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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Una relación cordial

La semana política que comenzó en Alicante entre visitas oficiales y declaraciones en los juzgados culminó ayer, domingo, con la presentación de la candidata socialista, Etelvina Andreu. Nos encontramos, pues, en plena campaña electoral y así continuarán las cosas hasta que se celebren las elecciones el próximo mes de mayo. Todo indica que, al contrario de lo sucedido en otras ocasiones, la campaña para disputar la alcaldía resultará esta vez interesante. De momento, ese interés no reside tanto en los programas de los partidos ni en las listas que presentarán, como en lo que se cuenta en los juzgados.

La visita política la protagonizó el presidente de la Generalidad, Francisco Camps, que vino a Alicante para poner la primera piedra en las obras de la avenida de Dénia. Cuando se está en periodo electoral, pocas cosas son tan importantes como una primera piedra. Si, como ocurre en esta ocasión, las obras que se prometen son espectaculares y de un indudable impacto para la ciudad, los beneficios son incalculables. Cuando concluyan las obras, se obtendrá una mejora notable en los accesos a la ciudad. Los optimistas creen que, llegado ese momento, se podrá circular por Alicante con una mayor comodidad. Los pesimistas, por el contrario, consideran que esta nueva cesión del espacio público al automóvil supondrá una mayor congestión del tráfico.

Pese a que los diarios han prestado una innegable atención a la visita de Camps, es probable que su efecto ante los ciudadanos se haya visto atenuado. La causa estaría en la presentación de Sonia Castedo y Luis Díaz Alperi ante el juez que investiga si se produjo un supuesto trato de favor a Enrique Ortiz, por parte del Ayuntamiento. Las comparecencias de la concejala de Urbanismo y del alcalde de Alicante han despertado una gran curiosidad entre la opinión pública, que no se ha visto defraudada.

La decisión de Castedo de asumir la responsabilidad del caso para exculpar al alcalde resulta, en buena medida, comprensible. Mayor interés tiene, en mi opinión, la declaración de Luis Díaz que muestra cómo la percepción de las emociones siempre está cargada de subjetividad. Semanas atrás, al comparecer ante el juez, Enrique Ortiz dijo que su relación con Díaz tenía un carácter institucional. Pues bien, lo que para Ortiz no traspasaba los límites del protocolo, para Díaz resultaba ser, como ha asegurado el propio alcalde, una relación cordial. La diferencia no deja de ser curiosa. Escribía Montaigne en sus Ensayos que "lo que llamamos generalmente amigos y amistades, no son sino relaciones y conocimientos entablados por alguna casualidad o conveniencia". Ahora, deberá ser el juez quien resuelva si la relación entre Díaz y Ortiz fue resultado de la casualidad o de la conveniencia.

Más allá de estos matices, lo que las manifestaciones de los imputados trasladan al ciudadano es una imagen del Ayuntamiento ciertamente peculiar. Cuando repasamos lo que han dicho ante el juez los concejales y el propio alcalde, se tiene la impresión de que en el Ayuntamiento de Alicante cada uno va a la suya. Esa norma elemental y básica en cualquier empresa que exige la coordinación entre los diversos departamentos, aquí, por lo visto, no se conoce. Cada concejal hace lo que mejor le parece a su criterio y sobre esa ignorancia mutua se edifican las resoluciones que el alcalde firmará después sin molestarse en leer, como él mismo ha asegurado. Si es presumible que para el gobierno de la ciudad ese comportamiento resulte desastroso -Alicante es la muestra-, presenta, en cambio, indudables ventajas cuando uno debe declarar ante la Justicia.

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