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Reportaje:

Tres Magos de Oriente para un niño

En La Acebeda no hay Cabalgata porque sólo vive un pequeño

Por la localidad de La Acebeda, a 90 kilómetros de Madrid, parece como si hubiese pasado el flautista de Hamelín. No hay niños en la calle; ni en las casas; la escuela cerró hace 40 años; no se ven bicicletas ni pelotas a las puertas de los hogares. Tampoco hay pediatra, ni bautizos en la iglesia.

En esta localidad en la que viven 60 personas con una media de edad de 62 años no celebran la fiesta de los Reyes Magos porque no hay niños con los que compartirla. "¡Si es que la mayor actividad de este pueblo está en el cementerio! Nos pasamos la vida allí, enterrando a los vecinos, ya casi no quedan nichos. ¡Aquí no hay niños!", se queja el alcalde de la localidad, Adolfo Hernán, del PP, de 69 años.

"El flautista de Hamelín se llevó a todos los niños hace cuarenta años"

Entre tanta tristeza por la falta de gente joven, hace unos meses ocurrió en el pueblo un acontecimiento que ha vuelto a traer la esperanza de que La Acebeda rejuvenezca. Un matrimonio de Madrid, Juan y Pilar, decidió hacerse cargo de la posada del pueblo. Con ellos trajeron a su hijo de nueve años. El chaval se llama Martín, pero en el pueblo es conocido con el sobrenombre de El Niño, porque es el único que hay. "El Niño vive en esa casa de allí...", o "no hay críos, bueno, sí... ahora tenemos a El Niño", son frases que utilizan los residentes, como si hablasen de alguien mágico. Entre los vecinos, el siguiente en edad después de Martín tiene ya 22 años.

"El día de Reyes Magos lo pasaremos aquí, en la posada, como mucho iremos a la cabalgata de Buitrago de Lozoya, que está cerca de La Acebeda. A él no le importa ser el único niño del pueblo porque puede jugar con los críos que vienen aquí a pasar los fines de semana. Para él, la vida en el pueblo es muchísimo mejor que la de la capital", cuenta el padre de Martín.

Pero antes de que llegase este niño, hace muchos años, también había pequeños correteando por La Acebeda. Hace medio siglo, la localidad llegó a tener 385 habitantes, de los que 70 eran menores. La desbandada infantil empezó en los años sesenta, y sus habitantes lo recuerdan como si hubiese venido una mano negra a llevarse a todos los pequeños. "Se fue todo el mundo a Madrid, y con ellos se llevaron a los niños. Madrid ha absorbido a nuestra juventud, y a cambio no nos ha dado nada", se lamentan los vecinos. La Acebeda fue perdiendo habitantes hasta quedar en los 60 que tiene ahora. Con ese número, la localidad es la segunda más pequeña de la región en número de habitantes, tan sólo detrás de Madarcos.

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El pueblo tiene otro problema añadido para fomentar la natalidad: no hay ni un inmigrante. "¡Es que no tenemos nada que ofrecerles: no tenemos trabajo, no tenemos vivienda, no tenemos suelo!", se quejan los vecinos de este municipio, que tiene todo el término municipal -22 kilómetros- protegido.

Una de las pocas construcciones que está en marcha y que en febrero estará terminada tiene el paradójico nombre de Casa de la Cultura, Juventud y Biblioteca. "Es que es para la gente joven que viene los fines de semana y las vacaciones. El pasado verano llegué a contar en las calles hasta 70 niños", cuenta el alcalde, que está tan obsesionado porque vive con temor la amenaza de que, un día, La Acebeda pueda desaparecer. "Hemos construido un parque infantil con columpios para ver si se va animando la gente...", dice. El panorama fantasma cambia en vacaciones y los fines de semana. Muchos de los que emigraron un día regresan a la localidad con sus hijos, y todos tienen como centro de reunión "el bar-tienda de Paca, en él puedes desde tomarte una caña hasta comprarte un par de zapatillas", afirma Isabel, su hija y camarera ocasional del local.

Los vecinos no se desaniman y en el Ayuntamiento tienen muchos proyectos que quieren sacar adelante para atraer la mano de obra y las parejas jóvenes, como la construcción de una planta embotelladora de agua mineral o la potenciación del turismo rural. "Pero la administración es muy lenta. Con el proyecto de la planta embotelladora, llevo ocho años de papeleos", afirma el alcalde.

La añoranza por la infancia es tal que en las pasadas fiestas patronales el Ayuntamiento decidió plasmar en el programa municipal una fotografía de mediados de los años cincuenta en la que salen los niños que había entonces en el pueblo junto a su maestra. Isidoro Expósito y Pedro Sangonzález, ambos de 65 años, aún se acuerdan de sus días en la vieja escuela, ahora convertida en alojamientos rurales. "Para entrar en clase, el camino estaba tan mal que nos poníamos hasta aquí de barro...", cuentan los dos mientras se ponen la mano a la altura de la cintura. Estos dos jubilados viven tranquilos y no tienen muchas ganas de ver chavalería por el pueblo. "Quita, quita, estamos bien. Déjate de alborotos...", afirman.

La ausencia de infancia se repite en otros muchos municipios de la sierra madrileña. En La Comunidad de Madrid había empadronados en 2005, de un total de 5,9 millones de habitantes, más de medio millón de menores de nueve años. Pero el reparto es tan desigual que, por ejemplo, en El Atazar (113 habitantes) hay empadronados 12 niños; en Cervera de Buitrago (134 vecinos) hay ocho niños o Somosierra (116 habitantes) tiene sólo siete. "Aquí la fiesta de los Reyes Magos la hacemos para las personas mayores. Damos roscón, chocolate caliente y regalos. También se apuntan luego los pequeños con sus padres", cuenta el alcalde de Somosierra, Francisco Sanz (PSOE).

La localidad de Madarcos, con 38 habitantes, no tiene ni un niño empadronado, según la estadística de la Comunidad de Madrid. En otro municipio vecino: Robregordo, con 69 habitantes y dos niños empadronados, tampoco celebrarán este año la fiesta de los Reyes Magos, según su alcalde, Óscar Monterrubio (PSOE). Por ellos, también pasó el fantasma de Hamelín.

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