Tony Soprano, jefe insurgente
No hay una guerra civil en Irak. Tienen razón Bush y sus amigos. La cruda realidad es mucho peor. En Irak hay una escalada de varias guerras, civiles casi todas ellas y difíciles de numerar, que se expanden en el marco más amplio de otras varias guerras que están a punto de estallar en toda la región. Hay una guerra de la insurgencia árabe suní contra las tropas americanas, a las que consideran una fuerza de ocupación a desalojar. Está el terrorismo de Al Qaeda, dirigido contra Estados Unidos por una parte y a instigar el enfrentamiento entre chiíes y suníes por el otro. Hay una guerra, ésta plenamente civil, entre chiíes y suníes, en forma de atentados, matanzas en masa y asesinatos singulares. Y también una guerra civil chií dentro de la guerra civil, entre el ejército de El Mahdi de Múqtada al Sáder y la Brigada Badr del Consejo Supremo de la Revolución que dirige Abdul Aziz al Hakim, el dirigente chií que visitó a Bush en la Casa Blanca hace escasos días. También hay una panoplia de bandas criminales, confundidas con los grupos terroristas y los insurgentes, que se dedican a saquear, secuestrar y matar como el que más. Y la policía y el ejército iraquíes, infiltrados y divididos por las fronteras sectarias, que ponen de su parte, al igual que los servicios de seguridad de los distintos ministerios.
Basta leer el informe del Grupo de Estudios sobre Irak para enterarse de esta tenebrosa realidad, entre muchas otras realidades tenebrosas. El informe acude al humor de un anónimo funcionario americano para caracterizar esta multiplicidad bélica que prolifera en Irak: "Si en Nueva Jersey hubiera fuerzas de ocupación, Tony Soprano sería un líder de la insurgencia". Y sin embargo, la precisa pero a la vez delicada pluma de James Baker y de Lee Hamilton, los dos copresidentes del GEI, no habla ni una sola vez de guerra civil en Irak, hasta tal punto levanta ronchas esta expresión y causa daños morales en la moral de los americanos. Pero su diagnóstico no puede ser más sombrío y pesimista. Hay otra guerra civil musulmana que puede declararse en todos los países donde conviven las dos grandes ramas del islam, lo que significa todos los países del Golfo, pero también Afganistán y Pakistán, además de Líbano, donde esta guerra larvada ya está a punto de estallar. Como hay una guerra civil palestina que avanza a pasos de gigante. Y también una guerra mayor y antigua, intermitente, que nunca ha dejado apagar sus rescoldos y puede desplegarse de nuevo a partir del conflicto palestino-israelí, que ardía hace bien pocos días en la franja de Gaza. La prensa israelí asegura que Siria está preparándose para la eventualidad de entrar en combate el año próximo. Pero el peligro más serio no tiene fronteras con el Estado israelí y lo constituye el régimen de los ayatolás de Irán, con su amenaza nuclear ya en marcha y la amenaza ideológica y moral de su negacionismo de la exterminación de los judíos en Europa por parte de Hitler, el Holocausto. Israel, por su parte, no se queda corta y ha creado un ministerio de Amenazas Estratégicas, con un ciudadano de origen ruso y de ideas extremistas y xenófobas en su frente. Y ha hecho algo todavía más grave: no se sabe si voluntariamente o por descuido, ha permitido por primera vez que brillaran descaradamente los dientes de sus 200 cabezas nucleares.
Tienen razón Bush y sus amigos. No es una, son varias. Y hay una amenaza de guerra generalizada en toda la región, que se agrava cada día que pasa sin que cambie el rumbo de la intervención americana. "El tiempo se está acabando", dice con discreta alarma el informe de Baker. Pero Bush no se da prisa y ya ha aplazado hasta después de las fiestas navideñas su respuesta a las propuestas del GEI. La primera de sus 79 recomendaciones tiene fecha precisa y próxima: antes del 31 de diciembre Estados Unidos debiera lanzar una Nueva Ofensiva Diplomática para empezar a resolver la crisis de toda la región. Será la primera ocasión para comprobar hasta qué punto obedece la pauta que le marca quien ha sido el consigliere suyo y de la familia en tantas ocasiones comprometidas.
Bush es el "externalizador en jefe", según le llama Paul Krugman en una provocativa columna del Times de Nueva York, que también recoge el mentís del presidente a tan seguidista actitud. Con las uvas de 2006 sabremos si sigue siendo un presidente en ejercicio o si definitivamente ha externalizado la presidencia en manos de los consejeros de su padre.
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