris Stewart, que debuta en la narrativa con Entre limones, parece calcada de las biografías, más o menos noveladas, de los héroes de la literatura norteamericana, pero nos hallamos ante un espécimen genuinamente británico y genéricamente emparentado con esa fecunda y consagrada estirpe de viajeros "ingleses", curiosos y casi siempre impertinentes observadores y cronistas de latitudes, culturas y costumbres ajenas. Antes de afincarse en El Valero, un cortijo de la Alpujarra granadina, escenario de la peripecia novelada en este relato de corte autobiográfico, Chris Stewart fue músico profesional -primer batería de Genesis-, artista de circo, esquilador ambulante, marinero de yate, guía de viajes, reportero y a la postre granjero al sur de Granada, un territorio agreste y montaraz como una buena parte de sus pobladores.
ENTRE LIMONES
Chris Stewart
Traducción de Alicia de Benito
Almuzara. Córdoba, 2006
300 páginas. 16 euros
Las Alpujarras, de las que habla, con amor, respeto e ironía, el colono Stewart fueron descubiertas por los viajeros británicos hace más de un siglo y fueron muchos los que como Gerald, Don Geraldito, Brenan no pudieron, o no quisieron, escapar de su poderoso y ascético hechizo, que ha cautivado también a los seguidores del Dalai Lama. Una parte de la población autóctona alpujarreña, aislada en aldeas y cortijos de montaña, sigue mirando entre el recelo y la perplejidad a los colonos extranjeros; los alpujarreños son exóticos para los británicos, y los británicos, y foráneos en general, resultan extravagantes y sospechosos para los nativos que no acaban de entender por qué estos hijos de la civilizada y presuntamente próspera Gran Bretaña quieren vivir con aspereza, sin lujos y sin comodidades tan lejos de su patria. El titánico esfuerzo de los Stewart (Ana y Chris) por convertir un cortijo semiabandonado, entre almendros y limoneros, pero sin agua, sin luz y sin caminos, en un hogar habitable y sus complicadas y enjundiosas relaciones con el vecindario conforman un libro tan ameno como amable. Stewart tiene un talento especial para captar los diálogos, una curiosidad insaciable, un optimismo contagioso y un plácido sentido del humor a prueba de conspiraciones xenófobas: "Beatus ille".
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