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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Poeta zurdo en el Ateneu

Carles Geli

El año 1906 ha pasado a la historia de la literatura catalana por significar el debut del Glosari de Eugeni d'Ors y la aparición de Els fruits saborosos, de Josep Carner, dos buenos pretextos para ponerle al noucentisme una fecha en su partida de nacimiento. Quizá también los estudios sobre la literatura catalana en 2006 tengan dentro de 100 años un recuerdo para la poética dedicatoria "L'Ateneu és l'espai de les clarors més nítides", que Pere Gimferrer estampó el 13 de diciembre en el libro de firmas de l'Ateneu Barcelonès, entidad que gracias a la incombustible capacidad dinamizadora de su presidente, Oriol Bohigas, se ha colado en la efeméride centenaria: 1906 fue también cuando la entidad se trasladó al palacio Savassona, en la calle de Canuda, donde hoy sigue.

La posible grandeza de la dedicatoria de Gimferrer quizá no resida tanto en la frase como en que, siendo diestro, la escribió con la zurda, convirtiendo la página en un particular grafismo filiforme, un poema visual: "No está mal por haberlo hecho con la izquierda y con pluma, con la que no escribo nunca", soltó satisfecho ante la plasticidad de su escrito y frente a un resignado Bohigas, sufriendo lo indecible por su añeja y cara estilográfica.

Gimferrer, claro, ni se dio cuenta del espanto del arquitecto. Parecía absorto mirando al infinito, quizá preparando mentalmente su conferencia magistral, -de título "apabullante", como la definió- D'ençà del 1906. Art i cultura a Europa, con la que el Ateneu cerró el miércoles oficialmente los actos conmemorativos (72) de su particular centenario. Pero no, miraba un manuscrito enmarcado del poeta León Felipe. "Sé cosas curiosas de su albacea, Alejandro Finisterre. ¿Saben que dice ser el inventor del futbolín, por el que hasta cobra algún royalty? ¿Y que está casado con una cantante de ópera?".

Entre erudiciones de este tipo casi tuvieron que arrastrarle Bohigas y el concejal de Cultura, Carles Martí, hasta el teatro-auditorio del Ateneu, que registraba, como en las corridas, una buena entrada. "¿Se ha cortado el pelo, oi?", le preguntaba una oyente a su amiga nada más ver entrar al poeta. Sí, Gimferrer es un nuevo novísimo: el pelo es más corto, tampoco hay paraguas, ni sombrero, pero el bardo sigue siendo el mismo. Lo demostró al nanosegundo de sentarse: sacó un reloj de pulsera, lo puso encima de la mesa y empezó a hablar. La voz uniforme y las palabras nasales aplastadas por el puente de las televisivas gafas de concha causaron no menos de cinco bajas entre las primeras filas de asistentes, que en brazos de Morfeo se perdían un festival de erudición servido en forma de plato de cerezas: de Tolstoi, Ibsen y Strindberg a Proust y Joyce; de Verdaguer a Foix; de las cuevas de Altamira a Picasso; de Godard a Manuel de Oliveira... Si uno no supiera que Gimferrer lleva un audífono real, podía sospecharse que alguien le iba dictando la conferencia. El final, aunque no hubo inflexión de voz, fue seco, como marcado por un reloj interior, a partir de la tesis de que la vanguardia y la modernidad iniciadas en 1906 han roto el tiempo y siguen vigentes hasta hoy, una época de simultaneidad de tendencias. "Todo lo que se vivió entonces nos ha llevado de momento de la modernidad a la modernidad".

Bohigas acabó satisfecho: el discurso circular de Gimferrer lo completó Martí, que instó al Ateneu a presentar candidatura para formar parte del futuro Consejo de Cultura de Barcelona, cuyos estatutos ultima el consistorio, mientras el próximo 16 de enero la entidad recibirá la Medalla de Oro de la ciudad al Mérito Cultural. Tan contento estaba Bohigas que hasta le lanzó un piropo a la espectacular corbata de Gimferrer, un sol de rayos cegadores. Al bardo, sin embargo, le preocupaba otra cosa. "¿He tardado lo que dije, eh? 35 minutos. Y todo improvisado, sin papeles, siempre hablo así. ¿Nunca me había visto usted hablar antes?", le inquiría a quien le pedía permiso para poder echar una mirada a los inexistentes folios de su discurso.

También Gimferrer estaba feliz: tras tres meses de contratiempos, su mano derecha empieza a recuperarse de una rotura de muñeca fruto de un atropello que sufrió en Lleida. Por eso se defiende escribiendo con la izquierda, lo que ha acarreado consecuencias culturales: "Sólo puedo escribir cosas cortas, por eso sólo hago versos últimamente". Y de ello se ha beneficiado Tornado, el libro de poemas en castellano en el que está trabajando y que Seix Barral publicará en septiembre de 2007. "Son 36 poemas, unos 1.200 versos, pero podrían variar porque es un work in progress", matiza por si no acaban siendo exactamente ese número, a la par que se mesa su mano derecha. Todo es posible mientras siga siendo un poeta zurdo.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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