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EL CÓRNER INGLÉS | Fútbol | Internacional
Columna
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Wenger, el chico malo de la Premier

Hace tiempo que en Inglaterra le llaman The Professor. Alguien una vez lo retrató como "el Sigmund Freud de los técnicos". Y es verdad que Arsène Wenger tiene más pinta de psicoanalista, o catedrático de filosofía, que de entrenador de fútbol. Alto, refinado, culto, el francés habla el inglés y el alemán a la perfección, y se comunica bien en español, italiano y japonés. Nadie lo asociaría con el estereotipo que representan José Antonio Camacho, Alex Ferguson o Luis Aragonés.

Pero algo ha cambiado esta temporada, la undécima que Wenger tiene a su cargo al mejor Arsenal de la historia. Un diario inglés escribió el fin de semana pasado que se había convertido en "el nuevo chico malo" del fútbol inglés. Que a la lista que incluía los nombres de Wayne Rooney y José Mourinho, había ahora que agregar el del francés.

Hubo un episodio a principios del mes pasado que cambió para siempre la imagen de Wenger como heredero de Descartes, como hombre frío y racional que observa con ironía la desenfrenada pasión con la que los ingleses se entregan a su deporte favorito.

Fue durante un partido entre el Arsenal y el West Ham, que el West Ham ganó inmerecidamente 1-0. El gol llegó casi cumplidos los 90 minutos. Para el West Ham, en zona de descenso, fue el gol de la redención. Para el Arsenal era casi, casi decir adiós a la Liga. Cuando entró el gol, Alan Pardew, el entrenador del West Ham, enloqueció. Hasta tal grado que se acercó a Wenger y se burló de él. El Dr. Wenger se convirtió en Mr. Hyde. Con ojos homicidas, escupió a Pardew los peores insultos y le amenazó no se sabe con qué, sólo que tuvieron que intervenir el cuarto arbitro y dos o o tres personas más para evitar que Wenger le hiciera a Pardew algo mucho peor de lo que Zidane le hizo a Materazzi.

Wenger fue denunciado ante la Federación Inglesa (FA) por "conducta inapropriada". El veredicto de la FA: una multa de 15.000 euros y una severa reprimenda. A los pocos días, durante el partido del fin de semana pasado contra el Portsmouth, el arbitro expulsó a Wenger - le ordenó que abandonara el banquillo- por haberle insultado de manera supuestamente grosera. Por lo que otra vez Wenger tendrá que comparecer ante un tribunal de la FA acusado de "conducta inapropiada". Wenger está indignado. Cree que ha sido víctima de una injusticia. Reconoce que lo que pasó con Pardew estuvo mal, pero esta segunda acusación le parece "escandalosa...dado lo que he visto aquí en los últimos 10 años".

La sospecha de que el romance que ha vivido Wenger con el fútbol inglés se podría estar disipando ha despertado el temor entre la afición del Arsenal de que quizá por fin se vaya, de que la próxima vez que un equipo como el Real Madrid le ofrezca trabajo (lo hizo tres veces durante la época de Florentino Pérez, y tres veces el francés se negó), dirá que sí. Pero, ¿cambiará la actitud de los grandes clubes europeos hacia Wenger tras su aparente, y alarmante, cambio de personalidad?

No debería. Porque lo único que ha hecho Wenger ha sido sacar a la luz una saludable esquizofrenia que siempre estuvo ahí. Es sin duda un hombre frío y calculador. Si no, no hubiera demostrado aquel extraordinario don para identificar jóvenes talentosos, ficharlos por casi nada y convertirlos en grandes figuras (Thierry Henry, Patrick Vieira, Cesc Fábregas y muchos más). Pero para haber logrado lo que ha logrado en el frenesí de la Liga inglesa (no uno, sino dos dobletes, en 1998 y 2002; y en la temporada 2003- 2004, entrenar el único equipo de la historia inglesa que no ha perdido ningún partido en toda la temporada) requiere un grado de competividad que roza la locura.

Y además, los equipos de Wenger simpre juegan que da gusto.

En caso de que al final de esta temporada el Real Madrid se canse de Fabio Capello, está claro lo que la directiva del Bernabéu debería de hacer: como prioridad absoluta, volver a la carga por Wenger. Si encima se cumplieran los rumores de que Rikjaard se quiere ir del Barcelona, podríamos ver en Espana este verano la disputa más agria desde tiempos de Luis Figo.

Arsène Wenger.
Arsène Wenger.REUTERS

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