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Un libro describe la evolución del novelista Manuel Andújar

El estudio se centra en el compromiso social del autor jiennense, que se exilió en México

Ginés Donaire

Compromiso histórico y teoría cultural en Manuel Andújar (Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de Andalucía) es el título del libro con el que la profesora de la Universidad de Jaén Genara Pulido Tirado rinde homenaje a uno de los más destacados escritores españoles del exilio mexicano. Manuel Culebra Muñoz, cuyo nombre literario fue Manuel Andújar (La Carolina, Jaén, 1913-Madrid, 1994), fue el autor de una rica obra narrativa, teatral y poética.

Su reconocimiento fue tardío y vino de la mano de la trilogía narrativa Vísperas, que fue llevada a la televisión a finales de los ochenta. Inscrito en lo que él mismo llamó generación de la guerra y los exilios, Manuel Andújar regresó de su exilio mexicano en 1967 y, desde entonces, desempeñó una importante labor como escritor y conferenciante. "Andújar fue un autor que entendió siempre la escritura intensamente ligada a la historia y a la vida, uno de los casos más ilustrativos del compromiso político y literario del siglo XX español", asegura Genara Pulido. Su obra está estructurada en tres partes: el estudio de la vida del autor, la antología de su obra y una bibliografía de su vasta producción.

Andújar pasó sólo cuatro años en su pueblo natal, La Carolina, pues su padre fue trasladado a Málaga como contable de una compañía minero-metalúrgica. Allí estudió en el Colegio Alemán y, más tarde, en la Escuela de Comercio. Su pasión por la política aparece de forma muy temprana, y con sólo 18 años pronuncia un discurso electoral a favor de la Juventud Radical Socialista. Ganó por oposición una plaza de administrativo del Ministerio de Hacienda y fue trasladado a Barcelona, donde se enroló en las Juventudes Socialistas y llegó a ocupar varios cargos.

Cuando estalla la Guerra Civil se traslada a Lérida, donde colabora con el periódico UHP (Uníos, Hermanos Proletarios), donde escribe una columna diaria titulada Paréntesis. Allí mantiene fuertes contactos con la UGT y conoce a Durruti, hacia el que siempre manifestará su admiración. Los líderes del PSUC le reclamaron en Barcelona, donde llevó a cabo una importante actividad política. Sin embargo, en enero de 1939 los acontecimientos le obligaron a exiliarse cruzando la frontera de Francia, y en enero de 1939 termina internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien, que sirvió de inspiración para su primera obra. Ese mismo año se trasladó con su mujer y su hija a México, donde en 1946 crea, junto a su amigo José Ramón Arana, la revista Las Españas, que reunió a lo más destacado de los escritores republicanos del exilio.

Andújar, que también fue director de una librería y, hasta su vuelta a España, gerente de publicidad y promoción de la editorial Fondo de Cultura Económica, acumuló una amplia producción narrativa. Desde los cuentos que reunió en Partiendo de la angustia (1944), donde da cuenta del mestizaje mexicano, a Cristal herido (1945), pasando por Historias de una historia (escrita en 1964 y publicada en España en 1973), La sombra del madero (1966) o La voz y la sangre, basada en la vuelta del exilio.

Trilogía

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Sin embargo, la trilogía que más popularizó a Manuel Andújar, en parte por su adaptación a la televisión a finales de los años ochenta, fue el ciclo Vísperas, formado por las novelas Llanura (1947), El vencido (1949) y El destino de Lázaro (1959). El nexo común de todas ellas es la doliente realidad histórica que se manifiesta en las injusticias que imperan en el mundo rural, en un pueblo minero del sur (en El vencido hay muchos elementos autobiográficos) y contra los abusos del señorito andaluz.

"En este ciclo encontramos una narrativa madura que, aunque comprometida, dista radicalmente de la que en España va a ser llamada literatura social. La contraposición entre los poderosos y los oprimidos es un tema recurrente que se plantea sin sensiblería ni excesos emocionales y, sobre todo, con una escritura rigurosa que entronca en más de una ocasión con lo que Ortega y Gasset llamó arte deshumanizado y con la renovación de las vanguardias, tan presente en los miembros de la Generación del 27", concluye Pulido.

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