"La Legión frenó una escalada entre libaneses e israelíes"
"El foco de la crisis está en Beirut, y el sur se mantiene tranquilo, pero se han tomado medidas de protección"
El pasado 2 de noviembre, cerca de la Puerta de Fátima, el puesto por el que salió el último tanque tras la penúltima invasión del sur del Líbano, una patrulla israelí y otra libanesa se encararon a través de la valla fronteriza. Primero fueron insultos. Después, gestos amenazantes, como enca-ñonarse mutuamente. Al final, no se sabe lo que habría ocurrido, pues una patrulla de la Legión, que pasaba por las inmediaciones, acudió a separarles. Se interpuso entre ambos bandos y logró convencerles de que se marcharan por donde habían venido.
"Gracias a nuestra presencia se produjo la disuasión y se frenó la escalada", explica el general de brigada Juan Bautista García Sánchez (Pontevedra, 1954).
"Las autoridades locales, incluso las que son de Hezbolá, no dudan en pedirnos ayuda"
"El comienzo fue muy duro. Lo prioritario era empezar la misión lo antes posible, luego, las condiciones de vida"
Este episodio, que se quedó en anécdota pero pudo acabar en incidente grave, ilustra el papel de los cascos azules españoles en una de las fronteras más calientes del mundo: evitar que los rescoldos que dejó el alto el fuego del pasado 14 de agosto, tras 34 días de guerra entre Israel y Hezbolá, prendan otro incendio.
García Sánchez, que tomó el mando de la Brigada de la Legión el 21 de octubre y sólo dos días después cogía las maletas para viajar a Beirut, es el jefe de la Brigada Multinacional del Sector Este de la Finul (Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano). Bajo su responsabilidad están 2.732 militares, que llegarán a casi 4.000 en los próximos meses, y un área de unos 400 kilómetros cuadrados que incluye varias zonas en disputa capaces cada una de ellas de servir de pretexto a una guerra, como los Altos del Golán o las Granjas de Chebaa.
Aunque ha pasado por Bosnia-Herzegovina, Irak y Afganistán, García Sánchez reconoce que nunca un general español ha tenido bajo su mando una fuerza tan heterogénea: además del contingente español, batallones de India, Indonesia y Nepal, a los que pronto se sumarán un hospital chino y una unidad de Malaisia.
Pese al acentuado color asiático de su brigada (de la prometida unidad polaca nada se sabe), se muestra "muy satisfecho" del "loable" trabajo de todos los militares a sus órdenes. "Quince años de experiencia en el exterior nos han dotado de una capacidad de mando y control que ahora se pone a prueba", explica.
Tras haber cedido al batallón indonesio el campamento de Taibe, que levantó la Infantería de Marina, los 1.300 militares españoles se concentran en la base Miguel de Cervantes, en el municipio de Blat, cerca de Marjayún, la principal ciudad del sector y única de mayoría cristiana.
Además de los 1.071 miembros de la brigada (en su mayoría legionarios), otros 190 de la Unidad de Apoyo al Despliegue (UAD) trabajan a destajo para levantar la base, sobre una superficie de 500.000 metros cuadrados. "Los comienzos fueron muy duros", reconoce, "especialmente por la lluvia y el barro, pero los trabajos van a buen ritmo y esperamos terminar a mediados de enero. Lo prioritario", agrega, para explicar las incomodidades que han padecido los soldados, "era empezar la misión lo antes posible y sólo después ocuparnos de nuestras condiciones de vida". Ya se han empezado a sustituir las tiendas de campaña por contenedores-dormitorio y García Sánchez confía en disponer en breve de un vuelo semanal que permita la llegada regular de paquetes o correspondencia.
La urgencia del despliegue no era caprichosa. Las tropas españolas llegaron para consolidar un cese de hostilidades que sólo se ha cumplido en parte. La milicia chií no ha liberado a los dos soldados judíos cuyo secuestro desencadenó la guerra e Israel no ha completado su retirada.
En Ghajar, última aldea libanesa ocupada, está uno de los siete puestos de observación a cargo de la Legión. Se trata, probablemente, del más sensible. García Sánchez ha participado en reuniones técnicas con militares israelíes y libaneses para fijar los términos de la retirada. Pero subsisten obstáculos. Uno es que la línea azul, única frontera internacional reconocida, pasa por el centro del pueblo. "Estamos haciendo todos los esfuerzos para evitar que se divida en dos a la población", explica.
Respecto a las violaciones del espacio aéreo libanés por la aviación israelí, que han provocado airadas protestas e incluso amenazas veladas del mando francés de la ONU, García Sánchez cree que la solución está "más en el nivel político que en el militar".
Sobre el terreno, su mayor preocupación son las decenas de miles de municiones sin explosionar arrojadas por Israel al final de la guerra. Más de un millar de artefactos han sido desactivados por las tropas españolas, muchos en viviendas o campos de cultivo, aunque no sea ésa su función. Corresponde a los expertos de la ONU que, pese a su dilatada experiencia, sufrieron el pasado día 24 tres heridos en un campo de minas dentro de la zona española.
La "operación más crítica", en palabras del general, que ha realizado la Legión tuvo lugar el pasado día 5, cuando una patrulla localizó un depósito de armas en un barranco, al pie de los Altos del Golán, con varios hombres armados que se dieron a la fuga. Al día siguiente, al regresar para una inspección exhaustiva, los legionarios se tropezaron con varias bombas trampa.
García Sánchez alega que es "difícil contestar" a la pregunta de si estas bombas fueron colocadas la noche anterior, para causar bajas entre los españoles, o datan de la última guerra. Pero agrega, con satisfacción, que muchos militares extranjeros se mostraron deseosos de saber cómo habían logrado los españoles neutralizar ese tipo de artefactos.
La cautela del general al referirse a este episodio evidencia cuan espinoso es cualquier asunto relacionado con el Partido de Dios, casi omnipresente en el sur de Líbano. García Sánchez alega que las relaciones con los partidos no son su cometido, aunque sí con las autoridades locales, "e incluso las que son de Hezbolá no dudan en pedirnos ayuda".
Admite que, inicialmente, la actitud de la población era de recelo. No en vano, los cascos azules llevan casi 30 años en esta zona y no han podido evitar dos invasiones. Pero poco a poco, asegura, "va cambiando", pese a la incomodidad que supone el trasiego de vehículos militares por carreteras que no merecen tal nombre. "Además de darles seguridad, siempre en apoyo al Ejército libanés, generamos actividad económica, con empleos y contratos con empresas locales".
Si el riesgo de una ruptura de hostilidades entre Israel y Hezbolá parece conjurado por ahora, cada día crece la amenaza de una guerra civil como la que devastó Líbano entre 1975 y 1990.
"Éste es un país muy frágil, cuya estabilidad puede saltar por los aires en cualquier momento", admite García Sánchez. "Pero el foco de la crisis está en Beirut", agrega, "y el sur se mantiene tranquilo hasta ahora, quizá por efecto de la presencia de los cascos azules". Se trata de un efecto colateral, pues las tropas de la ONU no tienen mandato ni medios para intervenir en un conflicto fratricida. "Nuestro deber", argumenta, "es cumplir la misión que se nos ha encomendado. Y así lo haremos, hasta que se nos ordene otra cosa". Por si acaso, concluye, "se han tomado las medidas adecuadas de autoprotección, sobre todo en los desplazamientos".
Para García Sánchez y los militares a sus órdenes, estas fiestas navideñas serán especiales. "No sólo por estar tan lejos de casa [3.250 kilómetros de Almería y 3.528 de Ronda], sino también tan cerca de Palestina y de tantos lugares que evocan estas fechas".
"Es inevitable echar de menos a la familia", concluye, "pero lo compensa el orgullo de saber que estás aquí sirviendo a España".
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