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Reportaje:

Crear 73 barrios, ¿para hacer qué?

Las asociaciones de vecinos y la oposición critican el mapa de barrios que impulsa el Ayuntamiento de Barcelona

La división de Barcelona en 73 barrios, que tiene previsto aprobar el pleno del Ayuntamiento de Barcelona el 22 de diciembre, ha puesto en pie de guerra a las asociaciones de vecinos. Estas entidades dicen no entender la división porque, aseguran, nacen sin competencia atribución. Algo similar expresan CiU y el PP, ambos en la oposición.

Las repercusiones del nuevo mapa son de escala simbólica. La razón: que algunos barrios desaparecen al menos oficialmente, ya que no figuran en el proyecto que hizo una comisión de expertos a instancias del ex alcalde Joan Clos y que luego se modificó tras el periodo de alegaciones. Las asociaciones de vecinos también desaprueban que algunos barrios cambien su nombre, y que otros se agrupen con áreas colindantes. La Mercè, Can Tunis, Can Clos y el Polvorí, todos ellos en el distrito de Sants-Montjuïc; Penitents, en Gràcia; Torre Melina en Les Corts; Can Caralleu, en Sarrià-Sant Gervasi; o la urbanización de la Font del Gos, en Horta-Guinardó. Ninguno de estos nombres figura en el mapa que se aprobará el próximo viernes.

Poblenou rechaza dividirse y Camp de l'Arpa anhela seguir dentro del Clot

Otras zonas son rebautizadas, algo que no convence a sus habitantes. Así ocurre en los vecindarios de Sant Pere, Santa Caterina, Portal Nou, El Born y la Bòria, en Ciutat Vella. Todos ellos se agruparán ahora bajo la denominación Antics Palaus, que reemplazará a la existente, Casc Antic, porque según los lingüistas es un barbarismo.

"No nos identificamos con el nombre propuesto que no responde a nada y no sabemos de dónde sale", lamenta la dirigente vecinal Maria Mas. "El Ayuntamiento dice que la división en barrios servirá para distribuir mejor los equipamientos en un futuro, pero para ello no hacía falta cambiar los nombres", argumenta Mas.

Otra denominación que causa malestar es Maternitat i Sant Ramon, que agrupa a la parte oeste de Les Corts, donde hay siete asociaciones de vecinos. "El nombre no nos gusta porque Sant Ramon es una parroquia que está en una punta del barrio y la Maternitat sólo identifica a un antiguo hospital que ahora es un complejo de oficinas", explica Lleonart Ramírez, de la coordinadora de entidades de la zona. Ramírez asegura "no entender" los motivos que llevan al Ayuntamiento a crear "macrobarrios" y cree que "las líneas se han trazado desde un despacho".

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Tampoco convence que algunas áreas se partan. En Poblenou, la propuesta municipal de dividir la zona en cinco barrios ha sentado como un jarro de agua fría. "Los que vivimos entre Gran Via, la calle Wellington, la avenida Meridiana, el mar y los polígonos del Besòs nos sentimos del Poblenou", explica el dirigente vecinal Manel Andreu.

Otro ejemplo es Camp de l'Arpa, ya que sus residentes no quieren emanciparse del Clot. "El Ayuntamiento no es quien tiene que decidir si un barrio se parte en dos. Esto es cosa de los vecinos. Los que habitamos en Clot y Camp de l'Arpa nos sentimos unidos y compartimos la asociación de vecinos", explica el dirigente vecinal Domiciano Sandoval. "Nadie pedía este plan que ha creado un problema inexistente", concluye.

Unos barrios nacen y otros mueren, al menos oficialmente. Esto ocurre con Penitents, un conjunto de casas con jardín situado entre la Ronda de Dalt y la sierra de Collserola, que se incorpora a Vallcarca. "Ambas barriadas no tienen nada en común porque están separadas por el tráfico que discurre por el cinturón", lamenta Patro Alonso, portavoz en funciones de la asociación de vecinos. "Si a partir de ahora tenemos que compartir los equipamientos, Penitents tendrá las de perder porque vive mucha menos gente", pronostica.

¿Pero, para qué servirán los nuevos barrios? "Ni el propio Ayuntamiento sabe su uso", indica Josep Charles, vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB).

Los expertos que han diseñado el mapa dicen todo lo contrario. "El barrio es un sentimiento de unidad a pequeña escala. Esta unidad servirá para garantizar que estén cerca de casa determinados servicios como farmacias, paradas de metro y autobús o ambulatorios", asegura Jordi Sánchez, director de la Fundación Jaume Bofill, uno de los responsables del proyecto.

"Los barrios no serán un ente con finalidad política, sino administrativa. Ayudarán a los distritos a distribuir los equipamientos de titularidad municipal de manera más justa", precisó el geógrafo Santiago Cucurella, otro de los autores del polémico mapa. Cucurella resalta que los barrios servirán para "reorganizar" la información estadística y el censo.

"El objetivo del proyecto es profundizar en la descentralización que el Ayuntamiento empezó en 1984, cuando se aprobó la división de la ciudad en diez distritos", considera el catedrático de geografía Carles Carreras. Este geógrafo añade que "para evitar un falso problema, el comité de expertos propuso llamar a las nuevas unidades de otra manera", una petición que el consistorio no secundó.

Vecinos y oposición creen que uno de los déficits del mapa es que no va acompañado de un reglamento de participación ciudadana. También lamentan que la propuesta del Ayuntamiento de que los ciudadanos puedan elegir directamente los consejeros de distrito lleve años en el tintero. El tripartito municipal recuerda que el futuro de esta iniciativa no depende del Consistorio, ya que requiere de una modificación de la ley electoral, algo que es competencia de las Cortes.

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