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Presiones nunca vistas

El nuevo reglamento comunitario de productos químicos es un mestizaje entre los intereses del sector industrial europeo, el más poderoso del mundo, y los de ecologistas y consumidores, movilizados unos y otros a brazo partido desde que se comenzó a elaborar el texto en 2002. Pasa por ser la directiva más sometida a presiones en la historia de la Unión Europea, no en vano el sector mueve en torno a los 440.000 millones de euros anuales.

"Nunca antes había visto tantas presiones sobre un proyecto legislativo", dijo en su día la entonces comisaria de Medio Ambiente y hoy vicepresidenta de la Comisión, Margot Wallström.

Los ecologistas jugaron a fondo la carta de un medio ambiente cada vez más peligroso para animales (osos polares que cambian de sexo a consecuencia de la ingesta de productos químicos) y para humanos. La sueca Wallström llegó a anunciar a bombo y platillo los resultados de un análisis de sangre llena de compuestos extraños.

Günter Verheugen, en quien tenían puestos sus ojos no sólo las grandes multinacionales del sector, sino las alrededor de 25.000 pymes europeas que dan trabajo directo a 1,7 millones de personas e indirecto a otros tres millones, dijo haber recibido "ataques personales, pero no presiones de la industria". En las últimas semanas la prensa germana ha publicado fotos suyas, un hombre casado, de la mano de su jefa de gabinete en una playa nudista lituana. Guido Sacconi, el ponente italiano echó balones fuera: "No ha sido para tanto. Hay muchos grupos de presión en Europa y fuera, pero yo les resulto muy difícil porque no entiendo inglés".

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