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Crónica:Fútbol | 14ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

En ningún sitio como fuera de casa

El Atlético pierde ante un sólido Espanyol en el Calderón, donde siempre va a remolque en el marcador

El Atlético siempre empieza perdiendo en el Calderón. Eso es una constante. Lo variable, la incógnita, es el resultado final. A veces, remonta un poco y empata. Otras, remonta mucho y gana. En ocasiones, no remonta en absoluto y pierde. Ayer inventó un nuevo apartado estadístico en su bucle perdedor: remonta un poco durante un tiempo y, al final, pierde. O lo que es lo mismo: consiguió -con gruesas gotas de sudor- empatar, pero no sirvió para nada. Un gran gol de falta de Luis García cerró el marcador de un partido tácticamente muy irritante para el técnico rojiblanco, Javier Aguirre, pero agradecido para el espectador. Sobre todo, para el del Espanyol.

El equipo de Ernesto Valverde, que en su día fue un extremo habilidoso, ha descubierto que tiene pocas virtudes, pero muy sólidas. Algunas tienen que ver con el esfuerzo, la rapidez, la seriedad y la presión. Otras, tienen nombre propio: Tamudo, De la Peña y Luis García.

ATLÉTICO DE MADRID 1 ESPANYOL 2

Atlético: Leo Franco; Seitaridis, Zé Castro, Perea, Pernía; Galletti, Maniche, Luccin, A. López (Jurado, m. 51); Agüero (Mista, m. 69) y Torres. No utilizados: Cuéllar; Costinha, Pablo, Valera y Gabi.

Espanyol: Kameni; Zabaleta, Jarque, Torrejón, Chica; Moha, De la Peña, Moisés, Rufete (Costa, m. 63); Luis García (Velasco, m. 87) y Tamudo (Pandiani, m. 76). No utilizados: Iraizoz; Fredson, Lacruz y Coro.

Goles: 0-1. m. 8. Perea pierde el balón ante Luis García, que combina con De la Peña, quien le devuelve para que el delantero ceda a Tamudo, que marca a puerta vacía. 1-1. M. 51. Centro de Seitaridis, toca en un defensa, y fernando Torres remata de cabeza viniendo con fuerza desde atrás. 1-2. M. 60. Luis García, de falta directa a la escuadra.

Árbitro: Ayza Gámez. Amonestó a Perea, Rufete, Tamudo, Galletti, Moha, Torrejón y Luccin.

Unos 45.000 espectadores en el Calderón.

Este Luis García, criado en la cantera del Madrid, empieza a dar codazos para salir en la foto en la que siempre salían los dos listillos de la clase: el inductor de las malas ideas, De la Peña; y el ejecutor, Tamudo. A García, con un físico mucho más favorecido que los otros dos, más alto, más fuerte, hay bastantes cosas que se le dan muy bien. Golpear la pelota, por ejemplo. Controlarla, también. Buscar los espacios. Jugar de espaldas. Incluso, ver los desmarques de un compañero.

El conjunto catalán controló todo el primer tiempo sin ningún problema. Contratacó con intención y velocidad y controló los escasísimos intentos rojiblancos de crear peligro. Le favoreció, desde luego, tener un gol a favor desde muy temprano. Exactamente, desde que Perea inauguró su rosario de graves errores.

La defensa rojiblanca, amparada por unos números discretos y por los defectos creativos del equipo, ha resistido sin llamar demasiado la atención. Sí, Pablo no estaba brillante. Sí, Perea no es gran cosa con los pies -ayer perdió la pelota en un regate absurdo en su campo-. Pero, en general, todos los silbidos se volcaban hacía la parte delantera. Hasta ayer. La facilidad con que el Espanyol, casi sin necesidad de elaborar el juego, creaba ocasiones, dejó en evidencia a los centrales. Con más disimulo a Zé Castro, que tiene más habilidad para maquillar sus despistes. Mucho a Perea.

Pero la espesura atlética no es sólo imputable a la zaga. Hay para todos. La parálisis que los chicos de Aguirre sufren ante su propia afición, además de hereditaria -se transmite vía vestuario de temporada en temporada- empieza a ser muy preocupante. En todo el campeonato no ha conseguido despertar en ningún encuentro en el Calderón antes del descanso. Después, cuando ya va perdiendo, sí. Incluso la bronca en el medio tiempo de su entrenador empieza a perder efecto. A fuerza de repetición empieza a parecer una representación: "¡Chicos, están dormidos!", grita el mexicano. Y los chicos, se despiertan. Pero sólo un poco. Abren un ojo. Se frotan las legañas. Poco más.

Entonces, salen Jurado y Mista y la cosa parece que funciona. Estos jugadores se mueven, encaran. Vaya, es otra cosa. Pero dura poco. En realidad, no es otra cosa. Es la misma. Torres hace tres o cuatro jugadas muy brillantes, pero el resto del partido se dedica a corretear por el medio campo de un modo muy irritante. Baja a recibir, mira hacia el horizonte y empieza a correr con la pelota no demasiado cerca del pie hasta que se la quitan. Eso sucede, generalmente, cuando ya le rodean cuatro contrarios. Agüero aún aparece en menos ocasiones. Sobre todo ayer. Ayer no apareció casi nada. Sólo un tiro raso, bueno, duro, que paró Kameni junto al poste.

El efecto efervescente de la bronca de Aguirre duró hasta el gol del empate. Diez minutos en los que el fútbol de Maniche, veloz y desordenado, impuso un ritmo que descolocó al Espanyol. Hasta que Luis García grabó en vídeo una clase práctica de como lanzar un libre indirecto: pasecillo a De la Peña, que pisa la pelota, y suave parábola a la escuadra. El equipo rojiblanco convirtió entonces el ánimo acosador en barullo desordenado. Y así, otra vez, hasta el final.

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