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Columna
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Año nuevo

Ya que estaba a punto de entrar en el nuevo año y, de todas formas, no iba a quedarle más remedio que apostar al siete durante los próximos 375 días, Juan Urbano decidió mirarlo todo desde la esperanza, y a partir de ese instante fue invencible porque, como dice el poeta Mario Benedetti, en este mundo existen vacunas para casi todo menos para el optimismo. De modo que barrió el polvo de ladrillo bajo la alfombra; hizo una bola de aluminio con los aviones de Air Madrid; subió el volumen de la música -que por razones sentimentales era un disco de James Brown- para no oír el ruido de las obras ni el del tráfico; tachó de todos los periódicos que había leído los titulares que los habían ennegrecido, en algunos casos, hasta convertir la tinta en un afluente del veneno, y se puso a pensar en las cosas que le gustaban últimamente en Madrid.

La distancia no es sólo uno de los materiales del olvido, sino una purga contra la realidad
¿Por qué van a brindar, contra los viejos problemas o a favor de los buenos deseos?

Algunas eran muy pequeñas y otras más grandes. Entre las pequeñas estaban, por ejemplo, esas papeleras para reciclar revistas o diarios usados que han puesto en algunas estaciones de Metro. Pensó en cuántas páginas muertas harían falta para salvar un árbol y en lo que podría escribirse en las hojas nuevas que salieran de las viejas, quizás alguna diese vueltas y más vueltas en el mercado y una noche Ángel González o José Manuel Caballero Bonald escribiesen en ella un poema, o Joaquín Sabina una canción. Se dio a sí mismo su más firme palabra de honor de que, a partir de entonces, no sólo dejaría cada mañana, en esas cestas metálicas, el periódico de ayer, sino también todos los que viese abandonados en los vagones o los bancos. Un optimismo que ya casi lindaba con la santidad brillaba dentro de su cabeza como las monedas en los sueños de un usurero.

Entre las cosas grandes, a Juan Urbano le gustaba que se hubiera abierto lo que fue la antigua carretera de la Dehesa de la Villa, transformada ahora en paseo peatonal y con el añadido de un carril bici de kilómetro y medio.

De hecho, para practicar su conocida afición al ciclismo, que en su opinión es el deporte de los filósofos porque es el que más invita a pensar, ayer mismo estuvo pedaleando por allí hecho un Luis Ocaña, y le gustó la sensación de estar tan en la ciudad a la vez que se sentía tan lejos, porque en algunas ocasiones la distancia no es sólo uno de los materiales del olvido, sino también una purga contra la realidad. Bajo el sol frío de diciembre y mientras iba de un lado a otro sin prisas, contagiado de la cadencia pacífica de las personas que paseaban o hacían deporte por la zona, pensó que las bicicletas no sólo ruedan para quien las conduce, sino también para el resto de la ciudad, porque imponen su ritmo calmado y le restan histeria a la velocidad de los coches, las motos y demás vehículos del diablo. Es verdad que los árboles que han plantado para hacer la reforma no llegan a 200, lo que es muy poco si los comparas con los que han sido talados, sin ir más lejos, como consecuencia de las obras de la M-30, pero a pesar de todo se negó a tirarse de su optimismo en marcha. No señor, dentro de tres días empezaba un año nuevo y lo mismo que otros compran cursos de idiomas o colecciones de quiosco, él estaba dispuesto a entrar sonriendo el día uno, y luego ya se vería. "En todo caso", se dijo, "que el viaje sea de lo claro a lo oscuro, y empezar el curso con el rencor en blanco y convencidos de que, a partir de ahora, las cosas iban a ser más humanas." O sea, que era igual que si ya estuviese al final de la fiesta de Nochevieja, lleno de buenas intenciones y con los brazos abiertos a abrazar.

Habrá quien se apresure a acusarlo de ingenuo, utópico y hasta de simplemente estúpido, pero en mi opinión su forma de empezar este 2007 al que ya se le ve asomar el principio no puede ser mejor. ¿Por qué van a brindar ustedes, contra los viejos problemas o a favor de los buenos deseos?

El mío, de familia hacia afuera, es que, de abajo arriba, nuestra Comunidad, el país y el mundo entero mejoren en cuanto deje de sonar en el aire la última campanada. De momento, Juan Urbano pensaba rasgarle el papel al 2007 convencido de que dentro iba a encontrar todo lo que siempre había buscado.

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