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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Buenos deseos

De todas las felicitaciones navideñas que he recibido este año la que más me ha conmovido es la de Isidoro Álvarez, rey de un país llamado El Corte Inglés. Ser titular de una tarjeta de cliente de estos grandes almacenes me da derecho a recibir dos cartas anuales: una por mi cumpleaños y otra por Navidad. Isidoro nunca falla. Este año el christmas está ilustrado con una reproducción del cuadro de El Greco titulado La adoración de los pastores. Supongo que somos millones los españoles que recibimos la misma felicitación y me consta que algunos, impulsados por un sano deseo de guasa, incluso le devuelven el detalle y responden con otra felicitación dirigida al señor Álvarez.

Lo de las felicitaciones es una tradición que subsiste incluso en zonas tan privilegiadas de nuestra sociedad como el palacio de los Príncipes de Asturias, que no ha dudado en utilizar publicitariamente a su hija Leonor para ilustrar un christmas (una decisión que pone en duda algunos criterios sobre la protección de la infancia). No he recibido la felicitación de los príncipes pero sí una del periodista Josep Cuní en la que puede leerse la siguiente cita de Woody Allen: "L'única cosa que pot salvar els humans és la màgia". La tarjeta demuestra que tanto Cuní como Allen son, en el fondo, individuos optimistas, ya que todo el mundo sabe que a los humanos, con o sin magia, ya no hay quien los salve.

Acumulando todas las felicitaciones dirigidas a los diversos humanoides con los que convivo, observo que responden a una mezcla de compromiso, mailing publicitario, detalle propagandístico y algunos, pocos, mensajes familiares y amistosos. Mis hijos, por ejemplo, han recibido una preciosa felicitación fabricada por el Atelier Ruli de Ruanda en la que, por suerte, no figura ningún texto moralmente intimidador que subraye su carácter benéfico. En cambio, en las popularísimas felicitaciones de Unicef que he comprado y enviado como cada año, sigue figurando un texto conceptualmente lógico pero formalmente redundante: "La compra de esta tarjeta ha ayudado a Unicef a asegurar a una niña su escolarización". La solidaridad es, con diferencia, el elemento más recurrente de estas fechas. Incluso el alcalde Jordi Hereu ha considerado oportuno enviar, con cargo al contribuyente, felicitaciones en las que presume de que Barcelona es, entre otras cosas, una ciudad solidaria. En la postal aparece una fotografia de un centro de salud camerunés que cuenta con la ayuda de nuestro Ayuntamiento y el entusiasmo navideño de Hereu se remata con la siguiente exclamación: "¡Feliz año solidario!". Al recibirla, temí no estar a la altura: ¿qué ocurrirá si, por los motivos que sean, no soy todo lo solidario que cabría esperar?

Por suerte, otras tarjetas me transmiten sensaciones distintas y más complejas. La de La Institució de les Lletres catalanes, por ejemplo, ha contratado al artista Perejaume para transmitir estímulos visuales y literarios en forma de extensa digresión con algunos elementos marca de la casa: el corcho y los Pirineos. Por si eso fuera poco, me han proporcionado la satisfacción de discrepar de un frase tradicional: "Bon Nadal i millor 2007". Siempre me ha parecido de muy mal gusto desear una buena navidad pero no tan buena como el año que se inaugura. ¿Por qué tiene que ser mejor el año nuevo que la Navidad? Una asociación de ayuda a niños discapacitados recurre al talento de Josep Maria de Sagarra y reproduce unos versos de su explotadísimo Poema de Nadal: "Jo et vull sentir viva i lluent/ estrella de Nadal/ esgarrintxant el blau del firmament".

Pero como sé que no hay que dejarse arrastrar por el poder reconfortante de la lírica, me sumerjo en el incontestable realismo de la felicitación de Caprabo: "Caprabo et desitja bones festes i feliç any 2007". De este texto me encanta la rotunda falta de ambición literaria e imaginación. La Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, en cambio, ha optado por un simpático dibujo de Forges que desmiente el pomposo nombre de la institución que la manda. Hay más: una, preciosa, de un agente literario anglosajón, con una ilustración en la que Papa Noël parece no poder contener la energía desatada de un grupo de renos probablemente dopados. O la de EL PAÍS, que declina unos buenos deseos plurilingües. O la del cartero, que es una de mis preferidas porque hay que pagarla, y en esos tiempos de pay per view también está bien que algunos exploten sus deseos de prosperidad y felicidad. Y, para terminar, una del Instituto Cervantes, que permite a su director César Antonio Molina compartir su vocación poética con un poema de Borges que habla del "asombro ante el milagro de que a despecho de infinitos azares,/ de que a despego de que somos/ las gotas del río de Heráclito,/ perdure algo en nosotros:/ inmóvil".

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