La realidad contraataca
Las potencias occidentales vuelven a tener los pies en el suelo; es un cambio positivo
En la política mundial, puede que 2007 sea el año del realismo. Si eso significa dejar de lado las ilusiones peligrosas, será positivo. Si significa abandonar el idealismo, será negativo. En la práctica, seguramente será un poco de ambas cosas.
En 2002, un asesor cercano al presidente George W. Bush aseguró al periodista Ron Suskind que la gente en la "comunidad dedicada a la realidad" -los periodistas, por ejemplo- estaba muy equivocada. "El mundo ya no funciona así", explicó el asesor. "Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad". Como consecuencia, el equipo de Bush, al mismo tiempo que ignoraba las pruebas reales del calentamiento global, se fió de lo que los ingeniosos llamaron "información basada en la fe" sobre las armas de destrucción masiva en Irak y se propuso transformar el mundo mediante una revolución democrática impulsada por la fuerza. El imperio atacó.
Al comenzar 2007 sólo se habla de unas realidades que dan que pensar, ya sea en Irak, en Afganistán, en el cambio climático o en la economía mundial
Aunque el Gobierno de Bush no esté dispuesto a negociar directamente con Irán y Siria, la cruzada contra el 'eje del mal' está muy desacreditada
También se ven indicios del viejo realismo en la política de Tony Blair, el mejor representante del internacionalismo liberal idealista de Occidente
Cinco años después, contraataca la realidad. Ahora que comenzamos 2007, sólo se habla de unas realidades que dan que pensar, ya sea en Irak, en Afganistán, en el cambio climático o en la economía mundial. Es un cambio positivo. Por lo menos, volvemos a tener los pies en el suelo, aunque el suelo esté más caliente de lo que estaba o de lo que debería. Sobre el cambio climático, en concreto, veo que empieza a darse un giro fundamental. Es interesante que el líder conservador británico, David Cameron, en un artículo para el especial de The Economist titulado The World in 2007, coloque el cambio climático en cabeza de su lista de desafíos mundiales. "El calentamiento global es una realidad y nos anuncia un grave futuro para todos, si no se toman las medidas adecuadas", coincide John McCain, el principal candidato republicano a suceder a Bush como presidente. Podemos estar seguros de que en 2007 no se van a tomar las medidas adecuadas, pero, por lo menos, ya no se niega la realidad.
Un realismo semejante es el que se observa en relación con Oriente Próximo. Ni siquiera Bush pretende ya que "estamos ganando" en Irak. El Grupo de Estudios sobre Irak ha reafirmado la importancia crucial de que haya un acuerdo entre israelíes y palestinos para el futuro de las relaciones de occidente con el mundo árabe y musulmán. Aunque el gobierno de Bush no esté dispuesto a negociar directamente con Irán y Siria, la idea de la cruzada contra un "eje del mal" aislado está muy desacreditada. De los tres presuntos miembros del eje, Irak es ahora más caldo de cultivo de terroristas que hace cinco años, Corea del Norte tiene armas nucleares e Irán tiene más fuerza que nunca. Vaya éxito el de la política exterior basada en la fe.
Por desgracia, este nuevo realismo viene en el mismo paquete que otro tipo de realismo más antiguo, de realpolitik; una actitud -vista por última vez en el gobierno de George Bush padre- que insiste en que hay que obtener aliados donde se pueda y no preocuparse demasiado por cómo tratan a sus propios ciudadanos. Los intereses nacionales y, más en general, los intereses económicos y de seguridad de occidente, justifican las buenas relaciones con autocracias amigas como Arabia Saudí, de acuerdo con el viejo lema "puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". James Baker, copresidente del Grupo de Estudios sobre Irak, y Brent Scowcroft, antiguo consejero de seguridad nacional del presidente George H. W. Bush, son los principales exponentes de esta postura. Aunque, por motivos obvios (e incluso edípicos), el presidente actual se resiste al regreso de su padre, en Washington se observa una tendencia general a volver del segundo al primer Bush.
Vigilar a Irán
Un país que hay que vigilar para comprobar esta tendencia es Irán. Antes de la invasión de Irak, a la República Islámica de Irán le pedíamos dos cosas: que retrasara y, preferiblemente, detuviera su programa nuclear, y que acelerara el proceso de cambio político interno para que hubiera más respeto a los derechos humanos, pluralismo y democracia. Ahora le pedimos tres cosas: esas dos más su ayuda para estabilizar Irak, mediante su influencia directísima sobre la mayoría chií de dicho país. Irán es más fuerte y más hostil y, sin embargo, le exigimos más. No es posible que vayamos a obtener las tres cosas a la vez. Así que, ¿en qué aspecto se ablandará Occidente en 2007? Estoy seguro de que será en lo relativo a los derechos humanos y la democratización.
También se ven indicios del viejo realismo en la política del mejor representante del internacionalismo liberal idealista de Occidente, Tony Blair. Hace poco, Londres extendió la alfombra roja para el dictador amigo de Kazajistán. En el sur de Irak, las tropas británicas preparan su retirada y lo que van a dejar atrás no es precisamente una democracia. Poco antes de Navidad, Blair habló en Dubai y dijo que, en la lucha contra el terrorismo internacional, y ante la amenaza estratégica que supone Irán, debemosr forzar nuestros lazos con los Estados árabes "moderados", aunque sean autoritarios. Cuando The Financial Times le interpeló a propósito del carácter autoritario de los Emiratos Árabes Unidos -donde, en unas recientes elecciones para formar un consejo asesor, sólo pudo votar el 1 % de los ciudadanos-, el primer ministro británico respondió: "Tiene que avanzar a su propio ritmo, pero la dirección está clara".
Genghis Khan, en Londres
Prepárense, pues, para la visita oficial de Genghis Khan a Londres y Washington. En varios encuentros off-the-record, sir Justin Smoothe [sir Justin el suave], del Ministerio británico de Exteriores, explicará que, aunque el presidente Khan "no hace las cosas exactamente como nos gustaría que se hicieran aquí", está claramente "avanzando en la buena dirección". La introducción de medidas para restringir las violaciones y los saqueos en la horda mongola es -explicará sir Justin- un signo de esperanza de que están progresando hacia el imperio de la ley. Mientras tanto, en Washington, el Chuck Hardball, del Pentágono, informará sobre los depósitos de uranio y gas del imperio mongol y su posible papel como anfitrión de la extraordinaria rendición de los sospechosos de Al Qaeda.
Es más, estoy esperando a que alguien redacte una nueva versión del famoso artículo escrito por la difunta Jeane Kirkpatrick en 1979, Dictaduras y dobles raseros, en el que afirmaba que era preciso tratar de forma distinta a las autocracias de derechas, amigas y antisoviéticas que a los regímenes de izquierdas totalitarios y prosoviéticos. ¿Dobles raseros? Sí, por favor. Hoy, una autocracia amiga se definirá en parte por su posición en la lucha contra el terrorismo yihadista y en parte por su voluntad de vender sus recursos naturales y energéticos a Occidente. Como China compite por esos mismos recursos desde el otro extremo del mundo y le importa un pito el historial de derechos humanos de quienes le abastecen de energía y materias primas, nuestra capacidad de imponer condiciones políticas a nuestros proveedores se ve muy reducida.
¿Cómo podría llamarse esta política? La mayoría de la gente se ha olvidado de que el actual presidente Bush llegó al poder en 2001 predicando un "nuevo realismo", opuesto a lo que llamaba, en tono de burla, el intervencionismo idealista, liberal y difuso de la era de Clinton. Sin embargo, tras los atentados del 11-S, y especialmente en su segundo mandato, empezó a defender una política increíblemente idealista de democratización mundial. El autor político estadounidense Robert Kagan calificó la nueva actitud de Bush como un "realismo superior". O sea, que ése era el nuevo-nuevo realismo. Ahora tenemos el nuevo-nuevo-nuevo realismo, o nuevo realismo al cubo. Si el nuevo realismo al cuadrado incluía un volumen absurdamente enorme de idealismo, puesto que creía que la democracia iba a extenderse por Oriente Próximo a tanta velocidad como lo hizo en Europa del Este tras 1989, el nuevo realismo al cubo corre el riesgo de dar el bandazo hasta el extremo opuesto y cometer el viejo error de creer que es posible construir un orden duradero apoyándose en autocracias amigas.
Lo mejor es que, en lugar de todo eso, en 2007 tengamos una comunidad internacional apoyada en la realidad pero sin demasiado realismo. A la larga, no hay nada que sea menos realista.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.