Memorial desmemoriado
Alcalde corrupto y confeso, promotor y gestor de la más nefasta y extendida red de especulación urbanística que generaron los tiempos recientes, condenado en los años sesenta por negligencia criminal en la construcción con un resultado de más de 50 muertos, y posteriormente indultado por una gracia especial del Generalísimo, que siempre figuró en su panteón de héroes junto con Adolfo Hitler, demagogo creador de un demagógico partido político cuyas siglas correspondían a su apellido doble, implicado en más de cien procesos por asuntos inmobiliarios y financieros, presidente del club Atlético de Madrid al que implicó en algunos de sus sucios negocios, consiguiendo su descenso a segunda división... A Jesús Gil y Gil, detentador de tan asombroso currículo, redactado aquí en versión muy resumida, le ofrecieron el otro día en las riberas del maltratado Manzanares un partido homenaje, que jugaron: el Atlético de Madrid, equipo que tanto le sufrió y soportó sus insultos y sus arbitrariedades, y su eterno rival, en esta ocasión compinche, el Real Madrid, otro gran club de constructores, como tantos otros porque ya se sabe que presidir clubes de fútbol es la segunda vocación, el hobby irresistible de los empresarios del sector del ladrillo.
El partidillo prenavideño del Memorial Jesús Gil y Gil pasó con más pena que gloria y terminó en penaltis entre el aburrimiento de los homenajeadores del césped y las gradas. Aprovechando que el Manzanares pasa a los pies del estadio, los celebrantes quisieron dar un toque solidario al innecesario encuentro con un mensaje en contra del "maltrato de género", maltrato que, al menos verbalmente, practicó en vida el celebrado, famoso por sus ocurrencias machistas prodigadas hace unas décadas en un programa personalizado de Tele 5, que contaba con su comparecencia en un jacuzzi rodeado de jovencitas en bikini que le reían las gracias y le consentían sus manoseos.
Este memorial de la desmemoria desenterrará los agravios, este abuso sobre la memoria histórica más reciente sólo servirá para descorrer el piadoso velo de un olvido que nunca terminó de tapar el mal nombre de aquel energúmeno que reaparece en cada pliegue del tejido de la corrupción política e inmobiliaria de la operación Malaya. Esta vez los medios de comunicación, que tanto celebraron y ensalzaron los desafueros de Gil, a cambio de buenos titulares y jugosas declaraciones, no han dado gran pábulo al encuentro. Fueron muchos los periodistas, y no sólo de los medios deportivos, los que crearon el monstruo, alimentaron su ego descomunal y forjaron su leyenda negra y áurea.
Quizás sea demasiado tarde, la bulímica sombra del ogro permanece, por ejemplo, en el recuerdo de los miles de telespectadores que hace unos días votaron, para el número 9 de las 50 imágenes más recordadas de los 50 años de Televisión Española, las de un programa de mediados de los años noventa que, como su propio nombre, rifirrafe, indicaba, consistía en que cualquier debate se convirtiera en una gresca de escándalo. En este caso competían en los dos rincones del plató el mencionado Gil y Gil y el periodista que esto suscribe y que en una novela publicada por aquellas fechas había hecho mofa y befa sobre una supuesta universidad de verano de Marbella y sobre su flamante veterinario honoris causa y alcalde. El conductor del programa había enviado a mi oponente las páginas fotocopiadas que hacían referencia a su persona y Gil y Gil traía preparada una batería de improperios y descalificaciones que en torrencial cascada anegaron conmigo a periodistas, socialistas, comunistas, anarquistas, progresistas y demás desafectos a su régimen. Unos días después de la fenomenal bronca televisiva, media docena de ultras coléricos lanzaron varias docenas de huevos y unas octavillas con amenazas de muerte en una presentación de libros en la que participaba. Y unas fechas más tarde, tras un frustrado asalto al teatro Alfil donde actuaba esa noche, el jefe del comando atlético me confesaba en la barra de un bar que su ofendido patrón les pagaba generosamente para que me amenazaran e intimidaran durante una semana pero sin tocarme un pelo. De nuevo gracias.
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