_
_
_
_

Copa en la oficina

Adiós, uniforme. Hola, 'glamour'. Los actores de Camera Café cambian el cortado por el CAVA y se apuntan a la fiesta navideña entre colegas

"Mira, mami, hoy voy como Cañi". Sara, de cinco años, se materializa junto a su madre con la hora justa para ir al cole después de desaparecer un cuarto de hora en el baño. Lleva el pelo aplastado con agua, dividido por una sinuosa raya en medio y sujeto con dos horquillas de mariposas a cada lado. Encima, una diadema de flores. El jersey a rayas y las medias de lunares hacen el resto. Cañi no lo hubiera hecho mejor.

Mari Carmen Cañizares, Cañi, es una secretaria dulce, soñadora y estrafalaria que vive en su mundo. En su isla de coral. Como Barbie. Quizá por eso es el personaje de Camera Café que más les gusta a las crías de parvulario como Sara. Los niños han sido fundamentales en el éxito de esta serie que empezó a emitirse en septiembre del año pasado en Tele 5. Los colores chillones, el ritmo trepidante y la disparatada galería de personajes del programa engancharon primero a una legión de chiquillos que exigían "ver a Jesús y a Julián, a Bernardo y a Cañizares" antes de irse a la cama. Muchos padres sucumbieron entonces al encanto de esta sucesión de diálogos cómicos en torno a la máquina de café de una empresa ante la que desfila por turnos la nómina en pleno de la firma.

Más información
Tele 5 remodela la franja de sobremesa del fin de semana

Allí, al amor de un armatoste en constante estado de erupción, se despellejan mutuamente del gerente a la señora de la limpieza. De la jefa de marketing al chófer del presidente. De la telefonista al informático. Cada uno con sus manías, sus achaques, sus filias y fobias. Cada uno de su padre y de su madre. Una muestra de los especímenes típicos de la flora y fauna que puebla ahora mismo las oficinas, las fábricas o los ministerios del país. De cualquier país.

La idea, de hecho, vino de Francia. Fueron un par de oficinistas parisienses los que, intuyendo las posibilidades del aquelarre, el docudrama, la asamblea o la jaula de grillos en que se convertía según las horas y los días la máquina de café de su empresa, decidieron convertirlas en guión para la tele. El formato, actualmente en emisión en Francia e Italia, ha alcanzado el éxito en España de la mano de Luis Guridi, un tipo que no ha pisado una oficina en su vida. Ni falta que le hace, sostiene. "La gente me dice que hemos clavado lo que ocurre en su empresa, sin saber que nunca he fichado en ninguna. Pero es que al fin y al cabo lo que hacemos es retratar los defectos del ser humano, y éstos se repiten siempre, en todos los ámbitos. Vamos al manual de estilo de las personas y, en la última página, nos fijamos en los errores más frecuentes. De ahí tiramos".

Guridi domina los estereotipos. No en vano firmó con Santiago Aguilar -la otra mitad de La Cuadrilla- la trilogía Justino, un asesino de la tercera edad (1994), Matías, juez de línea (1996) y Atilano, presidente (1998). Toros, fútbol y política. "Un repaso a la España profunda", según la promoción. Más tópicos, imposible. Pero no fueron ésas sus credenciales para convertirse en el sumo hacedor del Camera Café español. Los ejecutivos de Magnolia, la productora, que también factura la versión italiana, le ficharon tras seguir la pista a Los güevones y otras de sus piezas cortas que circulan por Internet.

Desternillantes peliculitas de un par de minutos rodadas con cámara fija, sin más edición ni realización que la mirada del espectador sobre las peroratas, las muecas y las idas y venidas de los protagonistas. Justo lo que buscaban los italianos. El elegido aceptó. Con condiciones. La primera versión española del formato, protagonizada por Óscar Ladoire y emitida en las televisiones autonómicas, se había estrellado contra el desdén de la audiencia. Así que pidió carta blanca. "Contratar a los guionistas, hacer el casting, rediseñar a los personajes, poderla firmar de arriba abajo". Se salió con la suya.

"Cuatro y acción", canta Guridi en el minúsculo estudio de Tele 5 donde se graban los nuevos episodios. En el capítulo de hoy, el buenazo de Bernardo saca los pies del tiesto. El contable honrado y cuarentón, perpetuo inquilino de la casa materna y eterno enamorado platónico de Cañizares, se engancha a la cafeína. Él, que sólo toma manzanilla -"poleo-menta, todo lo más"- en la máquina de marras, cae en la trampa y se vuelve adicto a los caramelos de café con leche que le ofrecen sus compañeros.

Bernardo se descompone a ojos vista entre los estertores del mono ante la mofa general de sus colegas. Todos menos Mari Carmen Cañizares, que, comprensiva, se desvive por su alma gemela. La química entre Bernardo (César Sarachu) y Cañi (Esperanza Pedreño) derrite el hielo. Hay pruebas documentales. Guridi se empeñó en que fuera Sarachu, su "actor fetiche" de Los güevones, el que encarnara al pusilánime de Bernardo. Pero la productora no estaba dispuesta a correr con los gastos de logística que conlleva contratar a un actor bilbaíno que vive en Estocolmo (Suecia) y que tiene que rodar cuatro días a la semana en Alcobendas (Madrid). Así que Guridi acudió a la estrategia de los hechos consumados. "Grabamos el episodio piloto con los dos", recuerda, "y saltaban chispas, claro". Magnolia claudicó. Y ahora, Sarachu -con treinta años de tablas "en español, inglés, francés y sueco" por teatros de medio mundo- y Pedreño, bregada en el anonimato de la escena alternativa madrileña, son la pareja de la serie.

Ellos y no otros intérpretes de atractivos más obvios encarnan, en palabras de Guridi, "la necesaria dosis de tensión sexual no resuelta" que mantiene en vilo la trama de cualquier teleserie que se precie.

Otras tensiones sí que se resuelven. A bocinazos, a besos, a tortas si es preciso. "A la puta calle", brama Antúnez (Luis Varela), el jefe, a sus subordinados día sí y día también. El sindicalista Julián (Carlos Chamarro) y la administrativa Nacha (Marta Belenguer) se desfogan periódicamente con uno rápido en el cuarto de contadores. Y el chófer Arturo Cañas (Álex O'Dogherty) le suelta algún capón "al canijo" de Julián si viene al caso. La corrección política no es precisamente la seña de identidad del programa. Los empleados se insultan, se puentean, se acuestan, se desprecian, se acosan o se ignoran según salga el día. Tejen y rompen alianzas. Vuelan cuchillos y tejos en todas direcciones. Pero sobre todo se escaquean del trabajo todo lo que pueden.

Ellos más que ellas. Guridi da la razón a los que observan cierta asimetría en el peso de los personajes masculinos y femeninos de la serie. Ellos son más, salen más tiempo y protagonizan más tramas que ellas. "Los protagonistas son dos hombres, los creadores de la serie, que vendrían a ser Jesús y Julián", admite. El jefe de ventas vago, simpático y golferas que siempre cae de pie y el jefe de compras escuchimizado y metido a filósofo de pacotilla que no se come una rosca. Ellos son los narradores del cómic que, en el fondo, es la serie. "Dos tíos que se pasan el día apalancados ante la máquina de café. Además, si te fijas", añade Guridi, "las mujeres siempre van corriendo. Los que verdaderamente se escaquean son ellos. Es una idea de la serie original y es efectiva. Nos haría menos gracia una mujer escaqueándose, porque no es lo típico. El hombre, siempre que llega a un sitio, trata de aclimatarse al hábitat para ver cómo trepar haciendo lo menos posible".

Así que en esta oficina, hasta el mismísimo director, Antúnez -don Gregorio-, con todas las papeletas para ser el malo de la película, se toma sus cafelitos con los empleados huyendo de Victoria de la Vega, directora de marketing y auténtico azote de vagos e ineptos. Una jefa en las antípodas de la ejecutiva dialogante y comprensiva de la que hablan las revistas femeninas. "Es la que realmente tiene el poder", confirma Guridi, "un carácter, una mujer arrolladora, con un grito hipohuracanado que hace que hasta el propio Antúnez salga pitando". "Claro que estoy histérica. ¿Cómo voy a estar, con esta fauna que tengo alrededor?", ironiza Ana Milán, la actriz que encarna a Victoria. "Cualquier jefe estaría de los nervios si tuviera a Cañizares de secretaria, a Jesús y a Julián de jefes de compras y ventas y a Bernardo de contable".

La verdad es que Victoria impone. Los tacones de 15 centímetros añadidos a los 177 de altura de su intérprete ayudan. Los impecables y estrictos dos piezas de Carolina Herrera, también. El estilismo es, junto con la elección de los actores, la gran baza en la credibilidad de los personajes de Camera Café. La estilista María José Arrauzo, María para el equipo, es la responsable de que Sara quiera parecerse a Cañizares. Suya es la imagen de los personajes, de la cabeza a los pies. Ella busca, y encuentra, desde los broches indescriptibles de Cañi hasta las corbatas imposibles de Jesús. O la colección de camisas de manga corta de Julián. "Y si no las encontramos, las cortamos y las cosemos nosotros".

Sólo las gafas de Bernardo escaparon a su escrutinio. "Vimos cientos de modelos y ninguno nos convencía, hasta que Luis (Guridi) trajo unas suyas del año de la polca, y eran perfectas. Cuando algo cuadra, no hay más que hablar", dice María en el guardarropa de la oficina. Aquí se guardan los 20 trajes, 80 camisas y 150 corbatas de Jesús. O las 20 camisas, 15 zapatos, 50 tops y los cientos de horquillas del pelo de Cañizares. Muchos se sorprenderían al ver las etiquetas de los modelitos de Mari Carmen. Exquisitos Gucci, Dolce & Gabbana, Bluemarine o Valentino mezclados con Mango, Zara o H&M. "Ahí reside su encanto, en esas superposiciones, esas mezclas, esos estampados y esos colores pastel unos encima de otros que le dan el aire naif e ingenuo al personaje".

Para lucir tipo ya tiene a Sofía, la telefonista (Ana Ruiz), o a Mónica, la subdirectora de marketing (Carolina Cerezuela) y auténtico "cañón" de la serie. Sin subestimar a Marimar (Esperanza Elipe), la secretaria de Antúnez. Un ama de casa separada y esclava de sus dos hijos preadolescentes que quiere ponerse de nuevo en el mercado sentimental. "Vimos que podíamos explotar su lado sexy y la hemos puesto más ajustada, con más escotes, ella puede", dice María. Ya se ha visto que el género mayoritario en la oficina es el de varón y todos han apreciado el cambio. Legendario al respecto es el capítulo en que Marimar, aquejada de hemorroides, se coloca unos apósitos de gomaespuma en salva sea la parte con el efecto secundario de unas nalgas respingonas que provocan el enamoramiento súbito de la plantilla masculina en pleno.

Incluido Benito Avendaño (Daniel Albaladejo), el guardia de seguridad. El personaje que menos quebraderos de cabeza le ha dado a María. Aquí está, en la puerta de los estudios de Tele 5, con su cazadora y su pantalón de segurata, camuflado hasta el punto de parecer uno de los vigilantes de la casa. Daniel ha salido al raso a fumar un pitillo y hace un frío que pela. Igual se saca un café en la máquina de informativos antes de volver a rodar.

Ay, si las cafeteras hablasen. La de Camera Café es una de las 550.000 máquinas expendedoras de productos instaladas en España, según datos de la Asociación Catalana de Vending, la más representativa del sector. El de la serie sería un aparato de vending cautivo, poética expresión que alude a los ingenios instalados en empresas o centros de trabajo, que representan el 80% del total. Un 35% de ellas, como la de Camera, sirven bebidas calientes.

El cortado, seguido de cerca por el café con leche, es el producto estrella del amplio surtido de brebajes -desde un capuchino con nata y extra de chocolate hasta un descafeinado con desnatada y edulcorante- que ofrecen estos artefactos tratando de emular el ilimitado catálogo de maneras de tomar el café que desespera a los camareros. En Camera Café, el barman es uno mismo. Se supone que no hay bar o queda demasiado lejos para bajar diez veces al día, una media razonable para Jesús. Por no hablar del precio. Treinta y cinco céntimos cuesta uno con leche en la máquina de la redacción de esta revista. En el bar de abajo, 1,10 euros. El café, además, es lo de menos. En Camera, desde luego, es el medio mucho más que el fin.

Los sobreentendidos son otro de los atractivos de la serie. Nadie, ni siquiera Antúnez o Victoria, sabe a qué se dedican. Venden. Compran. Hacen fotocopias. Informes. Balances. Visitan clientes. Como todas las empresas. Y, como todas, tienen competencia. Gestenfeisher. Los del piso de arriba, de los que nada se sabe salvo que alguien, algún día, dijo que "van en bermudas". ¿Nuevas tecnologías, diseño gráfico? "Puede. O no. No lo sé ni yo. Se trata de dejar hueco a la imaginación, no darlo todo hecho. No sabemos qué hace la empresa para que pueda ser cualquiera. Igual que no vemos a Yoli, la mujer de Jesús, ni a la madre de Bernardo ni a los niños de Marimar. Para que cada uno se los imagine como quiera", explica Guridi.

Gestenfeisher.com es, en un guiño evidente, el nombre de la bitácora que ha creado Guridi en su web personal para satisfacer la demanda de "los mitómanos". "Es una tristeza que se abuse de vuestra fidelidad a la serie", escribe en uno de sus últimos comentarios. Se refiere a los saltos de mata a los que ha sometido Tele 5 al programa en los últimos meses. Del horario de 21.30 a 22.00, que consiguió enganchar a una parroquia de 3,5 millones de espectadores (22,3% de share), ha pasado a la sobremesa del sábado y domingo, desplazada por la onda expansiva de la bomba Operación Triunfo. Por el camino se han quedado medio millón de fieles. Cañi les ha pedido a los Reyes volver donde solían. Y como ha sido buena chica, parece que se lo van a traer. Cuando acabe OT.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_